En medio de la insoportable discusión política que llena todos los espacios, nada mejor para el espíritu que una velada de buen humor con un grupo de amigos inteligentes, amantes del buen comer y la buena música. Son esos breves momentos en la vida que se disfrutan a plenitud, como la noche  reciente en que coincidimos mi esposa Esther y yo enTrattoriaAngiolino,de David Pezzotti, con José Del Castillo, OnorioMontás y Harold Priego y juntamos sillas en la sobremesa para hablar de todo un poco, permitiéndonos  descubrir una enorme afinidad y, más que nada, la sorprendente afición del genial caricaturista por la ópera, su pasión  especial por Rigoletto, de Verdi su preferida, y su capacidad para tararear "Bella figliadell´amore", lo que , confieso, nunca he podido.

Lo fascinante de este cuarteto de la escena final del tercer acto, esque el tenor, el Duque de Mantua,debe cantar todo el tiempo en registro agudo  y mantenerse así por encima de las otras tres voces de barítono (el jorobado bufón Rigoletto), soprano (Gilda, su hija) y contralto (Maddalena).  La pieza es una de las más celebradas del reportorio verdiano, debido a que esas cuatro voces se fusionan excepcionalmente al final de la melodía hasta formar un todo pleno de fuerza sobrecogedora.

Los biógrafos de Verdi asegura n que el escritor francés Víctor Hugo, autor del drama "Le rois´amusse", en que se basa el guion de la obra, después de asistir a una  de las primeras representaciones de Rigoletto le confió a Verdi su admiración y envidia, por haber logrado que cuatro voces diferentes, cantando a la vez y expresando sentimientos diferentes, pudieran compenetrarsecon tanta belleza y perfección, algo que a su juicio no resulta posible de  alcanzar en una obra teatral.

Aquella  vez en que Harold musitó los primeros arpegios de "Bella figliadell´amore" resultó en una noche inolvidable.