(Apuntes para un Manual de Sociología barata)

¿Qué es un dominicano? Toda generalidad es superficial. Sé que adjetivar es una aventura que se disolverá en los avatares del tiempo. Sin embargo, haré un intento fallido y difuso por dar en el clavo. Jugaré un poco con esta incertidumbre étnica: “un dominicano.”

Un dominicano, es ante todo un muchacho grande, juguetón en todo pero inmaduro en la dificultad.  Extrañamente único, se siente “la última coca cola del desierto” Oscuramente vivo: “sus beneficios o ventajas rara vez no envuelven joder al otro.” Es dueño de un mundo donde la lógica es: “si se mete conmigo le doy un aventón o me lo como vivo…” Rara vez comprende que hablar no es sinónimo de gritar”. Hermosamente absurdo. Habla mucho pero comunica poco.  “No argumenta, descalifica.” 

Rara vez rabioso pero inflexible cuando les tocan su doble moral. Rara vez tacaño pero no le gusta que lo engañen como él sería capaz de engañar a otro.

Es un león en todo pero más lento que una caravana de babosas cuando debe resolver un problema. Incapaz de admitir que es incapaz. Auténticamente deficiente pero un Dios en la pretensión.

Cuando se trata de cumplir deberes, finge no distinguir lo acordado con lo que le vino en ganas hacer.  Experto en inventar excusas. Un maestro confundiendo “la M con la vaselina”: “un artista de las mentiras”

El dominicano se parece a la isla: “demasiada belleza en tan poco espacio…” Demasiado vivo para ser tan joven. Demasiado ambiguo para ser tan único. Demasiado torpe intelectualmente para ser tan vasto emocionalmente. Demasiado puro para ser tan promiscuo. Demasiado relajado para ser tan violento. Demasiado teórico para leer poco. Demasiado “creyente” para delinquir tanto. Demasiado moralista para ser tan voluptuoso y borrachón. Demasiado pulcro y limpio para comer frituras en cualquier tarantín. Demasiado “sabelotodo” para ser tan vacuo. Demasiado gustoso para ser tan conservador.

El dominicano no comprende que su bienestar o goce  debe implicar incluir al otro. “Fiestea” sin importarle joder al vecino. No percibe que exigir derechos implica cumplir deberes. En su microchip no está integrada la noción de individuo. El mundo para él es un ganado o una parcela de borregos. Un eterno colmadón.  Es pobre en medio de cualquier riqueza. Es solidario en cualquier tragedia pero torpe y negativo cuando debe resolver una dificultad minúscula con un vecino.

Sin importar color ni clase social, es marrullero, chapucero, ingeniosamente charlatán. “Considera que la palabra en sí es acción.” Es lúdico en el desorden. Un poeta de la arbitrariedad, la dispersión y el caos. Tenso y torpe cuando hay que cumplir reglas y procedimientos. Violento e irritable cuando se le exige. Ambiguo cuando debe rendir informe. “Un  sí puede ser un no y viceversa.” 

El dominicano ríe, baila, canta, y a la vez es tragicómico  y emocionalmente trunco, con profundas taras intelectuales. Extraordinario en el disparate y la evasión.

Para el dominicano, la música es un protagonista “alegre” del hecho cotidiano y es también un signo de alguien que no sabe ser en el silencio y la reflexión. “Hay que ser demasiado niño para considerar que la vida es una fiesta eterna…”

Para un dominicano, el que exige calidad es un jodón, necio y Psicorrigido. “Todo el que no cabe en su universo de valores es un extraño, drogadicto o maricón…”

Un dominicano auténtico, hace magia con su ingreso mensual: “Juega loterías, tiene amantes, chupa toda la semana y anda en un jipetón que manda madre…”

Aclaración irónica:

Este escrito es autobiográfico. El autor es un dominicano puro. ¡Carajo…! Viva la patria de Trujillo y Duarte.

No incluí los giros de género porque sentí que afectaría el ritmo del artículo. Pero la mirada es para ambos géneros.