Como cada 27 de Febrero, el Presidente de la República, Luis Abinader, se dirigió al país y a la sesión conjunta de las cámaras del Congreso Nacional en cumplimiento del artículo 128.2.F de la Constitución. Se trató del primer discurso de rendición de cuentas del presidente Abinader luego de seis meses de gobierno, por lo que en realidad se trató de un discurso de apertura de lo que será su gestión durante este año pues evidentemente que en el primer semestre no puede exhibir muchos grandes logros pues como toda nueva administración, requiere de una curva de aprendizaje y adaptación para dar marcha a la mayoría de los planes y propuestas de su programa político.
De manera general, el discurso del presidente fue fresco, motivador y esperanzador, sobre todo teniendo en cuenta que esta gestión afronta un reto jamás vivido por nuestra democracia: una crisis económica de alto impacto provocada por una pandemia mundial. El gobierno de la República asumió las riendas del ejecutivo en un contexto muy difícil para cualquier partido político y más para uno que tenía tanto tiempo fuera de la Administración y por eso, quizás, la ciudadanía ha sido benevolente en estos primeros seis meses de luna de miel.
Al margen de los cuestionamientos usuales sobre de dónde sacaremos los fondos para los grandes planes del gobierno o la inquietud seria que generó el proyecto sobre el abastecimiento de agua potable y su regulación en conjunto con el Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), el discurso da nuevos aires institucionales y un marcado cambio de paradigma en la gestión gubernamental.
Ahora bien, lamentablemente ese discurso esperanzador y con metas institucionales concretas se deslució grandemente con el anuncio del sueño nacionalista rancio: la construcción de una verja perimetral o un muro para controlar la frontera. Se trata de una propuesta terriblemente insensata y constituiría un despropósito enorme del gobierno si cumple con esto. Es más, ojalá sea solamente sea un anuncio, un amague, una de esas tantas promesas que no se cumplen y sirva solo para contentar a esos grupúsculos, claramente insignificantes política y electoralmente, cuya única vigencia política reside en la propagación de miedos infundados y en la gran mentira de la invasión haitiana.
El muro propuesto no servirá para controlar la inmigración ilegal ni tampoco para detener el tráfico de personas, armas, drogas y demás objetos ilícitos. Ni las personas objeto de trata, ni los inmigrantes ni las armas ni las drogas vienen cruzando el río masacre a pie ni vadeándolo ni tampoco vía rutas montañosas en la frontera. Todo el mundo sabe que todo esto ingresa y sale del país por los mismos puestos de control, por las rutas ordinarias, por donde circula la gente y por lo tanto, el problema de la frontera no se resuelve con un muro; sino con mayor control, entrenamiento, herramientas tecnológicas de inteligencia e institucionalidad de nuestras fuerzas armadas apostadas en esa zona.
De hecho, tal como me indicara el colega Juan Recio en una respuesta a un tweet que hice: vivimos en una isla, una verja o un muro no podrá montarse sobre el agua para impedir que todo tipo de embarcaciones llegue a nuestras costas.
Sale más barato institucionalizar los puestos en la frontera, acondicionarlos para que sean dignos y tengan todos los servicios necesarios de lugar, así como tomar en serio el rol del ejército en esa zona, darle mejores condiciones a los miembros que estén en ese lugar y dar seguimiento con indicadores y resultados, para evaluación periódica y mejora constante de los objetivos nacionales en esa parte del territorio, en lugar de construir una verja perimetral con cantidad enorme de tecnologías.
La construcción del muro es tirar a un pozo sin fondo recursos que bien pudieran destinarse a mejorar los servicios públicos de las mismas zonas fronterizas y a proyectos de emprendimiento local que hagan más dignas las condiciones de vida de la mayoría de nuestra gente en las provincias de la frontera.
Toca ahora que el gobierno del presidente Abinader no cumpla con la fantasía del muro, no invierta recursos en asuntos inservibles y comience a poner en marcha los planes anunciados en el discurso del 27 de febrero que procuran garantizar el éxito del programa de vacunación en contra de la COVID-19, al tiempo de fortalecer los niveles de transparencia de la Administración, contribuir con la simplificación de procesos y con ello poco a poco desmontando la tremenda burocracia que rodea cualquier trámite administrativo, y evidentemente motorizar la economía nacional.