Ahora que estamos con el diálogo convocado por el presidente Luis Abinader, para que los principales sectores del país discutan sobre una propuesta de reforma constitucional y de reformas puntuales respecto a los diferentes sectores y temas que necesitan una actualización para hacer frente a los retos que como país tenemos por delante, resulta preciso que tengamos en el marco municipal un diálogo urgente sobre el Gran Santo Domingo.
El retorno a la “normalidad”, es decir, el abandono paulatino del teletrabajo, la mayor actividad comercial y de recreación, así como la vuelta a clases presenciales, nos ha devuelto a la realidad pre-pandemia que gratamente habíamos olvidado: horas perdidas en los interminables tapones del Gran Santo Domingo. La vida se nos va en un tapón. Se pierde demasiado tiempo en trayectos de menos de dos kilómetros.
Las mañanas en todo el gran Santo Domingo son terriblemente caóticas. Resulta muy lamentable que para entrar al Distrito Nacional haya tapones en la autopista Duarte o en los puentes que conectan con la Zona Oriental o Santo Domingo Norte, desde las 5:30am hasta casi las 9:30 A.M. Todo este tiempo perdido en tapones eternos que causalmente ocurren donde se hicieron las soluciones viales modernas: pasos a desnivel y ampliación de carriles.
El Gran Santo Domingo en sí no es una urbe muy grande, quizá los expertos en urbanismo pueden catalogar este asentamiento en una ciudad casi mediana, quizá. Por eso la distancia hacia los centros de interés de las personas no suelen ser muy distantes. En el caso de la circunscripción 1 del Distrito Nacional, por ejemplo, hay muchos de los destinos comunes que quedan entre 2 y 5 kilómetros de distancia desde el hogar o la oficina o la plaza. Caminando una persona promedio puede tomarse entre media hora y una hora para recorrer esos trayectos.
Y lo peor es que en realidad el problema del tránsito y el tráfico no es complejo. Claro que no solo se resuelve con cambios viales improvisados
A lo que voy con lo anterior es que no es posible, no es sano para ninguna persona y es verdaderamente insostenible, mantener el modelo actual de movilidad urbana del Gran Santo Domingo que nos hace derrochar tiempo y esfuerzos a cambio de nada, al tiempo que nos aliena de la ciudad, de sus entornos y de su potencial social, cultural y económico. Las autoridades municipales en conjunto con el Instituto Nacional de Tránsito y Transporte Terrestre (INTRANT) tienen que comenzar a dar soluciones reales y eficaces de corto y mediano plazo al problema de la movilidad urbana. Ahora mismo desplazarse por Santo Domingo, en cualquier modalidad, es un pesar muy grande.
Y lo peor es que en realidad el problema del tránsito y el tráfico no es complejo. Claro que no solo se resuelve con cambios viales improvisados, como ya hemos visto, pues eso es un parche al problema de fondo. Hace falta una verdadera puesta en marcha de un programa que tenga como ejes los asuntos siguientes:
1.-Transporte masivo: La eliminación del sistema de concho es vital para garantizar una mejor movilidad urbana. Un solo autobús convencional tiene capacidad para 60 personas, es decir, que equivale a 12 carros públicos repletos, 12 carros menos de las vías. El plan para poner en marcha un sistema de transporte masivo está hecho, voluntad es lo que falta para ejecutarlo.
2.-Recuperación de las aceras: El transporte público masivo no funcionaría sin que las aceras estén en buenas condiciones y sin que se recuperen aquellas que están ocupadas ilegalmente. La gente no va a querer caminar sobre aceras destruidas u ocupadas para trasladarse a sus destinos o paradas de transporte; pero tampoco se fomentarán negocios a pie de las aceras si estas igualmente no están en buen estado.
3.-Fomentar medios de transportes alternativos: Además del transporte público masivo y el uso común del vehículo privado, es necesario que se fomenten otros medios de transportes menos contaminantes tales como las bicicletas o incluso el caminar. Sí caminar es un medio de transporte.
4.-Fiscalización y control de las reglas de tránsito: Nada de lo anterior serviría si se mantiene el pobre nivel de fiscalización y control de parte de los agentes de la DIGESETT y la policía municipal. Las multas por las infracciones de tránsito pueden ser un verdadero antídoto a las imprudencias y desmanes que vemos a diario en la ciudad. La permisividad excesiva y el control selectivo de parte de los agentes solo sirve para fomentar el caos.
El diálogo urgente sobre la movilidad en el Gran Santo Domingo no es para chácharas entre las alcaldías y el INTRANT; sino para prontamente poner en marcha las acciones que a corto y mediano plazo puedan mejorar la movilidad urbana y con ello generar bienestar ciudadano. No podemos seguir perdiendo el tiempo en el tapón.