Con efervescente ánimo artistas de todo el mundo junto a organizaciones, colectivos y otras figuras vinculantes iniciaron hace varios años la celebración del Día Mundial del Arte -en honor al natalicio de Leonardo Da Vinci- cada 15 de abril. Este año, las miradas y rutas de vuelo estaban puestas en Guadalajara, México, donde por primera vez se realizarían estos festejos luego de la declaratoria oficial por parte de la UNESCO.
La cancelación por la pandemia del COVID-19 fue inevitable, la labor y esfuerzo inagotable de la Mtra. Dolores Ortiz, Coordinadora de la AIAP para Latinoamérica y el Caribe, encargada de dicho evento, quedaron como motivo para promover con el mismo júbilo la fecha emblema de cultura mundial. Esta contingencia llevó a que fuese el entorno virtual donde se expresara el latir de los talleres, procesos creativos y sobre todo la narrativa constante sobre existir en una realidad precaria, la de siempre y la que se ha construido a partir constricción del COVID.
En Latinoamérica y el Caribe se logró concretizar una gran exposición virtual titulada “Con los ojos de Leonardo” impulsado por el activismo cultural chileno y que fue respaldada por toda la región, siendo esta la única vía posible para canalizar esta casi acción performática para hacer constar la presencia activa de los artistas que esperaban ansiosos la fecha.
Pero hablar de un día para el arte en República Dominicana, y que este posea las cualidades tan particulares como el recién pasado, sería documentar años en tan solo horas. El circuito de las artes -sobre todo las visuales- ha dejado más que evidenciado que sin una estructura básica desde el estado que provea herramientas de desarrollo y sostenibilidad – No los típicos nombramientos en ministerios y departamentos – nunca se podrá avanzar en una dirección que permita acceder a fondos oportunos y no asistencias que se enmarcan en el derecho ciudadano a la supervivencia.
La desprotección cultural no solo implica lo económico, enmarca un sistema de regularización de mercado, el reconocimiento de diferentes actores que funcionan como árbitros en el quehacer de las actividades propias de la producción y promoción, pero además en la garantía de la preservación del conjunto de obras que se generan en el territorio nacional.
Las crisis abren posibilidades alternas, y generan en el coleccionismo oportunidades de movimiento por medio de la adquisición. Sin embargo, debemos ser conscientes de que tenemos un “mercado cotidiano” de arte, que las galerías y otros puntos de exposición no son autosuficientes para financiar o solventar a los creadores, por lo que esta etapa es un camino a la reflexión sobre como queremos proyectar y sustentar nuestro arte, y cuando este mayo nos deje y llegue el verano posiblemente sin bañistas, ponderemos un mercado futuro, pues en estas circunstancias, hacerlo sería infectarse de realidad.