Como el dominicano, el de Ecuador es uno de esos gobiernos que algunos partidos en el poder en América Latina los tienen como de izquierda, pero que son lo contrario cuando se observan sus políticas internas.
Estoy en Ecuador, a donde llegué con la información de que en las pasadas elecciones municipales el gobierno se había propuesto liquidar políticamente al Movimiento Popular Democrático (MPD) haciendo denodados esfuerzos para que este partido de izquierda no lograra la votación requerida y mantuviera su registro; y dado el hecho de que este sobrepasó la conquista de curules requeridos, entonces, en un hecho propio de Macabón, el de Lilís, cambió las reglas para cumplir su cometido. Ahora este es tema de debate nacional en ese país.
He confirmado que en Ecuador hay un proceso de regresión de los derechos democráticos y humanos, contexto en el que también se entregan las riquezas naturales a las multinacionales en condiciones que en el extranjero se difunden como hecho patriótico, pero que al interior son tan leoninas como las que se hacen en cualquier otro país.
Resumo de manera apretada lo que en un solo día vi y escuché en noticias, en entrevistas a dirigentes populares y a funcionarios del gobierno; o bien en encuentros ciudadanos, o conversando con dirigentes de las izquierdas.
En la reproducción de un programa de televisión pude ver al presidente Rafael Correa tildar de “gorda horrorosa” a una reportera del diario Universal por el hecho de que esta le formulara preguntas incisivas sobre sus maneras de gobernar. En ese mismo contexto, le vi calificar de “patán” a un ciudadano que cuestionó ese mismo proceder; e igual le escuché calificar de “ecologistas infantiles” a los activistas defensores del medioambiente que resisten la explotación del Yasuni, un parque nacional con cualidades parecidas a Loma Miranda en nuestro país. Palabras, que muestran una ausencia de valores humanos que nada tienen que ver con una militancia de izquierda.
En la mañana temprana vi una entrevista al señor Carlos Marx Carrasco, Ministro de Trabajo, presentar y argumentar una propuesta de modificación al Código de Trabajo, en el que como aquí pretenden los empresarios, el gobierno del presidente Correa apura la intención de reducir conquistas a la clase obrera y los trabajadores como la estabilidad laboral, el derecho a la organización sindical, la contratación colectiva, entre otras, con las que busca el gobierno hacer más atractiva la inversión y airear la economía ecuatoriana.
Al caer la tarde, participé en un encuentro con familiares de presos y perseguidos políticos donde se denunció el encarcelamiento en la cárcel de Ambato del ex presidente del sindicato nacional del magisterio Javier Cajilema junto a otros dos dirigentes del MPD de la provincia de Cotopaxi. Aquí mismo, la madre de Carlos Figueroa, médico de profesión y de tendencia trotskista, denunciaba que su hijo estaba preso en la cárcel 4 de Quito, por haber reclamado una investigación sobre si de verdad la vida del presidente Correa estuvo en peligro durante el supuesto o real golpe de Estado de años atrás. Igual denunció que el dirigente de Pachakutik, Cléver Jiménez junto a decenas de militantes de este partido, habían tenido que irse a la clandestinidad para esquivar la persecución policial. Se denunció la persecución a la profesora Mery Zamora, también ex presidenta del sindicato del magisterio, y a otros 500 activistas populares y sindicales, todo en el marco de la criminalización de las protestas que el gobierno ha implantado y que a partir del 9 de agosto próximo alcanzará mayores niveles cuando entre en vigencia la nueva reglamentación penal, que permitirá encauzar judicialmente a esos activistas solo por la presunción de que podrían estar organizando manifestaciones.
Para remate, justo al momento en que escribo estas líneas, la mayoría de diputados del partido de Correa en el Congreso Nacional, acaba de aprobar la Ley de Aguas, que crea posibilidades para que este recurso sea concesionado a sectores privados.
“Cosas veredes”, dijo el Quijote. Todo esto lo vi y escuché en un solo día, en un país cuyo gobierno es tenido en el extranjero como alternativo. Tomemos nota.