“Trick or treat!” (Un regalito o te hago una trampita), dicen los niños la noche de Halloween, el 31 de octubre de cada año.

La palabra “halloween” (“hallows’evening”-noche de brujas) proviene del inglés antiguo y significa “noche de todos los espíritus”, una tradición celta pre-cristiana que fue contrarrestada y luego remplazada por la fiesta de “todos los santos”, seguida por la de “todos los difuntos” el 1ro de noviembre.

“Humildemente pido perdón”-dijo el Papa Francisco en Bolivia. “Se cometieron graves pecados en el nombre de Dios contra los nativos de América”.

Así declaró  en julio de este año en Bolivia. Sin embargo, dos meses más tarde, durante su viaje a los EEUU, Francisco consagró “santo” a Junípero Serra, un español fanático, un perfecto “diablo”, responsable de la muerte de más de 62,000 indígenas de California, donde fundó 9 de las 21 misiones allí implantadas en el siglo 18.

Cuando el Gobernador de California, el también español Felipe de Neve, le llamó la atención a Junípero en el 1779 por la extrema crueldad a la que sometía a los “indígenas en “sus” misiones, el hoy “santo diablo” contestó, como el que orina y no lo siente: “Estas son las normas aprobadas en el seno de nuestra santa Madre Iglesia”. Así lo confirma el autor Elías Castillo en su libro “Una Cruz de espinas: la esclavitud de los indígenas en las misiones de California”.

Ante las miles de muertes prematuras de aquel genocidio, Castillo cuenta que Junípero Serra se refería a ellas como “el abono de la fe”. ¡Vaya diablo hijoeputa! Así lo llama Simón Moya, un indio escritor lakota de la tribu Oglada.

Cuenta también Elías Castillo que el “Almirante de la mar océana y dizque “descubridor” de América, ahorcó en La Española a 13 indígenas en memoria de los doce apóstoles de Jesucristo, representado éste por el último de los ahorcados.

Y, sin embargo, allí existe un famoso faro conmemorando su criminal memoria y reflejando la mentalidad taína, masoquista y genuflexa de los dominicanos.

De acuerdo con Elías Castillo, todos los años se le dedica  el 12 de octubre a este criminal en serie, recordando la masacre por la cual Francisco dizque pidió “perdón” en Bolivia, como antes había hecho su antecesor, el polaco “San” Karol Wojtyla (Juan Pablo II), a pesar de que hay evidencias de que este nuevo “santo” encubrió al pederasta en serie mejicano Marcial Maciel Degollado, ante el cual el “suicidado” Jozef Huesoloco (Wesolowski) fue un infeliz niño de tetas, porque Degollado degollaba a todo el que le pasara por el lado, diciendo que tenía “dispensa papal” para hacerlo. Estas son las contradicciones de nuestra “Santa” Madrastra Iglesia”.

Este diablo del siglo 18 de Junípero Serra fue “un hombre de su tiempo” y, por lo tanto, hay que excusarlo de sus barbaridades. Esa es la premisa en la que se ha fundamentado Francisco para convertirlo en “santo”, sin ningún respeto a las protestas masivas de los nativos de California. Sin embargo, de acuerdo con Steven Newcomb, un abogado indígena fundador del “Instituto legal para los indígenas”, estos son crímenes clásicos, y, como la música clásica y los clásicos de la literatura universal, permanecen para toda la vida.

Estas son las palabras textuales de Steven Newcomb: “Coaccionar y chantajear en el nombre de Dios era normal entre los católicos europeos, algo fundamentalmente maligno e inadmisible para las culturas indígenas. Legalmente, no se puede aplicar los mismos parámetros jurídicos a dos culturas totalmente distintas y contradictorias. Los crímenes de Junípero Serra, como los de los otros grandes criminales históricos europeos, que vinieron a implantar su fe o la muerte instantánea, son crímenes de lesa humanidad y no prescriben jamás, por más perdones que pidan los papas”.

Steven Newcomb, un “indio” shawní de la tribu Lenape, es productor del documental “La doctrina del descubrimiento de América: desenmascarando el código de las culturas dominantes”. El argumenta que las acciones de Junípero Serra representan al inexcusable sistema de dominación europea, que justificaba la deshumanización sistemática y la esclavitud, además de la violación flagrante de los derechos humanos de las naciones violadas. “Eso no tiene ningún tipo de perdón”, concluye Newcomb, y añade lo siguiente: “No le pedimos al Papa Francisco que nos pida perdón, porque no existe ningún perdón para este tipo de genocidios. Lo que le pedimos es la abolición de las bulas papales (los edictos) que incitaron a estos criminales históricos a la exterminación de nuestra raza y al robo masivo de nuestras tierras. También pedimos que se anule el día 12 de octubre como día festivo en las tierras que fueron masacradas por esa mentalidad diabólica”.

Junípero Serra era un diablo, no un santo, como pretende Francisco.

En otras palabras, que Junípero Serra, el mal llamado “primer santo español en territorio estadounidense”, fue un gran ejemplo, no de santidad, sino de intransigencia y fanatismo religioso, la antítesis de lo que debe de ser un santo, por más perdones que pida Francisco, diciendo una cosa y haciendo otra en menos de tres meses, como siempre hacen los papas.

Con una extraordinaria capacidad para las relaciones públicas, Francisco exaltó al diablo de Junípero Serra a los altares, ignorando a los nativos de California, al mismo tiempo que dijo frases bonitas sobre la contaminación ambiental, sobre las familias cristianas y sobre los inmigrantes. Después, y como si nada, se trepó en su avión de American Airlines fletado, impartió su bendición “urbis et orbis” (a la ciudad y al mundo) desde los aires, y dejó a todo el mundo mirando nimitas y con caras largas de que “aquí no ha pasado nada de nada” y san se acabó lo que se daba.

Solamente faltaron dos o tres brujas para convertir este cuento en un verdadero cuento de Halloween.