Debemos felicitarnos como país, y con nuestras felicitaciones, felicitar al presidente Luis Abinader, quien se empantalonó desde el principio y denunció lo que a todas luces constituía y constituye un atraco a mano armada al erario de nuestro amado país.
Rescindir de mutuo acuerdo un pacto obviamente lesivo a la patria resulta una victoria cívica que debemos reconocer sobre todas las cosas, sin mezquindades y sin egoísmos. Se hizo un gran trabajo, sin consecuencias litigiosas o variables preocupantes sobre la inversión extranjera en el país. Mas ahora, donde las principales empresas que rigen el riesgo en el mundo han mejorado en este sentido nuestra calificación.
No obstante lo anterior, y ahora que estamos sacando cuentas y que nuestras acciones y las de los demás tienen consecuencias, entiendo que debe profundizarse un poquito más, debe llegarse a la revisión de las letras chiquitas, a las relaciones espurias y traidoras que llevaron al Gobierno dominicano y al Congreso a suscribir una barbaridad de tan graves consecuencias, que le costó al pueblo dominicano miles de millones de pesos y aun cuesta.
¿Quiénes eran la contrapartida dominicana que se beneficiaba de este latrocinio, dónde eran transferidos los dineros del peaje sombra, cómo eran distribuidos estos dineros, qué abogados fueron consultados y aprobaron suscribir esta barbaridad; en definitiva, llegar a saber cómo fue posible que esto pasara en un país que se supone civilizado?
La tomadura de pelo que representó la suscripción de este leonino contrato debe tener consecuencias y, según se nos enseña en la Universidad, solo hay que ubicar dónde iba el dinero.
¿Qué empresa dominicana sirvió de contraprestación para esta barbaridad que aún nos costará más de veintitrés mil millones de pesos, o cuatrocientos diez millones de dólares, como si de dulces para niños se tratara?
He oído en muchas ocasiones que este es un país pobre, sin embargo, derrochamos el dinero como si fuéramos una sociedad sumamente rica y este derroche, hasta ahora, no había tenido consecuencia alguna. Esperemos que esto cambie.
El ejemplo de los escáneres de la Junta Central Electoral, que cayeron en el olvido y que no sirvieron ni para mandar una simple cartita, es una clara evidencia de cómo puede botarse el dinero en nuestro país. Decenas de millones de dólares, simplemente, tirados a la basura, tampoco sin consecuencias.
Con esta sincera felicitación, otorgando al presidente un voto de admiración necesario y coherente, también sugerimos que se designe una o dos personas (no una comisión) que, investida del poder del Estado, investigue a fondo los introitos de todo aquello que tiene que ver con el original planteamiento de una alegada concesión que, más que esto, fue la expresión del latrocinio mas absurdo, palpable y evidente y que hizo millonarios a todos aquellos que participaron en el mismo.
Solo un poquito más, un chin, que permita el resarcimiento, por lo menos moral, de saber sometidos a aquellos que se beneficiaron vulgarmente de los dineros del pueblo y se prestaron para una traición de tal magnitud y continuidad.
Tal desvergüenza no debe ser premiada con la simple satisfacción de una rescisión necesaria y anhelada, deben identificarse y ponérsele la coroza de los herejes, a los santos ladrones que empollaron ese huevo de tiranosaurio. O en su defecto, guindarlos por las gandumbas como decía mi santa abuela santa.