En estos días se ha vuelto comidilla un video en el que se puede ver a un hombre lanzando un líquido a la cara de una mujer en un establecimiento comercial.
Aunque, según cuentan, el hecho ocurrió a mediados de mes, se necesitó una semana para que trascendiera que Jazhiel Morel Tejeda fue el hombre que agredió a Raysa Vásquez, empleada de la tienda en una estación de combustibles, al tirarle dos vasos de café caliente en el rostro.
Entre otros datos, algunos inventados y muchos movidos por morbosidad, trascendió que Morel Tejeda había sido, hasta que se enteraron de su actuación deleznable, administrador de la academia del equipo de béisbol los Nacionales de Washington, en Boca Chica, y que además cuenta con varios registros comerciales a su nombre en el país.
Como toda información que se vuelve “viral”, el hecho ha sido tema de “análisis” para diversos círculos sociales, en el país y en el extranjero. Y así seguirá siendo hasta que otro hecho, con mayor potencial para desviarnos de lo esencial, se encargue de “darnos comidilla”.
Es pertinente aclarar. No es que se le reste importancia. Se trata de una agresión, por demás, a una dama. Por ello, en consonancia con el interés que hemos de ponerle, y hasta para destacarlo más, antes de que salga de escena por simple sustitución, vale enfatizar algunas lecciones del sonado caso.
De entrada, es muy aleccionador reparar en que, con el simple hecho de detenerse, respirar y pensar (como mucho, un minuto), este hombre pudo evitar, agredir a una dama, perder un empleo muy importante, las molestias que hoy viven su familia y la de la mujer agredida, entre otras consecuencias que podrían estar por venir.
Sería tarea de especialistas en el comportamiento humano seguir “sacando filo” para que obtengamos otras lecciones del repudiable hecho. Mientras alguien se motiva, vale citar al psicólogo estadounidense Daniel Goleman, para quien inteligencia emocional “implica cinco capacidades básicas: descubrir las emociones y sentimientos propios, reconocerlos, manejarlos, crear una motivación propia y gestionar las relaciones personales”.
Pero también hay lecciones vinculadas a las organizaciones empleadoras de las personas directamente involucradas en el hecho. ¿Nos hemos animado a comparar las acciones llevadas a cabo por los Nacionales de Washington y por la estación de combustibles en donde labora la agredida, Raysa Vásquez? ¿Por qué ese club de béisbol decide prescindir de los servicios de una persona como Jazhiel Morel?
Aunque muchos demuestran no entenderlo, vivimos una etapa de la humanidad en que se ha descubierto que las acciones comunican más que las palabras. Pero todavía más: las empresas modernas saben muy bien que cada servidor suyo se convierte en su imagen, que es percibida por el público y asociada a la reputación de la organización.
La imagen se ha convertido en un activo para las empresas. Pero no en un activo cualquiera. Como plantea el comunicólogo Paul Capriotti, “la imagen corporativa adquiere una importancia fundamental, creando valor para la empresa y estableciéndose como un activo intangible estratégico de la misma”.
La diferencia es muy clara. Un negocio tradicional paga por mano de obra a quien le vende su fuerza de trabajo y demuestra capacidad para generar ganancias. Pero una organización moderna valora su capital social y cuida su imagen porque entiende que eso envía un claro mensaje (con acciones) a la competencia, a los clientes y a toda la sociedad. Es que ahora las acciones y los mensajes han pasado a ser considerados como determinantes de cara a mostrar el valor diferenciador de una organización.
Las lecciones pueden ser muchas. Para encontrarlas a modo de “lluvia de ideas”, estas preguntas pueden ayudar: ¿Por qué antes de difundir el video no trascendió este hecho? ¿Ya nos dimos cuenta de que cada vez hay menos vida privada? ¿Cuáles cambios debemos integrar a raíz de esta nueva realidad? ¿Por dónde pueden comenzar nuestras empresas a valorar su capital social? ¿Cuál es el futuro (que comienza ahora) para las empresas que no gestionan adecuadamente su imagen?
Finalmente, conviene recordar que cuando no hacemos la tarea (o cuando la hacemos bien o mal), los resultados suelen aparecer en las calificaciones.