No conforme talvez con dirigir sagazmente la frágil nave de la agropecuaria nacional hacia un puerto seguro, y desde la Junta Agroempresarial Dominicana (JAD) servir de mecenas a los mejores exponentes de la plástica local, el titular del MARD ha ofrecido el pasado martes 11 de febrero un testimonio de su extraordinaria sensibilidad y de su compromiso con nuestra historia.

Ese día se realizó en la funeraria SAVICA de la avenida Pasteur el velatorio del Bachiller Técnico Emilio Federico Ventura Simó (1950-2020) quien durante por casi cuatro décadas laboraba –aún no estaba jubilado – en el Ministerio brindando sus servicios en diferentes Departamentos, siendo el de Frutales el último en recibir sus valiosas prestaciones.

Siempre se distinguió por su temprano arribo a su espacio de trabajo; por su perpetua afabilidad con todos los compañeros de labores y por su eficiencia en el desempeño de sus funciones. Un rasgo personal que lo tipificaba era su impenitente tabaquismo, adicción probablemente derivada de los traumatismos psíquicos padecidos en su adolescencia durante la tiranía trujillista.

Debemos señalar que su hermano Juan de Dios Ventura Simó piloto de la Aviación Militar Dominicana –AMD – desertó de sus filas hacia el exilio incorporándose luego a los expedicionarios que el 14 de junio de 1959 tomaron tierra en Constanza. Apresado por miembros del Ejército fue llevado luego a la Cancillería donde ante el Cuerpo Diplomático de entonces fue coaccionado a elogiar al régimen para luego ser torturado hasta morir en presencia de escogidos familiares –eso se decía –.

A sabiendas de su brillante hoja de servicios en la institución y del horrible martirio de su hermano al querer liberarnos de la dictadura, un equipo de funcionarios del MARD –en especial Alvarado y José Ma Cabral – logró que su cortejo fúnebre se desviara un poco de su itinerario para que en el pórtico del inmueble su titular, Osmar Benítez, le despidiera con los honores correspondientes consistentes básicamente en la repentización de un sentido panegírico.

Una nutrida representación de sus compañeros de trabajo pertenecientes a todos los Departamentos del Ministerio se dio cita alrededor de la carroza funeraria, cuya compuerta trasera permaneció abierta durante el acto. Familiares del fallecido, amistades varias y figuras cimeras del funcionariado de la cartera, se colocaron avistando el ataúd que permaneció cerrado durante la institucional despedida.

En atención a su estilo y con la convincente e improvisada retórica a la cual nos tiene acostumbrados, en su enaltecimiento a la persona que lamentablemente despedíamos el Ministro resaltó los largos años que tenía viéndole en la entidad; su cotidiana llegada antes de que saliera el sol; su contentamiento al saludarle y en ocasiones compartir una taza de café, y consabidas anécdotas referentes a Don Emilio.

Simbólicamente Benítez también le decía adiós a uno de los sobrevivientes sanguíneos de quien fue supliciado con saña por adversar la tiranía en su tramo final, y como reivindicación, y desde el ajusticiamiento de Trujillo, una calle del Centro de los Héroes fue bautizada con su nombre. Esta vía bordea por el frente norte los antiguos edificios A y B de la vieja Secretaría de Estado de Agricultura, así como del local que hoy ocupa la OSEPA.

Como contrapunto a las palabras ministeriales se escuchaba el llanto, los sollozos y gemidos que sus conmovedoras expresiones incitaban entre sus compañeros de labores, siendo muy patética la escena donde abrazó a los familiares y parientes del fallecido cuyo menudo semblante vagará en lo adelante, y de una manera espectral, por los espacios del Ministerio que por años le acogieron con el mismo afecto que él le prodigaba a los demás.

Sólo Benítez podía alentar el desarrollo de un evento tan hermoso, como emotivo.