MAHMOUD ABBAS no estaba presente en mi primera reunión con Yasser Arafat durante el sitio de Beirut en la Primera Guerra del Líbano. Esa fue, como se recordará, la primera reunión entre Arafat y un israelí.

Algunos meses más tarde, en enero de 1983, se organizó una reunión entre Arafat y la delegación del Consejo Israelí para la Paz entre Israel y Palestina, que consistió entre el general  (retirado) Matti Peled, ex director general del Tesoro, Yaakov Arnón, y yo.

En el aeropuerto de Túnez, un funcionario de la OLP nos pidió reunirse con Abbas antes de reunirse con el propio Arafat. Abbas estaba a cargo de las relaciones con los israelíes. Hasta entonces yo había oído hablar de él solo a los dos miembros de alto rango de la OLP con los cuales había llevado a cabo conversaciones secretas, Said Hamami (que fue asesinado) e Issam Sartawi (que también fue asesinado).

Mi primera impresión de Abu Mazen (el “nom-de-guerre” de Abbas) es que era muy diferente de Arafat, quien de hecho, era todo lo contrario. Arafat era una persona cálida, extravagante, extrovertida, que tocaba, abrazaba. Abbas es una persona fría, introvertida, práctica. (“Mazan”, por cierto, en hebreo significa “hoja de balance”)

Arafat fue el líder perfecto para liberación nacional, y se encargó de hacerse ver de esa manera. Siempre llevaba un uniforme. Abbas se ve como un director de instituto y siempre lleva un traje europeo.

CUANDO ARAFAT fundó Fatah al final de la década de 1950 en Kuwait, Abbas fue uno de los primeros que se unió. Él es uno de los “fundadores”.

Eso no fue fácil. A casi todos los gobiernos árabes no les gustaba el grupo recién nacido, que dijo hablar en nombre del pueblo palestino. En ese momento, cada gobierno árabe afirmaba representar a los palestinos y trató de explotar la causa palestina para sus propios fines. Arafat y su gente tomaron esa causa en sus manos, y por eso fueron perseguidos en todo el mundo árabe.

Después de esa primera reunión con Abbas, me reuní con él en todas mis visitas a Túnez. Conferí primero con Abbas, discutimos los planes para posibles acciones para promover la paz entre los dos pueblos. Cuando nos habíamos puesto de acuerdo sobre iniciativas posibles, Abbas diría: “Ahora vamos a presentarle esto al Rais” –al jefe.

Nos trasladamos a la oficina de Arafat y presentamos las propuestas que habíamos ideado. Cuando apenas habíamos terminado, Arafat diría “Sí” o “No”, sin la menor vacilación. Siempre me impresionó su rapidez mental y su capacidad para tomar decisiones. (Uno de sus oponentes palestinos me dijo una vez: “Él es el líder porque es el único lo suficientemente valiente como para tomar decisiones”.)

En presencia de Arafat, el lugar de Abu-Mazen estaba claro: Arafat era el líder que tomaba las decisiones; Abbas era asesor y ayudante, al igual que todos los demás “Abus” −Abu-Jihad (que fue asesinado), Abu-Iyad (fue asesinado) y Abu Alaa (que todavía está vivo).

En una de mis visitas a Túnez, me pidieron que hiciera un favor personal: llevarle a Abbas un libro sobre el juicio Kasztner. Abu Mazen estaba escribiendo una tesis doctoral para una universidad en Moscú acerca de la cooperación entre los nazis y los sionistas −un tema muy popular en la época soviética. (Israel Kasztner era un funcionario sionista cuando los nazis invadieron Hungría. Él trató de salvar judíos mediante la negociación con Adolf Eichmann.)

ARAFAT NO envió a Abbas a Oslo, porque Abbas ya era demasiado reconocible. En su lugar envió Abu-Alaa, el experto financiero desconocido de la OLP. Toda la operación la inició Arafat, y supongo que Abbas tuvo una parte en ella. En Israel, hubo una pelea entre Isaac Rabin, Shimon Peres (quien falleció recientemente) y Yossi Beilin sobre quién merecía la gloria, pero la iniciativa de Oslo en realidad procedía de la parte palestina. Los palestinos la comenzaron y los israelíes reaccionaron. (Eso explica, por cierto, la triste historia de los acuerdos de Oslo).

Como ya he señalado en un artículo anterior, los comités del Premio Nobel galardonaron con el premio de la paz a Arafat y Rabin. Los amigos de Peres en todo el mundo se irritaron, por lo que el comité añadió a Peres a la lista. La justicia exigía que también Abbas debía recibir el premio, pero los estatutos del Nobel permiten conceder sólo tres premios. Así que Abbas no consiguió el premio. Esa fue una injusticia flagrante, pero Abbas se mantuvo tranquilo.

Cuando Arafat regresó a Palestina todas las festividades de le dedicaron a él. Esa noche, cuando hice el recorrido entre las multitudes delirantes alrededor de la sede temporal de Arafat en el Hotel Palestina, a Abbas no se le vio por ninguna parte.

Posteriormente, Abbas se mantuvo en las sombras. Obviamente, él tenía otras tareas y ya no estaba a cargo de los contactos con los israelíes. Vi a Arafat muchas veces, y en dos ocasiones serví como “escudo humano” en su oficina de Ramala, cuando Ariel Sharon puso en peligro su vida. Vi a Abbas sólo dos o tres veces (Recuerdo una anécdota: Una vez, cuando Arafat insistió en tomar las manos de mi esposa Rachel y mías y nos llevó a la entrada del edificio, nos encontramos con Abbas. Nos dimos la mano, intercambiaron cortesías y eso fue todo.)

Rachel y Abbas eran de la misma edad y ambos habían pasado gran parte de su infancia en Safed. El padre de Rachel tenía una clínica en el Monte Canaán en Safed y una vez se especuló si siendo niño Abbas había sido tratado por él.

CUANDO ARAFAT murió (asesinado, yo creo), Abbas fue su sucesor natural. Como miembro fundador era aceptable para todos. Farouk Kaddoumi, de igual rango, es un partidario del régimen Baath en Damasco y rechazó el acuerdo de Oslo. Y no regresó a Palestina.

Me encontré con Abbas en la ceremonia de duelo de Arafat en el Mukata. Se sentó junto al jefe de la inteligencia egipcia. Después nos dimos la mano, y vi por el rabillo del ojo que él trató de explicar a los egipcios quién era yo.

Desde entonces, Abbas ha servido como el presidente de la “Autoridad Nacional Palestina”. Esta es una de las tareas más difíciles en la tierra.

Un gobierno nacional bajo la ocupación se ve obligado a andar por una línea muy estrecha. Puede caerse en cualquier momento hacia un lado (colaboración con el enemigo) o al otro (supresión por las autoridades de ocupación).

A la edad de 17 años, cuando yo era un miembro del Irgún, mi compañía llevó a cabo un simulacro de juicio a Philippe Pétain, el mariscal puesto por los nazis a la cabeza del gobierno de Vichy que funcionaba bajo el régimen nazi en el “desocupado” sur de Francia.

Mi trabajo consistía en “defender” a Pétain. Dije que era un patriota francés, que intentó salvar lo salvable después de la caída de Francia, para asegurar que Francia estuviera todavía allí en la hora de la victoria.

Pero cuando llegó la victoria, Pétain fue condenado a muerte y se salvó sólo por la sabiduría de su enemigo, Charles de Gaulle, el líder de la Francia Libre.

No hay posibilidad de salvaguardar la libertad bajo la ocupación. Cualquiera que trate de hacerlo se encuentra en una pendiente resbaladiza, tratando de satisfacer al ocupante y de proteger a su pueblo del daño. En el transcurso de los años, el régimen de Vichy se vio obligado a colaborar con los alemanes, paso a paso, desde la persecución del clandestinaje hasta la expulsión de los judíos.

Además, cuando hay una autoridad, incluso bajo la ocupación, los grupos de intereses resurgen. Algunas personas adquieren un interés en el statu quo y apoyan la ocupación. Pierre Laval, un oportunista político francés, llegó a la cima en Vichy, y un buen montón de franceses se aglomeró en torno a él. Al final, fue ejecutado.

ABBAS SE encuentra ahora en una situación similar. Una situación imposible. Él juega al póker con las autoridades de ocupación, cuando ellos tienen los cuatro ases, y él no tiene en su mano nada más que una carta de menor importancia.

Él ve su trabajo como guardián de la población palestina ocupada hasta el día de la liberación −hasta el día en que Israel se vea obligado a renunciar a la ocupación en todas sus formas− los asentamientos, el robo de tierras, la opresión.

Obligado a renunciar, pero ¿cómo?

Abbas se opone a la resistencia violenta (el “terrorismo”). Creo que tiene razón en esto. Israel tiene un enorme ejército, la ocupación no tiene frenos morales (véase: Elor Azaria). Los actos de los “mártires”" pueden reforzar el orgullo nacional de la población palestina, pero consiguen que la ocupación empeorare y no conduce a ninguna parte.

Abbas ha adoptado una estrategia de acción internacional. Él está invirtiendo una gran parte de sus recursos en la consecución de una resolución de la ONU pro-palestina, una resolución que condene la ocupación y los asentamientos y reconozca a Palestina como miembro de pleno derecho de la ONU. En este momento, Benjamín Netanyahu teme que el presidente Obama podría utilizar los dos meses de irresponsabilidad −entre día de la elección y el final de su período en el cargo− para dejar que se apruebe tal resolución.

¿Y qué? ¿Reforzará eso de alguna manera la lucha del mundo contra la ocupación israelí? ¿Disminuirá esto en un dólar la ayuda de Estados Unidos a Israel? Anteriormente, sucesivos gobiernos israelíes han ignorado decenas de resoluciones de la ONU, y la posición internacional de Israel sólo ha mejorado.

Los palestinos no son un pueblo de estúpidos. Ellos saben de todos estos hechos. Una victoria en la ONU va a alegrar sus corazones, pero ellos saben que va a hacer muy poco para ayudarlos de manera práctica.

YO NO doy consejos a los palestinos. Siempre he creído que un miembro de la parte que ocupa no tiene derecho a dar consejos a los ocupados.

Pero me permito pensar en voz alta, y estos pensamientos me llevan a la convicción de que el único método eficaz para una población ocupada es la desobediencia civil, la oposición popular no violenta a la ocupación, la desobediencia total al conquistador extranjero.

Este método fue refinado por la oposición de la India a la ocupación británica. Su líder, Mahatma Gandhi, fue una personalidad inusual, una persona moral con mucha perspicacia política práctica. En la India, algunas decenas de miles de efectivos militares y civiles británicos se enfrentaron a más de un millón de indios. La desobediencia civil puso fin a la ocupación.

En nuestro país, la relación de fuerzas es muy diferente. Pero el principio es el mismo: ningún gobierno puede funcionar por mucho tiempo cuando se enfrenta a una población que se niega a cooperar con ella de manera alguna.

En esta lucha, la violencia siempre la implementa la ocupación. La ocupación es siempre violenta. Por lo tanto, en una lucha no violenta de desobediencia civil, muchos palestinos van a morir, el sufrimiento en general aumentará mucho. Pero esa batalla se va a ganar. Siempre ha sido así cuando se ha aplicado.

El mundo, que está expresando su profunda solidaridad con el pueblo palestino, mientras que coopera con el régimen de ocupación, se verá obligado a intervenir.

Y, lo más importante es que el pueblo israelí, que ahora está mirando a lo que está sucediendo unas decenas de millas de sus hogares como si estuviera ocurriendo en Honolulu, despertará. Lo mejor de nuestra gente se unirá a la lucha política. El débil campo de la paz se hará fuerte otra vez.

EL RÉGIMEN de ocupación está muy consciente de este peligro. Trata de debilitar a Abbas por cualquier medio. Acusa a Abbas de “incitación” –que significa la oposición a la ocupación−, como si fuera un enemigo brutal. Todo esto mientras las fuerzas de seguridad de Abbas cooperan abiertamente con la policía y el ejército de ocupación.

En la práctica, la ocupación fortalece el régimen de Hamas en la Franja de Gaza, que odia a Abbas.

Las relaciones entre Hamas y el gobierno israelí se remontan a un largo camino. En los primeros años de la ocupación, cuando todo tipo de actividad política en los territorios ocupados estaba estrictamente prohibido, sólo los islamistas fueron autorizados a mantenerse activos. En primer lugar, porque era imposible cerrar las mezquitas; y en segundo lugar, porque las autoridades de ocupación creían que la enemistad de los musulmanes religiosos hacia la OLP secular debilitaría a Arafat.

Esta ilusión se esfumó al comienzo de la primera Intifada, cuando se fundó Hamas y rápidamente se convirtió en la organización de resistencia más militante. Pero incluso entonces, las autoridades de ocupación vieron en Hamas un elemento positivo, ya que dividía la lucha palestina.

Hay que recordar que la Franja de Gaza separada es una invención israelí. En el acuerdo de Oslo, Israel se comprometió a abrir cuatro “pasos seguros” entre Cisjordania y la Franja de Gaza. Bajo la influencia del Ejército, Rabin violó esta obligación desde el principio. Como resultado, la Banda Occidental quedó totalmente cortada de la Franja, y la situación actual es el resultado directo de ello.

La gente de todo el mundo se pregunta por qué Netanyahu denuncia diariamente a Abbas como un “incitador” y “patrocinador del terrorismo”, sin mencionar a Hamas. Para resolver este misterio, hay que entender que la derecha israelí no teme a la guerra, pero tiene miedo de la presión internacional, y por lo tanto, el “moderado” Abbas es mucho más peligroso que el “terrorista” de Hamas.

LA RESISTENCIA civil no se va a producir en un futuro próximo. El público palestino aún no está maduro para ello. Además, Abbas no es el líder adecuado para esa lucha. Él no es un Gandhi palestino, ni un segundo Mandela.

Abu Mazen es el líder de un pueblo que trata de sobrevivir en circunstancias imposibles hasta la situación dé un vuelco.