Recuerdo un artículo de octubre del 2006 de Adriano Miguel Tejada en el que planteaba la esencia de los problemas que afectan a la sociedad. Y lo hizo de la manera más sencilla, relacionándolo con un dolor de cabeza diario como es el de los apagones. Pero no se refería al apagón que implica una interrupción de la energía eléctrica, sino “al más importante que sufrimos”, para decirlo con sus propias palabras: el apagón de las voluntades.
El artículo estaba basado en la queja de un sacerdote en una misa celebrada quince años antes. Resultaba sorprendente y trágico que década y media después, el autor pudiera transcribirlo sin necesidad de ningún arreglo, lo cual indicaba que esta sociedad se encontraba y lo sigue todavía en lo esencial paralizada. “La crisis de la energía eléctrica no hubiera ocurrido si no existiera la crisis de la energía ciudadana”, escribió Tejada. “No nos hubiésemos acostumbrado al apagón eléctrico si no estuviéramos muy conformes con el apagón de voluntad que tenemos desde hace tiempo”.
Al referirme al artículo escribí entonces que esa falta de voluntad para acometer grandes tareas hasta el final es una característica del carácter nacional y una constante en nuestra vida política. Ausencia particularmente notoria en la dificultad para poner en marcha proyectos respecto de los cuales parecemos estar de acuerdos. Si examinamos el discurrir del quehacer político nos daremos cuenta la falta de voluntad que esa clase política exhibe incluso para cumplir con lo acordado, aún en aquellos casos graves en que la suerte del país ha estado en juego. Son incontables los ejemplos de las veces que grandes acuerdos nacionales suscritos bajo juramento de lealtad al país y a la democracia, han sido abandonados con la tinta aún fresca en el papel. Ese artículo de Tejada sigue siendo un buen ejemplo del mejor periodismo de opinión.