El próximo día 18 de febrero se cumplirá un año desde que iniciamos esta columna de los sábados sobre arquitectura bioclimática, eficiencia energética y sostenibilidad. Ha sido un año muy interesante para nosotros, puesto que hemos tenido el gran placer y desde luego el privilegio de compartir ideas, conceptos e incluso consejos sobre este tema que nos apasiona y al que nos dedicamos profesionalmente.

La arquitectura y la energía –nombre con el que hemos identificado este aporte semanal- van muy ligadas en el mundo que nos ha tocado vivir; y no es difícil que estén muy ligadas puesto que la energía está relacionada a todo cuanto nos rodea. Todo es energía de alguna manera, ya sea como causa o consecuencia.

En el campo de la arquitectura el concepto energía se plantea de muy diversas maneras, algunas de las cuales hemos venido compartiendo en las 52  entregas anteriores de Arquitectura y Energía .

Si la energía tiene que ver con todo cuanto nos rodea, la arquitectura por su lado tiene que ver mucho con otro tanto. El arquitecto – y por ende la disciplina que practica- ha sido el gran humanista del pasado siglo veinte y sigue siéndolo aún.

Combinar la arquitectura y la energía no es un capricho. El ejercicio de la profesión, de acuerdo a las demandas actuales del ser humano y su interrelación con el medio que le rodea, compromete al arquitecto a tratar de dar respuestas, partiendo de posibles escenarios donde el buen uso y el buen manejo de los recursos energéticos es imprescindible para garantizar el equilibrio social y medioambiental.

Cuando hablamos de arquitectura bioclimática – como  hemos venido haciendo por aquí- se puede pensar que es un término de moda emparentado con la nueva tendencia Green del mundo. Sí que es cierto que lo verde está de moda; también es cierto que todo lo que lleve el apellido ecológico o sostenible vende; pero una verdad incontrovertible es que el concepto arquitectura bioclimática no es más que un nuevo nombre dado a la buena arquitectura, a la arquitectura de toda la vida que ha sido responsable con su entorno y con el usuario, aquella que ha venido planteando soluciones de confort sin dañar el medioambiente y que interactúa con su entorno de manera armónica, equilibrada e inteligente. Es aquella que aprovechando las ventajas de su emplazamiento, procura no lesionar el ambiente social y natural que le rodea aún cuando las condiciones climáticas puedan ser adversas.

Esa arquitectura bioclimática – la buena de toda la vida- es la que aprovecha el sol, el viento, las horas de sombra, el agua  y que no compromete el ciclo de vida de nada con lo que se vincula, sino que aprovecha de manera sostenible todo aquello con lo que está interrelacionada.

A esa arquitectura buena, se le añade un factor que aún no siendo nuevo sí que aprovecha las nuevas tecnologías: la eficiencia energética. Esta eficiencia energética queda de manifiesto no solo en el uso de equipos que resulten altamente rentables desde el punto de vista medioambiental; va más allá y se evidencia en la reducción de la huella ecológica en los procesos de fabricación y puesta en obra de materiales y su vida útil.

Queda mucho por caminar para la arquitectura y su alianza con la eficiencia energética, pero también es mucho lo que se ha avanzado y eso nos llena de esperanza. Es precisamente esta esperanza la que nos anima a seguir insistiendo en esta manera de hacer las cosas y es el convencimiento de que nuevos y verdes horizontes (valga el término de moda) nos aguardan si continuamos esta senda que predicamos cada semana gracias a  ww.acento.com.do

Muchas gracias y hasta el próximo sábado.

Dedicado a Eloísa Cano Hutton.