“Hay hombres que luchan un día y son buenos. Hay otros que luchan un año y son mejores. Hay quienes luchan muchos años, y son muy buenos. Pero los hay que luchan toda la vida: esos son los imprescindibles”- (Bertolt Brecht)

Hay un lema que aprendí de un compañero de estudios en el Instituto Politécnico Loyola de San Cristóbal, cuando cursaba mis estudios de agronomía, que rezaba: "En todo insistir, persistir, resistir, no desistir". Puedo confesar que es mi referente cada día. Nunca ha dejado de darme resultados, aunque sólo sea la incomprensión de mis coetáneos, sin que eso me quite la paz.

Un viejo sabio decía, " si vas hacer algo y no eres capaz de asumir algún sacrificio por eso que haces,  no tendrá ningún valor para ti, lo que no te cuesta nada no vale nada".

No bastan los buenos deseos, pues los cementerios y el infierno estarán llenos de personas que tuvieron buenos deseos, pero no se atrevieron a dar un  paso en la construcción del bien y del amor. No bastan las luchas heroicas, si uno no ha sido capaz de sacrificarse por su terruño con el pasar de los años, si no hemos sido capaces de dedicar algunas horas nalgas en el uso de la razón y del corazón. Horas que en cualquier caso, cuestan sacrificios, pérdidas personales para ganancias colectivas.

El amor por un pueblo no se arma con discursos y retóricas flacuchentas, ni consignas panfletarias soñolientas y en algunos casos, esmorecidas. Los problemas se resuelven con propuestas que tienen formas, vestidos, rostros,  y con medidas y acciones concretas.

El amor por un pueblo no se muestra con el sacrificio propio de un momento de gloria, o de que nos aten a una cruz y nos quemen vivo o nos sacrifiquen o tengamos pendida sobre nuestras cabezas la orden o la amenaza del degüello o descuartizarnos. Uno ama a su pueblo muriendo cada día,  entregando horas para que seamos distintos y vivamos distintos, donde muchos seres humanos tengan una segunda oportunidad en la faz de la tierra y puedan alcanzar la estatura de seres humanos, porque en las condiciones en que sobreviven, es la imagen de los perros realengos, quienes sobreviven de las migajas que caen de las mesas opulentas y de las estructuras diabólicas  de una  sociedad indolente.

Creo en la gente que lucha cada día por el bienestar de todos. No por moda o figureo, o por mandato de alguna religión o grupo, o el mandato del partido. Uno no puede ser malo en una esfera del pueblo y querer ser bueno en otra. La doble moral no es hija del amor, que engendra amor en cualquier forma.

“El amor para que sea verdadero tiene que doler o lastimar”, decía Madre Teresa de Calcuta. El amor debe tener historia de dolor y compromisos, con los mejores intereses de una comunidad, sino sería otra cosa. Porque "hay gentes que nos quieren tanto que nos hacen daños", concluyo con  del poeta de Perú,  sar Vallejo.