La primera vez que hice un morí-soñando me estaban mirando dos escandinavos y un alemán. Me miraron horrorizados, agitados. ¡Horror! "¿Pero cómo le echarás leche al jugo de naranja?", me dijeron, mientras apelaban a un par de dioses vikingos para que me acompañasen en mi tragedia química. Y ese será el punto: lograr una combinación entre lo opuesto, que no se corte la leche, por favor, que no se ponga agria. Ese arte de lograr el punto ideal del morísoñando ha sido el gran aporte del país dominicano a la humanidad. Entre la leche y la naranja, los pedazos de hielos como mediadores, como elementos de redención, de equilibrio. Olvídense del merengue, la pelota, los cueros, los congresistas, las megadivas, sí. ¡El arte del morí-soñando es lo más grande que hemos producido en nuestra media-isla! Y ese concepto tan Calderón de la Barca y no te agaches, tan ven aquí y muramos soñando.