Las últimas palabras son epitafios hablados, últimas líneas de diálogo de esa pieza teatral que es la vida. Al igual que los epitafios, las últimas palabras dicen mucho más sobre la vida que sobre la muerte de los difuntos. Son, en general, una muestra fidedigna de cuáles fueron sus personalidades, sus maneras de vivir y de ver la vida.
Hay últimas palabras cómicas. Al ver a toda su familia alrededor de su lecho de muerte, Lady Nancy Astor, primera mujer que ocupó un puesto en el parlamento inglés, preguntó:”¿Me estoy muriendo o es mi cumpleaños?”“Qué se vayan al carajo el mundo y todos los que viven en él, excepto tú, Charlotte”, dijo el actor W.C. Fields a su amante.
Hay últimas palabras terribles. “Que Dios se apiade de mi pobre alma”, dicen que dijo Edgar Allan Poe. “Aplaudan amigos, la comedia ha terminado”, dijo Beethoven antes de morir “¿Cómo saldré de este laberinto?”, fueron las últimas palabras de Simón Bolívar “¿Tú también, hijo mío?” dijo Julio César a Bruto, su hijo adoptivo, al comprobar que se encontraba entre sus asesinos. George Eastman, fundador de Kodak escribió antes de suicidarse: “Ya lo he hecho todo, ¿Para qué esperar?” “Sé que me van a matar. Disparen, cobardes, que solo matarán a un hombre”, dicen que dijo Che Guevara a quienes lo ultimaron.
Hay últimas palabras humildes. “Oh, Dios” fueron las de Mahatma Gandhi, al recibir el disparo mortal. “Dios, Dios,¿Por qué me has abandonado?”, fueron las últimas palabras del Cristo. “Este es el último día en la Tierra ¡Qué contento estoy!”: estas fueron las últimas palabras de John Quincy Adams, sexto presidente americano. “Disculpe señor, no lo hice a propósito”, dijo la reina francesa María Antonieta, al pisar el pie del verdugo, camino a la guillotina. “¡Más luz!”, dijo Goethe al morir.
Hay últimas palabras incomprensibles. “Crito, recuerda que le debemos un gallo a Esculapio, no lo olvides”, fueron las últimas palabras del filósofo griego Sócrates. Los especialistas no se ponen de acuerdo sobre su significado. Y las más incomprensibles de todas fueron las de Einstein: Las dijo en alemán. La enfermera que lo atendía solo hablaba inglés.
Naturalmente, no todas las últimas palabras son ciertas. Las hay que no fueron más que propaganda. Hay gente que miente hasta en la cercanía de la muerte.
Hay otros muertos que fueron tan discretos que prefirieron morir sin decir palabra alguna.
¿Y las últimas palabras de los dominicanos?¿Es cierto que las de Trujillo fueron “Párate que vamos a pelear”?¿Y que las de Caamaño fueron “¡Que viva la República Dominicana!?”¿Cuáles fueron las de Balaguer?¿Y las de Peña Gómez?¿Y las de Bosch?
La muerte llega como ladrón en la noche. Es por eso que muchos que juran que nunca morirán – y pienso en algunos políticos – deberían tener las suyas listas.