En la República Dominicana, la expansión del ciberespacio de la internet comenzó a, mitad de la década de los noventa del siglo pasado. Esta expansión se aceleró en el siglo XXI, y ya para el 2007, se contaba con más dos millones de sujetos cibernéticos, es decir individuos que navegan por las redes del ciberespacio. En el 2012, esta cifra se elevó a cuatro millones, en una población de 10 millones de habitantes. En la segunda década del siglo XXI, se cuenta con una población de 11 millones de habitantes, de la cual hay aproximadamente 8.5 millones de cibernautas, y 7 millones de estos viven navegando por las redes sociales del ciberespacio.
Que formemos parte de ese cibermundo, en cuanto a conectividad al ciberespacio, no significa que estamos viviendo y trabajando de manera plena en este, ya que con relación a los otros indicadores de este mundo cibernético, nos encontramos muy atrasados, estos van desde la cibercultura hasta una formación familiar en relación a dicho mundo digital y virtual, así como todo lo relacionado al campo del cibertrabajo (teletrabajo) y las empresas y lo que tiene que ver con la medición de la Investigación , Desarrollo, Innovación y Sociedad (I+D+i+s), entre otros componentes como el de ciberciudadano.
Como formamos parte de ese mundo, somos evaluados en relación con el Índice de Preparación a la Conectividad (IPC), el cual implica la penetración de velocidad de banda ancha fija y móvil o la conexión de alta velocidad, el entorno de las TIC, la disponibilidad de estas y su uso efectivo por los principales grupos de interés de la sociedad, así como el impacto que generan en la economía y en la sociedad (Merejo, 2015). Es por eso, que en relación al Índice de Preparación a la Conectividad (IPC) en el 2014 el país estaba colocado en la posición 90 y en el año 2015, pasó a la posición 95, en 2016, en la posición 98, siendo la posición 148, la escala máxima en cuanto a deficiencia en IPC, de acuerdo a la medición del Foro Mundial Económico (FME, 2015; 2017).
La República Dominicana, en el informe Competitividad del Foro Mundial (2019), se coloca, con relación a 141 países, en la posición 78 en cuanto estabilidad macroeconómica y funcionamiento del mercado financiero; sin embargo, todavía seguíamos estancado en muchos de los indicadores, como el de la innovación , el espíritu de la investigación y de la educación cibercultural y todo lo relacionado a la velocidad de banda ancha, las redes 5G, cuarta revolución industrial, y otros que son evaluado en ese informe como el de la institucionalidad por la falta de seguridad y el impacto del crimen organizado, la corrupción:
“En el tema de mercado de productos las mayores barreras están en poca eficiencia del proceso de aduanas, las barreras no arancelarias y los aranceles, así como los efectos de impuestos/ subsidios en competencia. Otro de los puntos críticos es la capacidad de innovar debido al poco reconocimiento de publicaciones científicas y reputación de centros de investigación y poca sofisticación de los compradores” (Arce, 2019)
En esta segunda década del siglo XXI, con relación a estos indicadores, la sociedad dominicana se encuentra inmovilizada. Aunque muchos sectores del sistema financiero hasta la industria, no han parado en la innovación y en la digitalización (internet de las cosas) de todas sus estructuras y organización, desde el Estado no se ha impulsado a profundidad toda una estrategia a escala global (Estado-Educación- Sociedad), por lo cual nos hace pensar, que a pesar de que vamos en unos años a la conectividad plena a las redes de la internet del ciberespacio, somos una sociedad de infopobres, pobres de información para procesar datos e informaciones y convertirlos en conocimientos competitivos para mejorar todo lo relacionado a Educación, Salud y Economía.
La Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD), el principal órgano de la Asamblea General de la Organización Naciones Unidas (ONU), presentó el informe sobre la Economía Digital (2019) y cómo la estructura y forma de organización digital van repercutiendo en el ámbito de lo económico:
La economía digital sigue evolucionando a una velocidad vertiginosa, impulsada por la capacidad para recopilar, utilizar y analizar un volumen masivo de información que las máquinas puedan asimilar (datos digitales) sobre prácticamente cualquier cosa. Esos datos provienen de la huella digital que dejan las actividades personales, sociales y empresariales que se realizan en diversas plataformas digitales (…). Por tanto, pueden ayudar a mejorar los resultados económicos y sociales, y convertirse en una fuerza para el crecimiento de la productividad y la innovación (…). Desde una perspectiva empresarial, la transformación de todos los sectores y mercados a través de la digitalización puede fomentar la producción de bienes y servicios de mayor calidad a un costo reducido. (p.1)
El panorama analizado era el que existía antes de la pandemia del COVID-19 y cuando no se vislumbraba una crisis económica y social de grandes proporciones, como la que ha estado sucediendo en estos días que corren. Es en este contexto del cibermundo global transido, que ha de situarse la UASD y focalizarse en los lineamientos de su Estatus Orgánico, en cuanto a las políticas relacionadas con la docencia virtual, híbrida o semipresencial.
En la actualidad, alrededor de 400 profesores han impartido algunas de sus asignaturas en la modalidad virtual, sin dejar de impartir la presencial o la híbrida. Como resultados de la pandemia, aproximadamente 1500 profesores han estado preparándose para la visión de la educación multimodal (virtual, híbrida); no obstante, llevar esto a todo el cuerpo docente es una dificultad que no se puede despachar a la ligera.
Nuestra universidad, cuenta con un estimado de 3,300 docentes y con una matrícula de 230 mil estudiantes, lo cual representa más de 50 estudiantes por secciones, sin embargo, universidades como el caso de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), cuenta con menos estudiantes con más profesores que la UASD, con alrededor de 32, 700 profesores y 218 mil estudiantes, lo que representa una relación de 10 estudiantes por docentes; además imparte 24 carreras en línea, entre ellas, 21 licenciaturas (UNAM,2020).
La formación del docente en los entornos virtuales (aula virtual) lleva tiempo, siempre y cuando no se entienda que no se trata únicamente de aprender el campus virtual y de subir contenidos a esos entornos, hay que construir toda una cibercultura académica e innovadora y redes de plataformas digitales (mantenimiento permanente) e incentivos económicos para los docentes; para lo cual, se requiere un presupuesto mínimo en la UASD, de alrededor de unos 20 mil millones de pesos para que este proyecto de educación virtual e híbrido pueda ser lo más viable posible y que en el futuro, enfrentemos ya sea otra pandemia u otro acontecimiento de igual magnitud .
Aunque se ha de trabajar para que la modalidad híbrida y virtual sea el estándar de la UASD; el Consejo Universitario, le ha de proponer al gobierno dominicano (política de Estado) una Agenda Virtual, en la que incluya:
I). Una partida presupuestaria para construir varias edificaciones en la SEDE y en los Centros Regionales, con el objetivo de establecer redes dispositivas digitales para la enseñanza- aprendizaje virtual, la cual incluiría la propia base de datos de las investigaciones de grado y posgrado que tiene la institución y en la que el docente puede usar para alimentar el contenido del aula virtual y otros articulados a los servicios como los de videoconferencias a través de Zoom o Teams.
Además de esto, las redes de estos dispositivos, contribuirían a enfrentar las dificultades que se le pueden presentar al profesor, ya sea por una avería que sufriera en su dispositivo digital (tablet, móvil) o porque en su hogar no tenga un ambiente favorable para los entornos virtuales, lo cual incluye espacio adecuado que no afecte la afectividad familiar y problemas de energía eléctrica o de otra índole.
II) Invertir en redes de centros virtuales donde los estudiantes que no tienen oportunidad para ingresar a los entornos virtuales sin costo alguno, lo puedan hacer, para no crear otra desigualdad social entre los estudiantes, la de infopobres. Hay que buscar todas las facilidades para que estos puedan recibir una educación virtual adecuada, porque para lograr una interacción efectiva entre docente – discente no se puede pasar de 12 estudiantes.
III) Implementación de simuladores y microrobots educativos, los cuales el docente puede imitar a través de lo virtual por inmersión toda la vivencia de la realidad física. A través de un simulador cibernético se pueden impartir asignaturas de ciencias fácticas, como son Química, Matemática, Física, Ingeniería, Medicina entre otras. En el país, universidades y clínicas privadas tienen estos tipos de recursos tecnológicos, lo cual no es una novedad en el país.
IV) Invertir en el docente, el investigador y el profesor consagrado a los entornos virtuales para la educación, que tenga un buen salario y que, con su ejemplo, pueda contribuir a que otros profesores se estimulen. Hay que tener en cuenta que la educación virtual en la era del cibermundo, no puede reducir a la implementación de redes aulas virtuales para expertos entornos virtuales y a un simple desmonte de la mitad de la carga académica a los investigadores, lo cual es importante, pero no suficiente, ya que no se puede reducir a una relación de investigación – desmonte, docentes- aula virtual. Hay que ir más allá de esto, para colocarse en una cultura de la innovación y la preparación en la formación permanente.
V). Plantear al gobierno, que baje la carga tributaria a las telecomunicaciones, para favorecer a profesores, estudiantes y al pueblo en general en relación a la conectividad del ciberespacio. Somos unos de los países (el segundo en toda América Latina) donde se pagan más impuestos a estos servicios, un 30%. Por cada 100 pesos que el dominicano destina a los servicios de telecomunicaciones, 30 pesos van a parar a las arcas del Estado. Dicha carga tributaria no contribuye al desarrollo de la educación virtual como tampoco a la expansión del cibermundo.
VI). Llevar la capacitación de los docentes en los entornos virtuales a unos 3 mil profesores, a la vez que se incremente el cuerpo docente de la universidad hasta uno 6 mil, y que los profesores que entren por concurso unos de los requisitos de la evaluación sea que tienen que ser expertos en entornos virtuales.
Esta Agenda Virtual, colocaría a la UASD, en la innovación permanente en relación al proceso de enseñanza- aprendizaje por competencia y todo el proceso de adecuación al nuevo diseño curricular, el cual tendrá que ser evaluado cada cierto tiempo, dado que la innovación de la educación no es tema de coyuntura, sino de práctica recurrente en el cibermundo.
Porque, a pesar de que hemos tenido avances en la tecnología de la información y el conocimiento y que el ministro de la Presidencia, Gustavo Montalvo, presidiera la Cumbre Mundial sobre la Sociedad de la Informática (CMSI) el 22 de junio de este 2020, el Estado tan solo invierte migajas del presupuesto nacional en la formación e innovación y la calidad de los docentes en Educación Superior; en cambio, se esfuman miles de millones de dólares en procesos electorales abortados, en dispositivos para el voto electrónico que no funcionan y en sobrevaluaciones de obras públicas, que reproducen un sistema de acumulación de capitales en un grupo de funcionarios.
En estos tiempos de pandemia, de profundas crisis económicas, en el presupuesto de la nación dominicana debe priorizarse el sistema de sanitario, la alimentación y la Educación Superior.
En una lástima que hayamos llegado al 2020, con una modernización en la conectividad del cibermundo, moldeada por lo transido, donde grupos de políticos son multimillonarios en medio de una población constituida de chiriperos enganchados a empresarios, precariado enganchados a emprendedores, docentes viviendo las de Caín, gerentes y directores viviendo en el purgatorio sin poder llegar al paraíso empresarial, y los excluidos viviendo bajo el culo del sapo, cada temporada ciclónica y viviendo un confinamiento por la pandemia, que prefieren arriesgar sus vidas en las calles antes que morir asfixiados por la calor, en sus casuchas. .