La educación híbrida o semipresencial es la mezcla de lo virtual y lo presencial en los procesos de enseñanza-aprendizaje, es decir, donde los entornos virtuales educativos se mezclan con los entornos reales, la experiencia de la educación del espacio educativo se entreteje con el ciberespacio educativo, es una interrelación de un lugar de enseñanza físico con espacio de lo virtual. Se da lo que he conceptualizado como híbrido: experiencia y posexperiencia.
En el marco de la filosofía cibernética innovadora, asumo la concepción de lo híbrido, porque abarca todo lo que la teoría de sistema como mundo – cibermundo, espacio-ciberespacio- seguridad -ciberseguridad- virtual- real- educación presencial-virtual, construido por el sujeto cibernético en las relaciones de poder cibernético social, enmarcada en el trabajo y la acción de lo que Arendt, precisa como “La condición humana” (Arendt,2005).
Es bueno precisar que el concepto de lo híbrido no tiene que ver con hibridez o hibridación, de sucesos, fenómenos estacionados y dados; sino con el dinamismo y el proceso permanente de mezcla, de intercesiones, interconexiones de lo híbrido (Merejo, 2015), que ha sido el producto de la condición humana, que es el trabajo.
La educación híbrida contribuye a la formación de una cultura colaborativa e interactiva, lo que hace que esta no quede atrapada solo en el espacio de aprendizaje físico, sino que, entre el espacio virtual, de manera específica con la Tecnología del Aprendizaje y el Conocimiento (TAC) y con la Tecnologías para el Empoderamiento y la Participación (TEP) de la educación virtual, la cual se hace dinámica y no se queda estacionada en la Tecnología de la Información y la Comunicación (TIC).
En esta era del cibermundo, la enseñanza tradicional ha quedado obsoleta con la entrada de la educación virtual, que nos lleva a lo híbrido, en la que el discente tiene la oportunidad de personificar la información, de procesarla y producir conocimiento, pero de forma colaborativa junto a sus demás compañeros.
En ese paradigma entra la enseñanza ubicua, donde el proceso de aprendizaje es autogestionado por el alumno, cumpliendo el docente la función de tutoría; tal visión entra en los tiempos de la “Generación de las Aplicaciones” (APP), que son esos jóvenes, que van más allá de las tecnologías digitales y que para comprenderla hay que sumergirse en la cibercultura y las diversas aplicaciones virtuales, realidad aumentada o híbrida y los códigos QR que brotan de sus dispositivos electrónicos (tabletas, móvil).
Hay que comprender que “La Realidad Aumentada, como herramienta educativa” (2018), no forma parte de los cambios tecnológicos con los que nos han acompañado los recursos educativos de aula virtual, sino de la tecnología disruptiva y todas las aplicaciones que cada día van surgiendo para el desenvolvimiento de la enseñanza – aprendizaje en la virtualidad. Este tipo de realidad no tiene que ver con lo virtual sin inmersión o con inmersión, más bien, necesita de la realidad física para poder producirse la interacción y así poder moverse más en el contexto, en la cercanía, como enfatiza Almenara (ibidem), y que nos sitúa los recursos de la realidad aumentada “como una realidad híbrida en la que la percepción de lo físico se acompaña de la percepción de los elementos digitales mezclados” (ibid., p.9).
Esta realidad aumentada permite que el sujeto disfrute de vivencias en las que se incorpora contenido digital (Imagen, audio, y texto) a la realidad física, lo que da como resultado un aumento de la percepción que tenemos de esta. Es el caso del juego Pokémon Go: Percepción de lo híbrido entre lo virtual y real (Merejo, 2017), que se convirtió en objeto de estudio para la educación, de manera específica en la Primaria, Secundaria y Bachillerato, en muchos países del cibermundo.
Estos planteamientos nos van diciendo que pronto en el sistema de educación superior, ya no serán los nativos digitales, ni inmigrantes (Merejo, 2008) los que estarán involucrados en el proceso de enseñanza-aprendizaje sino la “Generación APP”, con lo cual se borrará para siempre la división de estos tipos de generaciones, ya sea por evolución de los procesos naturales o por los procesos sociales, tecnológicos, cibernéticos, pandémicos y ecológicos.
En este contexto se puede situar “La Generación APP”, la cual se va moldeando en lo psicológico, emocional y cognitivo, como bien lo plantean Gardner y David (2014), en cuanto que con estos dispositivos tienen más libertad para aprender ya que pueden elegir los lugares y horarios que les sean más factibles para su formación.
Es partiendo de esta conceptualización sobre educación virtual o híbrida, que se ha de analizar y reflexionar los desafíos de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD) y el acelerado proceso de la virtualización que ha venido llevando como consecuencia de la pandemia del COVID-19.
Para el 2007, ya en la Biblioteca Pedro Mir de la UASD, existían unas 500 computadoras conectadas al ciberespacio. En ese tiempo, llegamos a decir que la Universidad necesitaba ampliar todo este sistema de conexión e innovarse, además de que debía ampliar todo el programa de postgrado de expertos universitarios en entornos virtuales que se han estado ofreciendo a los profesores, con Virtual-educa.
Además, decíamos en varios estudios sobre la Educación Superior y su inserción al cibermundo, como en pleno siglo XXI, seguíamos siendo una sociedad de infopobres, ya que ese tiempo (2008) había en funcionamiento 45 Instituciones de Estudios Superiores (IES) (6 públicas y 39 privadas) y un número estimado de 11.123 profesores que desarrollaban tareas docentes. Además, que había pocas investigaciones en las 45 IES y que, en la mayoría, sus docentes tenían limitaciones para la innovación y la formación académica sobre estos entornos virtuales, lo cual tiene que ver con la falta de incentivo de las IES para la implementación y la inversión en los entornos virtuales educativos de manera vertiginosa.
En ese sentido, siempre he dicho que se pueden tener las herramientas tecnológicas (software y hardware), sin embargo, si no invertimos en recursos humanos para vivir innovados en datos, información y conocimiento, no lograremos más que vivir en conflictos sociales permanentes, y que esa política del Estado en cuanto no querer darle a la UASD el presupuesto que se merece, en vez de generar un campus virtual para la educación, producirá un campus virtual de concentración, en el que el docente sufriría síndrome de bornout, hasta el extremo de que República Dominicana se produzcan huelgas virtuales en el ámbito educativo en todos los niveles.
En esta segunda década del siglo XXI, la Universidad Autónoma de Santo Domingo, con un presupuesto limitado, ha tenido que entrar de manera obligatoria, al igual que todas las demás universitarias, en el ámbito de la virtualidad. Es que hemos vivido sonriendo en la realidad y haciendo muecas a lo virtual, y ahora tenemos que andar con mascarilla, haciendo muecas en lo real y mostrando sonrisas en lo virtual, a través de diversas aplicaciones.
Es bueno precisar que la educación a distancia no es la educación virtual, la primera llegó a existir en República Dominicana, en la década del 70 y 80 del siglo XX, y que los periódicos a diario destacaban anuncios sobre cómo estudiar carreras técnicas por correspondencia y en programas educativos en la radio. Los famosos cursos por correspondencia formaban parte de los inicios de la educación a distancia en esos tiempos, aunque no la modalidad virtual, la cual ha revolucionado todo lo relacionado a esta educación. Con la llegada del cibermundo, la modalidad a distancia prácticamente ha desaparecido o se ha reducido a cursos técnicos.
Parte de lo expuesto se encuentra en algunas investigaciones relacionadas a “La República Dominicana y su inversión en los entornos virtuales” educativos (2005-2010) y que recoge la Organización Estados Americanos (OEA), en el Portal Educativo de las Américas, en febrero 2020. Ver referencia: