En los diversos encuentros nacionales e internacionales, siempre hemos dicho que uno de los problemas que se ha de enfrentar es el de la mentalidad cultural de los educadores, en cuanto a la dificultad de pasar de la educación presencial hacia la virtual. Esto tiene que ver con la confusión que existe entre  lo digital y virtual, y la cibercultura que brota de esta; como si este mundo tecnológico digital es solo para expertos o ingenieros de sistema o de lenguaje de programación y nada con lo cibernético, que entra en varios campos de saber, que   abarcan desde lo filosófico tecnocientífico, humanístico y la  teoría de sistema hasta la robótica, lógica, psicología, lingüística e informática, entre otras áreas como la biotecnología y la epistemología constructivista. Esta última que va más por la segunda cibernética de finales de los 70 del siglo XX, y no con la cibernética neopositivista de los 50, de ese mismo siglo.

Más aun, después que el pensador de la ciencia y la complejidad, Edgar Morin, comenzó a publicar sus obras sobre el Método, (6 volúmenes,1977-2004), donde hay todo un marco teórico de suma importancia para focalizar desde una filosofía cibernética innovadora el cibermundo virtual y los subsistemas de este, que van desde lo tecnocientífico: educativo, económico, político, social hasta lo cultural.

Es bueno precisar, que, en el ámbito de la Real Academia Española, se asume como bueno y valido lo Ciber: “Elemento compositivo prefijo, creado por acortamiento del adjetivo cibernético, que forma parte de términos relacionados con el mundo de las computadoras u ordenadores y de la realidad virtual: ciberespacio y cibernauta”.  Se recomienda, de acuerdo a dicha Academia, el uso de lo Ciber, para la “creación de nuevos términos pertenecientes al ámbito de las comunicaciones por Internet, lo que permite sustituir por voces propias numerosos anglicismos que circulan hoy en español”. (ver diccionario en el ciberespacio: https://www.rae.es/dpd/).

Con la pandemia, se ha acelerado lo que se venía venir y de lo cual nadie puede escapar: el cibermundo virtual; este como tal, trasciende todo tipo de dispositivos y aplicaciones virtuales y ha venido a configurar la estructura de poder económico, social, y cibernético, el cual, han ido desplazando viejos esquemas de dominación de poder económico y político capitalista.

Vivimos en mundo cibernético que se caracteriza por el aprendizaje permanente. Por eso, la educación virtual es aquella donde los profesionales y trabajadores del conocimiento pueden seguir estudiando a lo largo de toda la vida, sin tener que volver a las aulas y cumplir con un horario fijo, tal como se conoce en el mundo real.

Ha sido con este mundo que la educación a distancia ha sufrido un terremoto tecnológico. Ya no es simple ausencia de espacio físico, ni de no encuentros esporádicos entre profesores y alumnos, más que eso, se da una dislocación en el proceso de enseñanza y aprendizaje, donde cambian los contenidos educativos en cuanto a la actualización de la información y el conocimiento que se da en un ámbito de interacción virtual y no presencial.

Como resultado de que estamos entrando de manera acelerada a la educación virtual, se tiende a confundir las aplicaciones con las aulas virtuales, por lo que en esta época la academia tiene que ponerse a tono con los conceptos no sólo con los relacionados al conjunto de tecnología digital, que constituye la estructura de donde brotan los datos, las informaciones y el conocimiento. 

La educación de modalidad virtual ofrece nuevos contenidos de aprendizaje, nos sacude del letargo de la educación tradicional y memorística, ya que aplica una enseñanza de entornos virtuales interactivos, donde el alumno es responsable y protagonista de su propio aprendizaje y tiene que encontrar su propio método de estudio, manejar su propio tiempo. Se puede converger o no entre tutores y alumnos en un aula virtual.

La plataforma digital (el caso MOODLE, como sistema para la ejecución de las aplicaciones educativas), es donde se monta el aula virtual y el punto de partida de la virtualidad; el campus virtual, como el espacio puntual interactivo del docente y discente, en  el  que se despliegan las diversas unidades de clases y de contenidos educativos, que ha sido diseñado por el docente en los diversos recursos virtuales: foro, calendario, subida de archivos, tareas, videoconferencias,  entre otros, como los recursos de aprendizajes que van desde Bibliotecas hasta los videos tutoriales, en el ámbito de la virtualidad. 

Pensar en lo virtual, específicamente en educación, no es nulificar los entornos educativos de enseñanza-aprendizaje reales, ni mucho menos que el docente vaya a desaparecer, aunque se transforme en tutor, facilitador en esos entornos virtuales. En este sentido se le ha de categorizar como un sujeto cibernético educador e innovador, por lo que ha de invertirse recursos importantes en este sujeto, como el pagarle un mejor salario, ya que la educación en entornos educativos virtuales requiere una mayor educación y esfuerzo, así como la actualización en el proceso de enseñanza – aprendizaje permanente.

Este proceso educativo ha ido adquiriendo importancia en el cibermundo por su modalidad virtual. A través de esta modalidad educativa han accedido a la educación sujetos cibernéticos que por sus ocupaciones laborales tienen dificultad para trasladarse a determinados centros de estudios. Con esta modalidad, el alumno gestiona su propio tiempo, se autorresponsabiliza en el sentido de que sobre él recae el aprendizaje, el tutor cumple la función de facilitador, orientador e innovador en la educación.

En relación a la República Dominicana, en cuanto a los entornos virtuales para la educación, la mayoría de instituciones de Educación Superior tienen redes de aulas virtuales, videoconferencias, computadoras conectadas al ciberespacio para el uso de los estudiantes, pero es frecuente observar cómo el personal que administra las redes digitales tiene menos dominio que los propios estudiantes y los profesores presentan dificultad para la actualización de contenidos elaborados por estos.

Además, no hay todavía estrategias bien definidas sobre la importancia de que sus estudiantes y profesores utilicen como necesidad los entornos virtuales educativos, que se le dé una importancia tal, como si estos fuesen reales y que a los docentes se les incentive económicamente y se les facilite condiciones de vida adecuadas para trabajar en estos entornos, ya que en la educación virtual se requiere más esfuerzo intelectual y más dedicación. Además de que los educadores tienen que estar utilizando su propio dispositivo móvil para atender cualquier tipo de necesidad de sus alumnos, que escapa al mismo entorno del aula virtual, lo que hace que su plan de datos se consuma más rápido y la propia vida útil de la batería.

Lo expuesto hasta ahora forma parte de una síntesis de reflexiones que he escrito sobre la educación virtual, como resultado de los encuentros internacionales (Argentina, España, Japón) y nacionales (Virtual-Educa, CITICED), en el periodo 2001-2018. Estos encuentros se materializaron mucho antes de esta pandemia del COVID-19, la cual nos ha obligado hacer de la educación virtual el tema fundamental de la segunda década del siglo XXI.

En la última conferencia que diserté fue en la Universidad Université Paris Diderot, en Francia, mayo, 2019. Durante el III Congreso Internacional de Tecnologías en la Educación, en donde expresé que los dispositivos móviles con la tecnología 5G, serán la fuente de una visión nueva en el proceso de aprendizaje, en el que la modalidad ubicua, contribuirá a que en un determinado contexto se enseñe solamente entornos educativos virtuales y en otro en la modalidad educativa híbrida. Este tipo de tecnología cambiará la estructura cibernética del mundo, cuando se implementen las redes 5G, que pertenecen a la revolución 4.0, porque, de lo que se trata no es solo de estar conectados al cibermundo, sino de velocidad, de banda ancha y de la participación social, económica, educativa y cultural en ese mundo.