Lejanos los tiempos en que muchos descreídos se referían con sorna a “los turistas de Miolán”, cuando don Angel pronosticaba con visión y pasión de profeta sobre el potencial de la que se ha convertido en una poderosa y pujante industria.

Ha llovido también mucho desde que con apenas el emblemático Embajador y los dos envejecidos Hispaniola y Jaragua. apenas se disponía de una limitada capacidad de hospedaje para acoger a los varios miles de boricuas que venían al país con motivo de la “Semana de Amistad Domínico-Portorriqueña”, cuando hoy disponemos de más de setenta mil habitaciones hoteleras en continuo aumento conformando la más amplia capacidad de albergue turístico de toda la región.

De esos pocos miles de primeros visitantes de la isla vecina, muchos de los cuales tenían que ser alojados en casas de familia, hemos pasado a recibir millones de turistas procedentes de todos los puntos geográficos del planeta, una cantidad que cada año va en continuo crecimiento y que en el que corre, lleva un ritmo de incremento sin precedentes.  Vale destacar en este sentido el meritorio trabajo que el Ministro de Turismo, conjuntamente con el sector privado, han venido desplegando en la exploración y captación de nuevos e importantes mercados.

De un limitadísimo aporte de divisas, hoy el turismo se ha convertido en el más generoso proveedor de moneda extranjera por un valor equivalente  tan solo del 2012 a nuestros días, de más de setecientos mil millones de pesos. Fuente generadora de miles de empleos directos e indirectos, su valor de multiplicación abarca a toda una serie de actividades asociadas, en particular el sector agropecuario al que este año aportará ingresos estimados en más de 22 mil millones de pesos, una forma de exportación sin salir de nuestras fronteras.

Desde antes de subir al poder, en su prometido programa de gobierno, el Presidente Danilo Medina concedió al turismo una importancia capital como fuerza motriz del crecimiento de la economía.  Fue entonces que fijó la ambiciosa meta de llegar a los diez millones anuales de turistas para el 2020, ya ahora a la vuelta de un lustro.  Todo indica que tenemos posibilidad de lograrlo, tomando en cuenta el gran trecho que todavía le queda por transitar a la industria para alcanzar la plenitud de su potencial.

Bastaría con apuntar a la recuperación de Puerto Plata: el mayor aprovechamiento de la incomparable belleza de Samaná; la exploración de Luperón, Montecristi y Manzanillo, entre otros como nuevos destinos turísticos; todas los grandes atractivos de la inexplotada región Sur que no se limitan a Bahía de las Aguilas y Los Corbanitos; la remodelación de la Ciudad Colonial; el ambicioso proyecto de Sans Souci,  además de modalidades de turismo aún no canalizadas, como son el histórico, el de salud, el ecológico o el de montaña.

Ahora,  no todo es color de rosa.  El turismo es una actividad muy sensible y muy competida.   Se necesita cada vez más promoción, cohesión y colaboración entre el gobierno y el sector privado;  disponer de una política de cielos cada vez más abiertos y una confiable línea bandera nacional; incrementar los niveles de protección y orden público; evitar todo intento de explotación a los turistas;  garantizar la seguridad jurídica de la propiedad inmobiliaria; terminar con la práctica vandálica de los embargos-sorpresa a los hoteles e instalaciones turísticas y asegurar cada vez más un disfrute agradable, tranquilo y seguro a los vacacionistas extranjeros y nacionales.

Un turista satisfecho se convierte en el mejor propagandista del país y de nuestras facilidades turísticas; uno inconforme, por el contrario, puede proyectar la imagen más negativa.  Lograr turistas satisfechos más que una meta de esa industria, debe convertirse en propósito y compromiso de todos.