ADOMPRETUR hizo un gran aporte a nuestra industria turística al publicar recientemente su nueva revista “Turismo Dominicano”. Lo que más cuenta de ella no es la agradable vistosidad de sus fotos y la calidad de su impresión sino haber resaltado al merengue y la bachata como poderosos atractivos turísticos. Johnny Ventura y yo fuimos invitados a perfilar ahí su respectivo historial y su potencial turístico.
Aunque enlutados por el triste deceso del icono de la alegría y en homenaje a su memoria, conviene hoy reflexionar sobre cómo aprovecharíamos estos pegajosos géneros musicales para mejor proyectar nuestra oferta turística.
En su artículo titulado “El Merengue y el Turismo” Johnny recuerda el entusiasmo de Don Ángel Miolán, nombrado por el presidente Balaguer en 1966 como director general de Turismo, para hacer del turismo un instrumento del desarrollo económico dominicano. Fue en una tertulia convocada por Miolán que Johnny contó que él era contratado para llevar su música a los carnavales de St. Thomas y St. Croix donde los boricuas acudían a disfrutar sus vacaciones. Propuso entonces que “si nos aguzábamos, podríamos aprovechar uno de aquellos fines de semana largos, que eran frecuentes en Borinquen y propiciar traer a los boricuas hacia nuestro terruño.”
Esa sugerencia prendió cual destello luminoso en la imaginación de los contertulios y se estableció una Semana Dominico-Boricua que evolucionó al bien recordado Festival del Merengue. Santo Domingo se convirtió así en la Meca del Merengue para los boricuas. Ellos fueron la primera oleada importante de turistas extranjeros para materializar el sueño de Miolán. Aunque su estadía era relativamente corta –porque algunos venían por el fin de semana— y ocupaban solo los hoteles de la ciudad, la confraternidad merenguera que emergió de esos eventos fue extraordinaria.
No se cuenta hoy con una versión certera de las razones por las cuales el evento desapareció. Pero la revista de ADOMPRETUR reveló el clave papel jugado por Johnny en ese despegue, algo virtualmente desconocido y no reconocido. Posteriormente se han celebrado muchos eventos de merengue tanto en el país como en el extranjero. Ninguno, sin embargo, ha tenido el carácter de un festival anual ni ha atraído un notable caudal de visitantes al país.
Durante décadas Johnny Ventura y su Combo Show conquistó un aluvión de empatía por el merengue en variados escenarios allende los mares. (Su presentación en el Festival de Viña del 1984 fue un hito de popularidad.) No ha sorprendido, por tanto, que su deceso haya sido reseñado por múltiples medios de comunicación del mundo. Hoy muchos merengueros dominicanos acuden a escenarios en Puerto Rico, Venezuela, Curazao, Aruba, Panamá, New York, Colombia y hasta Centroamérica. Sin embargo, a pesar de su derroche de carisma y alegría el merengue no ha irradiado a todos los rincones del planeta. El actual arraigo del género no llega a manifestarse en la celebración de festivales en otras latitudes. Una rápida búsqueda en Google así lo atestigua.
Lo que si hoy abunda en muchos países del mundo son los festivales de bachata. Sin importar que en algunos estratos de nuestra sociedad todavía se guarda cierto recelo hacia este género, atribuible a una espuria percepción de vulgaridad al asociarlo con antros de dudosa catadura, el pundonor de la bachata nos representa en lugares tales como Madrid, Helsinki, Ottawa, Los Ángeles, Buenos Aires, Afganistán, Noruega, Turquía, Malasia y muchas otras ciudades y países. Algunos piensan que su popularidad se debe al contacto de los turistas extranjeros con el ritmo en nuestros resorts. Otros le atribuyen el origen de su éxito internacional al grupo Aventura y a Juan Luis Guerra. Cual que fuere el origen, el resultado ha sido una penetración sin precedentes a nivel mundial.
Independientemente del respectivo grado de éxito del merengue y la bachata, los dos géneros nos representan frente al mercado turístico internacional. Ambos canalizan adecuadamente, en una bifurcación maravillosa, la alegría y los amoríos del pueblo dominicano. Su rol en la conquista de las simpatías de los turistas, sin embargo, nunca ha sido deliberado ni planificado. Es cierto que son protagonistas de excepción en las clases vespertinas de baile que ofrecen nuestros resorts, pero la política publica no ha recurrido a tan valiosos recursos de manera formal y sistemática.
No hacen falta rimbombantes argumentos para reconocer que la música, como lenguaje universal, posee la capacidad para conquistar corazones. Johnny mismo reconoció esa capacidad cuando en su articulo de la revista nos dice: “No comenzamos vendiendo nuestras playas ni nuestro sol, pilares importantes para el desarrollo turístico de Quisqueya, lo hicimos con el merengue, hecho al que tiempo después se sumó la bachata que, como genero musical, expandió su radio de influencia a lugares inimaginables.” De ahí que nuestra promoción turística internacional –incluyendo nuestras cuñas televisivas de CNN—deba valerse del merengue y la bachata para proyectar nuestra imagen de destino turístico.
Inclusive ya hace varios años que quien escribe ha propuesto el uso de la bachata como Marca País, una sugerencia que fue respaldada precisamente por ADOMPRETUR. El caudal de simpatía que esta música genera sugiere patentemente que nuestra población endosaría sin remilgos la propuesta, sintiéndose así bien representada. Y el impacto de su proyección seria infinitamente superior al de lo que recientemente se escogió como Marca País.
¿Cómo mejor usar al merengue y la bachata para promover nuestro producto turístico? Un examen sistemático de posibilidades de seguro que revelaría un enorme abanico de canales y actividades. En este espacio, sin embargo, basta con identificar tres líneas de acción iniciales que podrán catapultar otras iniciativas. En general, el énfasis de la ofensiva se pondría en la bachata sin dejar de usar el merengue en iniciativas puntuales. De cualquier modo, con lo sugerido también se apuntalaría el merengue, reconociendo así el aporte turístico original que hizo Johnny al turismo.
Lo primero sería embridar los encantadores efluvios de la bachata para convertir a nuestro país, tal y como lo dijo el presidente Abinader, en “la capital de la bachata”. Un canal de YouTube sería el medio ideal para establecer un vinculo permanente con todos los instructores y organizadores de eventos sobre bachata existentes en el mundo. (Solo en China hay tres escuelas de bachata y un Festival en Shanghai.) Con su sede en Santo Domingo y con un personal joven y creativo, este canal se encargaría de mantener informados, a nivel internacional, a todos los interesados sobre los últimos acontecimientos relativos al ritmo. Además, actuaria como canal interactivo para presentar actividades en diferentes partes del mundo y celebrar eventos con variada participación.
Una segunda línea de acción seria la celebración de un grandioso festival de bachata en Punta Cana y otro de merengue en Puerto Plata. (Los congresos de bachata que se celebran anualmente en Madrid, Kuala Lumpur y Shanghái pueden servir de modelo.) La publicidad del MITUR se usaría masivamente para promover estos eventos a nivel internacional, a fin de generar visitas de aficionados y bailadores de todas las latitudes y de exponentes de diferentes estilos y modelos del género. Después de dos ediciones de estos eventos, celebrados con la participación de líneas aéreas, turoperadores y cadenas hoteleras, se podría celebrar dos eventos de cada ritmo anualmente (intercambiando a Punta Cana y Puerto Plata).
Otra línea de acción seria la de involucrar al cuerpo de animadores y a la gerencia de los resorts. Se orquestarían premios regionales –para Punta Cana y Puerto Plata— a fin de estimular el mejoramiento de las clases de merengue y bachata entre los resorts. Además, se ofrecerían premios a aquellos espectáculos que tengan al merengue y la bachata –bailados con nuestras reglas– como temas centrales. El papel de los animadores podría también mejorarse si a ellos se les pide certificarse como bailadores/instructores de bachata y merengue en una escuela reputada. Esa escuela sería más importante para los propósitos del MITUR que su alicaído Ballet Folclórico.
Son muchas las opciones para ofrecer formalmente nuestra música como elemento diferenciador de nuestro producto turístico. Johnny lo hizo ver sin proponérselo respecto a los festivales del merengue. Su dolorosa partida provee ahora una coyuntura para pensar en que hacer para que nuestro turismo bote miel por los poros con nuestra música. A pesar de la congoja que nos imparte su partida, Johnny nos lega la inspiración de buscar formas de diseminar la alegría y los amoríos dominicanos para potenciar el turismo. Su exitoso merengue “Si vuelvo a nacer, vuelvo a ser dominicano” impone tan gloriosa misión.