Luis Manuel Cáceres Michel (Tunti) nació en Moca, República Dominicana, el 3 de noviembre del 1938. Era el mayor de los hijos de Luis Manuel Cáceres Ureña y Octavia Michel Díaz. Nieto de Mon y bisnieto de Memé Cáceres, presidente y vicepresidente de la república y personas de relieve en las lides libertarias de la nación.

Había crecido en Estancia Nueva junto a todos sus primos y hermanos  y bajo la tutela de padres y tíos. Su alegría era contagiosa desde que era un niño y así creció con el aprecio y el cariño de toda la familia Cáceres, especialmente de su abuela Narcisa Ureña Vda. Cáceres (Cisa), a quien los nietos y bisnietos llamábamos Mamá Chicha.

El encanto sutil de su sonrisa cautivaba a todos y esta conjuntamente con su esbeltez y su figura varonil,  lo hicieron ser admirado por muchas jóvenes de todo el Cibao.

Tunti  Cáceres, con 21 años, al entrar a una fiesta de gala en el club de Moca./Captura de Pantalla

A mi hermano y a mí, siendo niños, nos parecía que era un amigo íntimo pues así nos lo hacía creer y realmente era primo hermano de mi papá. Cuando bajaba la cuesta desde la carretera, para luego subir hacia la casa de Mamá Chicha, en el carro que usaba de Antonio de la Maza, se escuchaba a alguien exclamar: “ahí viene Tunti” y se llenaba de alegría el entorno familiar.

Muchas veces al viajar a la capital se quedaba en casa de mis padres; en la habitación nuestra dejábamos una cama para él y los hermanos compartíamos la otra. Esta relación tan estrecha hizo que nuestro cariño por él fuera cada vez mayor. Un día, desapareció de nuestras vidas para siempre, quedando solo la esperanza de volverlo a ver. No hubiésemos entendido nunca lo que había sucedido.

No se pueden realmente comprender las malvadas motivaciones de los hombres sin principios ni valores. Pese a que se nace tierno y bueno, con el paso del tiempo nos llenamos de prejuicios, egolatrías y maldad, y nos convertimos, sin darnos cuenta, en miserables y vengativos. Esto nos deshumaniza totalmente develando los caracteres más crueles y perversos de la naturaleza humana.

Su cercanía familiar con Antonio de la Maza, quien estaba casado con una de sus tías, hermana de su madre, le había hecho acreedor de la confianza de este y prontamente se convirtió en una especie de asistente. La relación de los de la Maza y los Cáceres era consecuencia de la estrecha amistad y familiaridad entre su abuelo Mon y don Vicente de la Maza, padre de Antonio.

Tunti siempre mostró la templanza de los hombres que no tienen miedo y quizás por eso entendió el rol que le depararía el destino y también el motivo de su selección para ser parte de la conjura que acabaría con la dictadura de Rafael L. Trujillo, llamado por muchos “El Jefe” y quien tenía 31 años en el poder cometiendo abusos de todo tipo. Además, Tunti había demostrado grandes habilidades como conductor de automóvil.

El tiranicidio le había tomado de sorpresa en Estancia Nueva, pues la próxima fecha del plan era para el día siguiente, miércoles 31 de mayo.  Él se iría esa mañana a la capital, para cumplir su compromiso histórico, con su tío político Antonio García Vásquez y algunos de los hermanos de la Maza; todos complotados. Generalmente los miércoles Trujillo viajaba a la Hacienda Fundación y por eso se escogió ese día de la semana en el diseño del plan.  Pero se había adelantado porque Trujillo decidido ir a la hacienda el martes 30 de mayo.

Al amanecer del 31 de mayo, cuando se informó en Estancia Nueva que algo grande había pasado, entonces Tunti le dijo a su padre:

-Parece que el plan se adelantó y se ejecutó y si es así, Trujillo está muerto.

Su padre que no sabía nada de la conspiración, le preguntó:

-¿De qué plan me estás hablando? ¿Participaste en un complot para darle muerte a ese abusador?

Asintió e inmediatamente se dieron cuenta del peligro que corrían sus vidas.

Tunti se ocultó en los terrenos de la familia Cáceres. En ocasiones dormía en la habitación contigua a la de su abuela Cisa, escondido arriba de un armario. El 31 de mayo en la tarde llegaron los agentes del Servicio de Inteligencia Militar (SIM) buscando a Luis Manuel Cáceres, entonces su padre les dijo:

-Yo soy Luis Manuel Cáceres.

Tratando de proteger a su primogénito. Y se lo llevaron preso inmediatamente.

Al darse cuenta los agentes del SIM de que a quien buscaban era a un hombre joven, regresaron al día siguiente a Estancia Nueva y tampoco lo pudieron encontrar, por lo que se llevaron a su hermano, Octavio Cáceres (Tavo) quien era casi 4 años más joven que él y quien fue a parar a la llamada cárcel del 9 donde se encontró con su papá.

Pasaron unos días de angustias todos los miembros de esta numerosa familia. Tunti habría de sufrir esto grandemente y decidió entregarse, lo que comunicó a su querida abuela, a quien le dijo:

-Mamá Chicha, ya no puedo tolerar más que a mi papá y a Tavo lo puedan estar torturando por culpa mía. Si alguien tiene que sufrir los horrores de la prisión ese debo ser yo. Quiero entregarme cuanto antes.

-Tunti, sabes que las decisiones de los hombres valientes salen del corazón y es tu corazón que tiene que dictar lo que debes hacer. Le dijo quedamente la abuela con la tristeza en el alma.

Al día siguiente Tunti se entregó a través de Luis Guzmán, relacionado al gobierno, enviándole éste donde Petán Trujillo, hermano del dictador y quien lo interrogó y le preguntó:

-¿Participaste en este complot?

– Si. Le contestó sin ambages, a sabiendas de que esto lo incriminaba aún más.

Fue llevado de inmediato a la cárcel de La Victoria, donde empezaron los interrogatorios y las torturas. Su valor de hombre lo hizo pensar que su prisión era más bien una prisión de libertad; la libertad de todo un pueblo de la opresión de esa férrea e inacabable dictadura.

Cuando se puso en ejecución el plan de matar a los conjurados presos, por parte de Ramfis Trujillo, hijo mayor del tirano; el Cnel. Luis José León Estévez, apodado Pechito y yerno del dictador, por instrucciones del primero, pidió la entrega de los reos a las autoridades policiales. Pero esto no se podía hacer pues ya el caso se había enviado a la justicia mediante una providencia calificativa. Ramfis se enfureció como un animal salvaje.

Entonces se presionó, enérgicamente y sin aceptar pretextos, a las autoridades competentes para que hicieran el traslado de los presos y hacer un descenso en el lugar donde se ajustició al tirano, lo que resultaba sumamente sospechoso.

Existían razones jurídicas que impedían el traslado, pero el verdadero poder en el país en ese momento lo ejercía el hijo del dictador caído pues era el comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas.

El Dr. Joaquín Balaguer, presidente de la República, recibió la visita de Ramón Cáceres Troncoso, quien iba como emisario de una genuina intranquilidad de los familiares de algunos de los complotados presos, entre ellos el padre de Tunti, quien era su tío, hermano de su papá Marino Cáceres. También Balaguer atendió la visita de funcionarios de la Embajada de Estados Unidos de Norteamérica que fueron a advertirle sobre lo que era un secreto a voces.

Pero en realidad el Dr. Balaguer, todavía, era un presidente nominal  y ni él ni nadie tenían el poder para evitar lo que se llevaría a cabo, la tristemente recordada “Masacre  de la Hacienda María”.

Pechito, entonces, manejó todo lo que fuera necesario para que se hiciera el traslado. Los llevaron a la fiscalía del Distrito Nacional y lograron que el fiscal Fabio Rodríguez, posiblemente presionado, dispusiera el descenso donde el grupo de criminales tomarían el control de las vidas de los seis conjurados, a saber: Modesto Díaz, Roberto Pastoriza, Salvador Estrella, Huáscar Tejeda, Pedro Livio Cedeño y Tunti Cáceres.

Cuando se escuchó la decisión, la sala se llenó de horror y de sollozos. Se percibía claramente el propósito de aquella maniobra. Tunti, molesto y advertido de la intención, le increpó a Ricardo Gaspar Thevenín, secretario del tribunal y a quien conocía:

-Gasparin, coño, los van a dejar que nos maten a todos.

Con la ayuda de varios funcionarios y militares, de esos que sólo piensan en estar en gracia con los que detentan el poder en un momento determinado y que representan lo peor de una sociedad, los asesinos se hicieron cargo de la situación. Además de Ramfis y Pechito, estaba también el Cnel. Gilberto Sánchez Rubirosa (Pirulo), quienes esperaban impacientes y entre tragos a los héroes presos para asesinarlos a todos. Fueron asistidos por el Cnel. José Alfonso León Estévez, hermano de Pechito.

También participaron: el Cnel. Juan A. Disla, de la Aviación y jefe de Seguridad de Ramfis; el Dr. Federico A. Cabral Noboa; Américo Dante Minervino, mayor de la policía; el Cnel. Rubén A. Tapia Cessé; José Ángel Saviñón y otros cómplices y ayudantes. El Gral. Fernando Sánchez, Jefe de Estado Mayor de la Aviación, señalado luego como cómplice, estaba en la Jefatura haciendo algunos arreglos para Ramfis, posiblemente para su partida del país, esa misma noche y para siempre.

Al llegar los prisioneros a la hacienda en Nigua, el hermano de Pechito los fue sacando del vehículo uno a uno y amarrándolos a una palmera de frente a los asesinos, para que los mataran a balazos como si se tratara de una práctica de tiro al blanco.

Ramfis estaba ebrio y tendría que haberlo estado pues era lo que sabía hacer mejor. Todo lo que logró en su vida, fue en base al poder y la fortuna de su padre, un poder usurpado y una fortuna robada, a sangre y fuego a toda una nación.

Qué diferencia de hombría con Mon Cáceres, abuelo de Tunti, quien, siendo presidente de la República, en una ocasión, al pasar por Cotuí de regreso a la capital desde el Cibao, el jefe comunal, Gral. de Luna, le dijo:

-Presidente, le tenemos un regalo. Tenemos amarrado aquí al que mató al general Memé Cáceres, su papá.

La reacción de Mon no la podían creer quienes estaban allí, dijo:

-¡Suéltenlo ahora mismo! No puedo matar un hombre estando amarrado, le faltaría a la memoria de mi padre si lo hago. Yo no soy un asesino y no voy a usar mi investidura para esa infamia. Y díganle a ese infeliz que nunca intente acercárseme pues su destino será otro, eso se lo garantizo. Innegablemente era un hombre de valores y concepciones diferentes.

Ese sábado 18 de noviembre del 1961, terminando la tarde y al tocarle su turno para ser llevado a una especie de patíbulo infernal, Tunti parecía un gigante frente a aquellos miserables del alma. Habría pensado en ese momento último, en la hombría de su abuelo y se dijo para sí, que tiene un hombre sino asimismo y en voz alta les dijo a esos demonios: “sólo los asesinos y cobardes matan así, con su contrario amarrado. )¿Por qué no vienes como un hombre, frente a frente, a pelear en igualdad de condiciones?”, refiriéndose al despreciable de Ramfis.

Al caer ya sin vida, abatido por los tiros de sus verdugos, la tarde finalmente oscureció y Tunti, con tan solo 23 años recién cumplidos, pasó a la eternidad en un rayo de luz de esos reservados solo para los valientes.

Nota:

Una de las hijas de Ramfis escribió que si su padre no vengaba la muerte de su abuelo sería una cobardía de su parte.  ¡Con que facilidad se puede confundir lo que es una cosa y lo que es otra! Cobardía fue acribillar a esos hombres amarrados de un “palo” y sin poder defenderse. Eso fue lo que hizo Ramfis, acompañado de un grupo de canallas que como malandrines se comportaron.

No cabe duda que la arrogancia de sus genes y la secuencia retocada de su genotipo, que surge del cuatrerismo, sigue latente.

Lo que ocurrió en la Hacienda María fue un crimen execrable. Se desconocieron los derechos fundamentales del hombre. La Declaración Universal de los Derechos Humanos, adoptada por Naciones Unidas, el 10 de diciembre del 1948 incluye el Derecho a un Juicio imparcial y a la No Tortura. Y esos asesinos lo pasaron flagrantemente por alto. Esto conllevaba una sanción a los perpetradores donde quiera que se encontraran. Y no pasó nada pues la Justicia dominicana, una vez más, no cumplió a cabalidad con su parte.

Muchas personas perdieron la vida durante esa nefasta Era por el exceso de poder y la cobardía de esa familia y tenemos ahora que soportar la necedad de la descendencia. ¡Inaceptable!