Es curioso contemplar como la llama que ilumino la lámpara de la crítica vertida en oposición, en los años recién pasados de la política nacional, hoy inesperadamente se extingue como por arte de magia, nadie se atreve a disparar su crítica al objetivo convertido en aparente oposición, producto de la división partidista que acciona actualmente en la búsqueda del poder. Las cosas han cambiado y los personajes se sitúan en espacio y circunstancias disímiles, que ya los vemos con rituales y roles distintos. Ahora hay temor en dirigir los cañones hacia un candidato y el silencio en cierto sector tiene la impronta de que nada espurio ha pasado en su ejercicio gubernamental; la estrategia esfuma en el tiempo los saqueos del erario público: " Borrón y Cuentas Nuevas", una desgracia imperante desde la Era post-Trujillo, que ya se avizora si se diera una segunda vuelta.
" Culpa del tiempo, y no de España", es una sentencia que lo devora todo en el trajinar de los sucesos históricos de la vida y la sociedad. En los tiempos al parecer la conducta y acciones de los hombres y las clases sociales reciben el perdón o la generosidad de ciertas justificaciones en la mentalidad de nosotros como entes humanos. La manecilla del reloj se mueve empujada por una suerte de razones sociales, familiares o políticas que trascienden a las puras explicaciones de los acontecimientos, donde los personajes necesariamente son responsables como actores o sujetos de la historia de sus hechos. No hay historia sin sujetos, porque los sujetos en determinadas circunstancias, a veces inexplicables voluntarias o involuntarias, se constituyen en los actores fundamentales, pero no los únicos de la historia. Léase La Guerra Civil en Francia, de Carlos Marx, de como un personaje mediocre familia de Napoleón Bonaparte , asumió el poder en Francia.
En las palabras del hablante resuena aquella versión de que el tiempo lo borra todo; y nos afincamos tanto en esa idea, que la damos como una verdad irrefutable, entonces jugamos al tiempo cuando los desatinos envuelven nuestro proceder inmoral en la sociedad y levantamos nuevos o enderezados discursos como si nada en el pretérito espacio hubiera sucedido. Nos creemos cual imaginada hipocresía nuestros sabuesos pensamientos y proseguimos nuestros caminos tomados de las manos del destino: se consideran seres predestinados( seres prodigiosos). Y de esa " virtud mágica" brota el ansia desgraciada del autoritarismo, la dictadura, el monopolio, el elitismo y la reelección de los gobernantes: la ambición material y política. Ademas circulan aquella frase de que hay "candidatos conceptuosos", desde luego deducen que otros no los son.
Dos personajes representan en el presente escenario nacional dominicano esos afanes inconmensurables, jugando en el tiempo con las mismas fichas manchadas de los horrores que hemos visto en la política nacional, sin cambio alguno de conducta, sino de circunstancias insignificantes que en nada nos alientan a perspectivas diferenciadas en el tiempo y en el espacio. Sus mandatos estuvieron salpicados con creces con el oro corruptor del peculado, por la ambición desmedida y la concentración antidemocrática del poder, por igual, en los diversos  aparatos del Estado dominicano: cuentase la Justicia, el Sector de Auditoría, la Procuraduría, los Programas Sociales en beneficio del clientelismo vulgar y la Política Exterior al servicio de alianza partidaria como botín. No hay tal diferencia, su división trajo como consecuencia el debilitamiento, pero si se evalúa el ayer y ahora, el tiempo no puede enterrar sus malos hábitos: más de lo mismo y el País endeudado.