El Consejo Nacional de la Magistratura se aboca a escoger cuatro jueces de la Suprema Corte de justicia y la totalidad de los miembros titulares y suplentes del tribunal superior Electoral.

La selección de los miembros de este último tribunal genera justificada suspicacia entre los actores del proceso electoral. Una parte de la comunidad política del país está convencida de que el descalabro de los partidos se debe a la actitud del TSE.

El sector predominante en el Consejo Nacional de la Magistratura tiene, ahora, el chance de propugnar por un TSE que sea de la confianza de todos los actores o en cambio reiterar la inadecuada conducta de imponer una notable mayoría que responda dócilmente a sus dictados, lo cual parece un beneficio político en lo inmediato pero a la larga se revierte como un daño irreversible contra la institucionalidad dominicana.

El bloque de partidos de oposición, con el PRM a la cabeza, ha hecho público su manifiesto de que no aceptarán la designación, como  jueces del TSE, de personas de reconocida militancia política. Ese criterio es idealmente correcto pero no es suficiente, los principales partidos deben tratar de lograr un equilibrio de los “independientes”, pues nadie ignora que cada partido tiene sus independientes favoritos.

Hay que abandonar la práctica de que el grupo mayoritario imponga tres adeptos y escoja un miembro de “la sociedad civil”  de su simpatía y permita al principal partido de oposición escoger un quinto miembro. De ser así estaríamos repitiendo la misma caricatura y los resultados serían los mismos o peores.

Estoy convencido de que los poderes que se le han atribuido al  TSE y los que ellos mismo se han atribuido son suficientes, si no se escogen adecuadamente sus miembros, para sembrar el caos institucional en el país. Tomemos de muestra al otrora glorioso y hoy  desintegrado PRD. Dicho esta.