El controvertido candidato del Partido Republicano, Donald Trump, se sentía tan inexpugnable en su carrera hacia la Casa Blanca, que llegó a decir en Iowa, a propósito de sus irreverentes planteamientos de campaña, que “podría estar parado en medio de la Quinta Avenida y disparar contra alguien y no perdería ningún votante”.
La alta popularidad de su candidatura, que continuaba in crescendo, a pesar de sus discurso xenófobo, especialmente contra los mexicanos, los musulmanes y los chinos, parecía darle la razón, hasta que un vídeo, filmado con desenfado en tiempos en que no había colocado en su agenda la conquista del poder político, le arrancó, inesperadamente, un número de electores que podría ser decisivo en las elecciones del próximo día 8 de noviembre.
En ese sentido, tal y como lo reflejan las encuestas, la que parecía una marcha triunfal hacia la presidencia de los Estados Unidos ha sido detenida por el poder del vídeo. Entonces, ¿cómo se explica que los ciudadanos estadounidenses se hayan dejado seducir por un discurso insolente e insultante que promete conducir a los EEUU hacia un régimen nazista y solo despertaran por los efectos de un vídeo?
Anteriormente Trump, sin consecuencia negativa para su campaña, había reaccionado de forma molesta contra la periodista Megyn Kelly, a quien en uno de sus arranques misóginos señaló que “se le podía ver que la sangre le salía por los ojos, que le salía por todas partes", insinuando su período menstrual, por esta haberle requerido una explicación sobre sus insultos contra varias mujeres a las que había calificado de puercas gordas, zorras y animales repugnantes.
Sin embargo, contrario a otros pronunciamientos que había hecho en perjuicio de la dignidad de la mujer, sin que se viera afectada su popularidad, no existe la menor duda de que el vídeo del candidato vanagloriándose de que, por ser una estrella, podía atacar sexualmente a cualquier mujer, lo afectará gravemente, como lo comprueba el hecho de que muchos de los líderes emblemáticos de su partido, de inmediato, le retiraron el apoyo.
Tomando en consideración que, como sostienen Dicey y Lowel, la democracia es un gobierno de opinión, con lo que coincide el politólogo Giovanni Sartori, en su reconocida obra Homo videns, la sociedad teledirigida, al expresar que el pueblo opina sobre todo en función de cómo la televisión le induce a opinar, por lo que condiciona fuertemente el proceso electoral, ya sea en la elección de los candidatos, bien en su modo de plantear la batalla electoral, o en la forma de ayudar a vencer al vencedor, siendo Donald Trump un producto de la televisión, podemos decir que esta vez “el cazador ha resultado cazado”.
Como era de esperarse, después del vídeo la televisión ha recibido, con fines electoralistas, una lluvia de denuncias de mujeres que acusan a Trump de haberlas agredido sexualmente. Lo peor para el magnate es que ante el hecho de que, como reza el proverbio chino: “una imagen vale más que mil palabras”, el referido vídeo le da validez ante la opinión pública, hasta prueba en contrario, a todas estas denuncias.
Mientras tanto, todo parece indicar que Donald Trump fue derribado, definitivamente, por el poder combinado del video y de la mujer.