Este dia 20 se cumplirán dos años desde que Donald Trump asumió la presidencia de los Estados Unidos.  Sobre la incorrección política, la controvertida campaña y la sorprendente victoria electoral del magnate norteamericano se ha dicho todo.

La mitad de su mandato le llega en medio de una batalla con el Congreso por conseguir que el presupuesto se contemple una partida de US$ 5,700 millones para construir el muro fronterizo con México, la promesa que sirvió de acicate a millones de estadounidenses para votarle.

La firmeza con la que Trump defiende su proyecto ha derivado en que Estados Unidos inicie el año sin presupuestos y, consecuentemente, el gobierno federal esté cerrado durante las últimas tres semanas.  

El mandatario republicano luce dispuesto a llevar la disputa al límite con tal de hacer realidad el muro.  Hace unos días publicó un tuit en el que proclamaba que el cierre del gobierno podría durar meses y hasta años.

Esta crisis da pie para analizar los resultados de Donald Trump a mitad de su periodo. Política exterior y economía son las dos materias para evaluar las gestiones de los gobernantes norteamericanos.   

Que el presidente la nación más poderosa del mundo destituya a un Secretario de Estado o fije posición sobre temas de política exterior a través de Twitter es cuando menos indelicado.  Sin embargo, la evidente distensión de las relaciones entre USA y Corea del Norte, iniciativa de Trump, es un ejemplo de que tal vez este hombre tenga mayor claridad política de la que se le supone.

Su amenaza a empresas como Apple o Microsoft para que trasladasen sus fábricas a territorio estadounidense so pena de colocarles altos aranceles, hizo pensar que durante su administración la economía norteamericana colapsaría.  Dos años después, los indicadores económicos parecen disuadir esos temores: menos de 5% de desempleo, aumento de la demanda y el consumo y estabilidad del mercado de valores, resultado de su programa de estímulo económico fundamentado en una baja de los impuestos.

Su peculiar perfil mediático y su tirante relación con la prensa quizás contribuyan a la proyectada imagen de hombre irascible, caprichoso e improvisado que de él tienen la mayoría de los ciudadanos. La inestabilidad de su gabinete, su dura política migratoria con trazas de xenofobia y un discurso a ratos estridente, manchan su administración. Sin embargo, su base de apoyo electoral continúa intacta.

La revista The Economist al analizar su gobierno dice: “Lo que caracteriza los dos primeros años de Trump es su instinto irreprimible de actuar como un demoledor. Se suponía que sus tácticas destructivas derrocarían a una élite de Washington que se servía a sí misma, pero la intimidación, la mentira y la sordidez del presidente han llenado el pantano más rápido de lo que ha agotado.”

En “Miedo: Trump en la Casa Blanca” del prestigioso periodista norteamericano Bob Woodward se relata una anécdota de un colaborador suyo que le esconde una carta en la que el presidente norteamericano anuncia el rompimiento de los acuerdos de cooperación entre Estados Unidos y Corea del Sur, y como este luego olvida que estaba dispuesto a firmarla.  Resulta difícil creer que la cotidianidad de un mandatario se maneje de esa manera y cuesta aún más pensar que lo relatado en el libro sea una invención malintencionada del autor. Sin embargo, al terminar la lectura del interesante trabajo de Woodward queda la impresión de que, al menos sus fuentes, difuminaron la verdad.

Luisito Marti, el inolvidable músico, cantante, humorista y productor de cine dominicano, solía definir a Anthony Ríos, su entrañable amigo y compañero, como “un loco que no era loco na”. Luego de dos años como presidente, quizás esa definición encajaría perfectamente con Donald Trump.

El autor es Secretario de Educación del Partido Revolucionario Dominicano.