"Los hechos perduran para toda vida, mas las palabras se las lleva el viento"; " no siempre es lícito, decir la verdad", son expresiones que contienen toda una experiencia desde la sabiduría popular, hasta  la sentencia de Charles de Gaulle en su crucial desempeño de la Francia situada en la Segunda Guerra Mundial. Y en la Biblia nos advertimos de que la lengua es el castigo del cuerpo. ¡ cuántas certezas descargan en su semántica estas palabras! A veces a manera de humor ácido tildo en mis estudiantes, ya que algunos producen mucho ruido, particularmente los pioneros al incorporarse a la Universidad, que paren la "diarrea verbal", desde luego consigo el objetivo, pero todos ríen a carcajadas.

Las palabras no bien encajadas y desprovistas de intenciones delicadas y decentes, estructuradas en mensajes que maltraten los sentimientos e intereses de los receptores suelen traerles a los portadores inconvenientes amargos y desastrosos; porque una frase descompuesta y con un mensaje castigando el egoísmo humano de los demás, que se siente ofendido puede desatar reacciones adversas y en el peor de los casos acciones virulentas y agresivas. No me deja mentir la diplomacia usada en muchas crisis con fines de aligerar graves situaciones que provocaron discursos agresivos y lesivos a personas, grupos o naciones.

En Donald Trump actual Presidente de los Estados Unidos se producen al hablar las diatribas más extravagantes, populistas y agresivas que Jefe de Estado pudo pronunciar en el mando de la Gran Nación Norteamericana, al decir de CNN , New York Time y otros órganos periodísticos de prestigio mundial. A tal punto que en la presente semana lo han acusado de narcisista y de una personalidad distorsionada, en cada fragmento de discurso, ya que no son reales discursos, la emprende resentidamente con la prensa, con un sector de los republicanos, contra México, los inmigrantes, los demócratas, asentándose en el sillón de la permanente palabra con rostro severo que irrita a los que suponen recibirla. El discurso suyo se mueve inestable y apurado por la incertidumbre que desata. Nadie se siente seguro, ni mucho menos comprende la intención plagada en sus palabras, tejiendo toda suerte de especulaciones en la geografía mundial, tan sólo Rusia escapa a ese crucigrama Trumpiano, pero se muestra cauto, porque la luna de miel en esas relaciones quizás no perdure tanto.

En Trump las palabras se encadenan con furor de fuego y contradicciones insalvables que atemorizan a los habitantes del planeta que comentan con horror sus sentencias; queriendo decir la gente que " con candela no se juega"', pues hace dos días acaba de pronunciar su disposición de rearme nuclear para el arsenal de Estados Unidos. Hay una " diarrea" que no se detiene y en la espera de un movimiento de los labios, en que se atesore la inadvertida incertidumbre.

En cambio en Santo Domingo presenciamos la callada eterna de un Presidente Danilo Mediana, que no habla, ni siquiera para adelantar los temas de los días de la Patria; su extravagancia se convierte en silencio cómplice, aprendizaje de un alumno que supo imitar a su maestro del secretismo Joaquín Balaguer, quien hablaba a la Nación cuando los vientos se los aconsejaban y lo hacía con persuasión insinuando resultados contraproducentes sino se obtemperaba  a sus advertencias premonitorias. Danilo además sigue los dictados de su asistente publicitario Joao Santana, que lo hizo enmudecer como el mensaje más salvador cuando se viera en "aprietos". Justamente estos se les presentaron con

fuerza inusitada y clamor popular por los casos Tucano, Ordebrecht, Punta Catalina, Los Tres Brazos, Terrenos CEA, y cadenas más de escándalos, puestos en artículos anteriores. Pero el Presidente no habla y si habla, no actúa. Joao Santana en su cabeza y Balaguer en su modelo. Su silencio es la entelequia de la palabra, sin sonido, sin evidencias, pero con carga de significado.