En los Estados Unidos no existe una Junta Central Electoral, ni la cédula personal de identidad, ni un Tribunal Electoral. Ni siquiera una comisión de notables, encabezada por un Agripinus. A pesar de eso y con la excepción de las elecciones del 2000, que por problemas en la Florida lo del presidente ganador fue decidido por la Suprema Corte, el proceso electoral y las elecciones mismas han fluido sin problemas. Antes de la medianoche del día de las elecciones el candidato perdedor ha llamado al ganador para felicitarlo.

Este noviembre puede que sea diferente. El candidato Trump alega que las elecciones serán fraudulentas y que tal vez no reconozca sus resultados. Ha sido una tradición en los Estados Unidos votar usando y a través del correo, en vez de un voto presencial y con motivo del corona virus se prevé que una proporción mayor utilice ese mecanismo el cual, hasta ahora, no ha sido impugnado. Pero Trump alega, sin pruebas, que ese sistema permite fraude. Esos votos fluyen por el correo, una oficina federal y Trump nombró allí a un político como jefe. Tradicionalmente los votos presenciales se cuentan y anuncian primero y los resultados temprano, a eso de las ocho de la noche, reflejan mayormente esos votos y los enviados por correo se agregan después. Algunos piensan que Trump alegará victoria temprano y fraude más tarde esa noche. Los presidentes de los partidos jugarán un papel importante en ese momento y el del partido demócrata, Tom Pérez, es nieto de un exilado dominicano anti trujillista.

También se alega que los gobiernos rusos y chinos estarán tratando de influir en las elecciones. Ya los rusos lo hicieron en las pasadas. Los demócratas critican la pésima situación económica así como una mal manejada pandemia, sobre todo si se compara con los mucho menos fallecidos en Canadá, culpando a Trump por ambas situaciones, mientras que este culpa a los demócratas por la violencia provocadas por tensiones raciales en las grandes ciudades de ese país y que están controladas, en su mayoría, por el partido demócrata. Trump alega que si ganan los demócratas esa violencia continuará. El voto de los blancos es fuerte entre los republicanos y Trump ha criticado públicamente a los afroamericanos, hispanos y nativos americanos (los indios originales).

También Trump, según se alega, ha criticado a los soldados americanos muertos en las diferentes guerras pero además, más recientemente, a la alta jerarquía militar, como lo hizo Eisenhower al dejar su presidencia en 1961 cuando se refirió al complejo económico militar. Pero dudamos muchísimo que en ese país exista un coronel dispuesto a casarse con la gloria la noche de las elecciones.

Las encuestas indican que el candidato demócrata, Joseph Biden, está por encima de Trump por unos ocho puntos y que también ganaría el colegio electoral. Pero las encuestas americanas se equivocaron en el 2016.

Un jocoso podría alegar que, por suerte, los americanos siempre podrán apelar en sus conflictos electorales a la acumulada experiencia regional de la Organización de Estados Americanos (OEA).

Recientemente tuvieron lugar elecciones en otra isla del Caribe, Jamaica, donde, e igual que en nuestro país, el corona virus ha paralizado el turismo, tumbado la economía y provocado gran desempleo. La cantidad de votantes que antes había sumado un 48% del padrón, se redujo, debido a la pandemia e igual que en nuestro país a solo un 37%. Distanciamientos, manitas limpias, termómetros y mascarillas prevalecieron. Pero a diferencia del caso dominicano, tres debates entre candidatos tuvieron lugar. Pero la grandísima diferencia fue que el partido en el poder arrasó, ganando 49 de los 63 asientos parlamentarios, gracias a un incremento de 19 asientos.

Es algo para poner a pensar a los peledeístas.

Cambiando de tema electoral, el gobierno de Abinader ha propuesto modificar la ley para que el director de INAPA no sea necesariamente un ingeniero. Excelente idea, pues con todos los acueductos quebrados lo que se necesita son administradores con experiencia. Lo mismo se aplica en el sector de la salud pues los médicos, por deformación profesional, son malos administradores. En Europa y Norteamérica en las universidades existe la carrera de administradores de la salud. Ojalá aparezca un dominicano, en el país o en la diáspora, con ese título.