Para ser buen golfista hay que tener un buen putt. Y aunque ahora no lo demuestre, Trump es un excelente jugador de golf. Pero qué lindo si George hubiera llamado a Donald –hagamos esa hipótesis–, y le hubiera explicado cuál era su función. George Walker Bush –que es un excelente jugador en todas las batallas como muestra en su libro Decision Points, Crown Publishing Group–, habría tomado el toro por los cuernos.

Ahí estaba Graham, consciente de la época en que vivía: el efecto mediático había sido impuesto. Era como si tuviera que manejarlo todo con un tuit detrás de otro.

Rudolph Giuliani, el abogado del presidente, había pensado algo exacto: no tenía que justificar el discurso. Lo manejaría en el momento en que la lucha se considerara cuesta arriba. No tenía que decir nada de lo que Trump le dijera en ese momento. Tenía continuas sesiones de conversación en privacidad y lo que se dice ahí es tan caro como el fin de semana de Yvanka en Río San Juan: 58,000 dolaritos (lo pagaron de la manera correcta).

Lo tenemos claro: no era una película de Tarantino, sino un disco de Los Beatles: dos ritmos diferentes. No era You never can tell, sino la canción de 1965 We can work it out, de Yesterday and today.

Como ocurrió con el huracán María en Puerto Rico –desastre y movimiento con drama–, una tormenta política ha sido desatada en la política norteamericana. Frágil y abierta, América fue conquistada por ella (por la tormenta). En un modelo de mala gastronomía, la declaración de la ex diplomática Marie Yovanovitch, nos mete en una introducción fastuosa. Es un plato del que no sabemos el sabor en la mesa. Tenga buen provecho, gracias. 

Nadie quiere que los comensales huyan del restaurante. Es una tendencia global que no vindica el sistema. Nadie es pagado sino en el futuro por llegar a la batalla e intentar sacarlo del cargo. Es evidente que es una persona que tiene mucha cola: juega mucho al golf en sábados o domingos. Sí, tuve mal putt, diría. Las cosas mejorarán, diría después. 

El presidente sabrá defenderse como ha hecho en el asunto de la cobertura mediática en la lucha comercial con China. Ahora, lo ha demostrado con los kurdos. Está fuera del norte de Siria y es la mejor decisión que puede tomar en este momento. 

Seductora y decisiva, Mónica después descubrió que podía pagársele por contar su historia. El asunto es que trató su caso como una aventura. Esta aventura podría explotar algún día y explotó en manos de la multitud. Fue financiada de una manera muy esperpéntica: sin dinero alguno, sino con el antiguo asunto del escarnio y el chantaje. De acuerdo a algunos, la gente quería saber qué sucedió en esa habitación (la llamamos oficina oval). Ahora queremos todos los records de todas las llamadas. Queremos conocer todos los planes que se nos ha dicho que son para hacerle mal a otras personas. Esas llamadas malignas deberían estar en nuestro almacén de datos (en nuestros discos duros). La gente espera que esas llamadas sean publicadas. Y todos disfrutaremos de la mente macabra del presidente. Sería mejor que una serie de Netflix en la noche.

Todo el que recuerda a Nixon lo hace con la pertinencia del caso de un hombre brillante en sus actos. Richard recibió el embate de la oposición durante meses. La idea que mostraba a Nixon como un personaje de una mala película, que fue mantenida durante mucho tiempo, fue parte de todo un diseño que ha sido estudiado antes. Esos argumentos que fueron sacados para no darle tiempo son considerados ahora parte de la historia de Estados Unidos.

Todo no era sino un intermezzo en el que se dirimirían los asuntos más positivos de la nación americana. Tanto éxito no iba a ser permitido, algo que se parece mucho a lo que está sucediendo en el caso Trump. El gobierno ha explicado que ha mantenido el comercio estable en el proceso de comprobación de los principales indicadores (usemos otra vez el PIB).

Queremos que las cámaras y las fotografías comiencen a dotar al escenario de más luces. Queremos estas luces en todas partes del salón. Allí todo ocurre para que todo el mundo comprenda que esto es un espectáculo y un show como sucede en las series que vemos en Netflix (preferimos la de Sutherland).

Bush no tendría que ser augur o un determinista fatal cuando se comunicara con Trump, algo que saldrá en algún momento a la luz pública si lo hizo. No hay duda que lo publicaría en un libro.

El proceso está determinado por esa seguridad que tiene Donald Trump para dictaminar lo que ocurre en su vida. Es la historia de ser presidente y amigo no solo de Bush sino de todos los americanos. Por cierto, es conocido que Bush ha llamado a Clinton su hermano de otra mamá, como ha sido explicado en el artículo de Nancy Gibbs, y Michael Duffy, publicado en la revista Time. 

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