Dos acontecimientos sobresalen como temas importantes de la vida política y comercial de la actualidad. Uno se refiere a las declaraciones del candidato a la Presidencia por el PRD Hipólito Mejía, con respecto al valor del respeto a las normas de convivencia social que imperó durante el periodo de la dictadura de Trujillo y el otro, el arribo próximo de los 50 años de fundación de la Asociación de Industrias de la Republica Dominicana (AIRD), hechos que permiten la remembranza de interesantes episodios de aquella época.
Los albores del año 1962 marcan el inicio del despertar del país al conocimiento de lo que significa la vida en libertad. Este cambio ciertamente brusco de un estado nacional de postración al de una situación de apertura y de posibilidades de libre elección, dio origen a una fase de inestabilidad y de reordenamiento del proceso político, económico y social del país.
El dominicano promedio comenzó a presionar a los gobiernos de la época en procura de lo que entendía seria la conquista de sus reivindicaciones sociales por tantos años conculcados por la tiranía. Estas gestiones obligaron al Estado a propiciar el incremento a los salarios de los trabajadores y a la vez a desarrollar planes de emergencia social para convertir en entes económicamente activos, a los miles de hombres que no encontraban plazas para laborar.
En los inicios de esa primera década, después de la muerte de Trujillo, operaban ya entre otras empresas, la E. León Jimenes y la Máximo Gómez P., con una gran orientación hacia el mercado, así como la Colgate Palmolive y la Sterling Products, entre otras pocas compañías extranjeras
Todas estas medidas dieron lugar, a su vez, al inicio de la transferencia de los ciudadanos de las zonas rurales hacia los centros urbanos, principalmente a Santo Domingo, activando de ese modo, la demanda de bienes de consumo, los cuales debieron ser importados, en su gran mayoría. De manera que las importaciones que en el 1960 apenas alcanzaban la cifra de 90.3 millones de pesos, ya para tan temprano como el 1964, ascendían a 202.4 millones de pesos, iniciándose así la generación de una continua y creciente demanda de bienes extranjeros.
Para ese entonces el sector productivo nacional estaba conformado casi exclusivamente por el conjunto de empresas pertenecientes a Trujillo, sus familiares y sus allegados, las cuales se convirtieron poco después en lo que se denominó la Corporación Dominicana de Empresas Estatales (CORDE). El Estado recibió este parque productivo y no solo adquirió el valor del patrimonio físico que representaban las mismas, sino que heredó también los sistemas y procedimientos de su manejo administrativo, los cuales evidentemente estaban muy lejos de las corrientes modernas de administración empresarial que primaban en otros países de la época.
Estos sistemas y procedimientos eran también aplicados en las pocas empresas que conformaban el débil e incipiente aparato productivo privado, las cuales se incorporaron más tarde como fundadoras de la Asociación de Industrias de la Republica Dominicana, convirtiéndose en las precursoras de la consciencia productiva de la nación.
En 1962 la inversión privada triplicó su valor sobre el año anterior se duplicaron los nuevos proyectos de inversión y nuevas fabricas, grandes y pequeñas que abrían sus puertas diariamente, así como inversionistas puertorriqueños, japoneses, norteamericanos, canadienses y alemanes que visitaban el país en ese año en busca de oportunidades de negocios.
Este despertar de los sectores productivos de la nación dio lugar a la necesidad de buscar los caminos para la colocación de los bienes de uso y de consumo que se encontraban en los almacenes de las compañías formadas o impulsadas en este tiempo por este movimiento de renovación.
En los inicios de esa primera década, después de la muerte de Trujillo, operaban ya entre otras empresas, la E. León Jimenes y la Máximo Gómez P., con una gran orientación hacia el mercado, así como la Colgate Palmolive y la Sterling Products, entre otras pocas compañías extranjeras. Estas dos últimas eran sucursales de grandes corporaciones norteamericanas que se consideran como parte de las precursoras de la gestión administrativa, orientada hacia el marketing en la Republica Dominicana.