No se asuste al leer el título, Trujillo está muerto, al menos su cuerpo, pero sus acciones perduran en la actualidad. Dicen que hierba mala nunca muere, pero también que no hay mal que dure cien años. Hoy a 53 años de la muerte del dictador dominicano Rafael Leónidas Trujillo la sociedad dominicana puede constatar que el trujillismo sigue vivo en la naturaleza estatal.
Pero, ¿por qué sigue vivo? Sigue vivo porque la gran mayoría de los gobiernos imitan su práctica (por no decir todos, que la historia, en mi caso, y la experiencia, también en mi caso y en el de las personas con juventud acumulada que han vivido más que yo, nos han permitido comprobar).
Decía Johnny Abbes en su libro autobiográfico “Trujillo y yo” que él fue leal y que murió siendo leal al trujillismo; hoy en día hay quienes, sin decirlo, mas con sus acciones, son leales a ese sistema que tanto nos aterró. Son muchos los políticos que siguen siendo leales a Trujillo, a propósito de esto, vale leer el libro “Hombres de Trujillo” del Lic. José Abigail Cruz, en el que presenta los hombres más destacados (políticos, intelectuales y personalidades) que sirvieron activa y pasivamente al régimen y que por ende contribuyeron a la propagación del trujillismo. Pero no se vayan tan lejos, hoy son muchos los “hombres de Trujillo” tanto del pasado como del presente siglo.
¡Hay que volverlo a matar!, no al cuerpo, sino la esencia y naturaleza del trujillismo que permanece presente en la sociedad; pero el escenario ha cambiado un poco: ya no es necesario tomar las armas para matarlo, basta con llevar las prácticas trujillistas al paredón de los principios y dispararle con balas de moral, de cambio y de ejemplo, no sin antes, como todo Estado Social y Democrático de Derecho, haber comparecido ante el juicio con la historia.
Gran parte de la sociedad también padece este mal, debo ser justo y reconocer que si el Estado ha sido partícipe de esto es porque, en parte, la sociedad se ha acostumbrado o en cierta parte exige este tipo de conductas. El clientelismo, la corrupción, la impunidad, la crisis judicial y la complicidad social son parte del legado de Trujillo, también lo son el temor a actuar y la indiferencia. No se mata el trujillismo con ruido, pero tampoco con silencio, ni con palabras, sino más bien con acciones.
Aún estamos a tiempo, según el mencionado refrán el mal no dura 100 años. Estamos tarde, es cierto, pero más cierto aún es que nunca es tarde o que más vale tarde que nunca, hay que actuar, no hay tiempo para lamentar, solo para actuar…solo para actuar.