En estos días me tocó ir a Puerto Plata a hacer una de mis acostumbradas transmisiones “in sito” para mi programa de radio “Compasillo”. Se trataba de la celebración de los cien años de Juan Lockward, el Trovador de la Patria. Aunque haré extensos comentarios sobre el concierto, lo primero que me llegó a la mente fue aquello de “trovador”. A pesar de lo distante de sus orígenes, el concepto no ha variado mucho: un cantor que acompañado de guitarra u otro instrumento de cuerdas, se desplaza de un lado a otro contando historias de su invención,  basada en hechos reales. En la antigüedad, eran los encargados de transmitir noticias de comunidades y familias de más o menos interés de pueblo en pueblo. La movilidad (mucho más sencilla en estos tiempos pero no necesariamente en los años de “fama” de Lockward y otros), la invención (autoría) y el dominio del lenguaje musical (instrumentista, compositor) siguen siendo los asuntos comunes y perdurables. Han cambiado detalles que más tienen que ver con realidades diferentes. Un trovador de estos tiempos sigue manejando  la crónica pero más en plano personal que colectivo, con mayor rejuego poético, siempre “contando historias” Y, claro, la música.

Celebración del centenario del nacimiento de Juan Lockward

Ha habido desde siempre, una Trova en Santo Domingo como en el resto del Caribe isleño e insular. La nuestra, a diferencia de otros países, no ha sido debidamente estudiada. Sin embargo, lo que quiero destacar no son necesariamente sus similitudes con la europea, más bien, las diferencias. Entre nosotros (“nosotros” caribeños, americanos) la trova se asocia al Bolero y al Son indefectiblemente. El Bolero y el Son, son creaciones de estas latitudes, poco importa ya de dónde proviene, qué elementos fueron asumidos para crearlos. Es,  hace años ya, una realidad propia donde no sólo la guitarra y el laud cuentan, también el cuatro, el tres, el piano… Juan Lockward es una de sus muestras más señeras.

Sobre el concierto:

Mi buen amigo Eugenio Vanderhorst tuvo a su cargo la dirección musical y buena parte de los arreglos. La Filarmónica Quisqueyana el acompañamiento. Rafael Solano y Caonex Peguero dirigiendo, en una producción del Ministerio de Cultura. Solano, quien ya había hecho un homenaje en vida a su amigo y compueblano en un disco muy celebrado, con explicaciones en voz del mismo Lockward (ya imposibilitado de cantar), se encargó de dirigir la Filarmónica en varios temas (el opening y cierre, Luchy Vicioso, Niní Cáfaro), de los cuales también hizo los arreglos. Mi compueblano Caonex (director titular) se encargó, con la maestría acostumbrada, de los demás (Pavel Nuñez, Janio Lora, Víctor Víctor, José Ant. Rodríguez, la joven sopranao Janette Márquez).

Comentarios:

Con el Vander (Eugenio Vanderhorst) comentaba, aún en medio del jolgorio, cuán apropiado me parecieron los arreglos y las interpretaciones. Vander tuvo el cuidado de no alejarse de la esencia del trovador y bohemio  Lockward. Estudió con cuidado los rejuegos armónicos del autor en su guitarra y los a veces intrincados de sus composiciones. El resultado fue magnífico. Lo que, vale decir, sacó un poco de sus elementos a los nóveles Pavel (“La India soberbia” “Amor oculto”) y Janio (“Flor de té” “Cuando yo te olvide”) pero “comieron con sus damas”  Niní (“Por qué no ha de ser” “Puerto Plata”) y  Luchy (“Golondrina viajera” “Poza del Castillo”) ambos con limpísima y casi eterna voz.

La Filarmónica interpretó, con aire de Danzón, arreglo de Jose Antonio Molina (Director Titular de la Orquesta Sinfónica) “Dilema”, donde se lucieron los músicos (pude distinguir, estaba en mal lugar donde me tapaba el público, la guitarra de Juan Francisco Ordóñez,  la flauta de Luis Ruiz y el bajo electro-acústico de Ezar Simó)

Vitico (Víctor- Víctor) interpretó “Que dios bendiga el Cibao” porque, dijo, también la prefería su padre. Es la única composición de Lockward que conozco con aire sonero. No me sorprende que su padre la prefiriera, era un sonero bien conocido. Recuerdo haberlo acompañado (con Maniel) en una que otra ocasión.

El escenario no pudo ser mejor localizado: tarima al pie de la muy famosa Glorieta del Parque Central con bellísimo juego de iluminación.

En esencia, un gran concierto digno de cualquier país del mundo, con músicos (de ambos géneros y edades) muy buenos y mejor dirigidos. Arreglos más que apropiados como para sentirse orgullosos de nuestros talentos y agradecidos de la genialidad de Juan Lockward.

Lockward nació en Puerto Plata un 24 de Junio de 1915 y murió en marzo del 2006. Una vida donde no le faltó reconocimiento. Sus temas se hicieron parte del acerbo popular desde muy temprano en su carrera. Aunque no viajó mucho, sus canciones, por haber sido interpretadas por grandes del bolero, son bastante conocidas en otros países también.

Hijo de Danda Lockward, inmigrante de las islas al norte del atlántico (cerca de Cuba y Puerto Plata), músico y director de orquesta y, a mi ver, el compositor del son más viejo (1900, aproximadamente) que se haya compuesto en este país: “Mercedita”. Dentro de las muchas tareas que nos quedan, estudiar la vida y, sobretodo, música de Danda es una impostergable. “Aprendí a cantar y componer boleros con mi padre y sus músicos” dijo Juan alguna vez.