Alguien pregunta por un hotel. Nadie responde. Risas. ¿Hotel? Eso ya no existe en las ciudades de Cuba. El forastero, meditabundo, mira al cielo y continúa su camino. La noche es larga y corta la esperanza. Siempre hay rincones vacíos que esperan.

Con la excepción de La Habana y Varadero, los núcleos urbanos del país carecen de alojamientos momentáneos, decentes y estructurados de manera organizada, para acoger a nacionales y extranjeros. Los hoteles de paso quedaron atrás, enclaustrados en el recuerdo de unos pocos.

Hoy resulta casi imposible recorrer la Isla ante la falta de opciones, baratas y viables, para encontrar habitaciones. Sin embargo, las zonas turísticas (de playa, por lo general) cuentan con el servicio de las grandes cadenas hoteleras, empeñadas en atraer a visitantes de otros confines y latitudes. El dinero dispone y manda.

Antes, la mayoría de los pueblos cubanos tenían posadas o moteles de cierta categoría donde los viajeros  descansaban un rato y recuperaban fuerzas. Incluso, hubo cuartos de alquiler al borde de las carreteras para los choferes y pasajeros cansados. Pero las cosas cambiaron y el tiempo acabó con todo.

Los hoteles que todavía se mantienen en pie, parecen edificios bombardeados o perreras de mala muerte. Allí, los huéspedes sienten repulsión y asco frente a tan desagradable ambiente, pero hay momentos en que cerrar los ojos constituye la mejor solución. Silencio. El maltrato no admite críticas. De lo contrario, duerma en la calle. Sin quejas.

Muchas de esas instalaciones nunca han recibido mantenimientos ni arreglos de envergadura y, por consiguiente, se derrumban ante el primer soplo de viento. Caen como castillos de naipes y nadie protesta. Al otro día y en el mismo lugar, las autoridades comienzan la construcción de enormes tiendas en moneda fuerte o levantan oficinas para empresas importantes. Y del viejo hotel…, nada de nada. Murió, y al muerto se le entierra.

La desaparición paulatina de los hoteles de Cuba adentro vino aparejada con el surgimiento de los conocidos hostales familiares, los verdaderos apagafuegos del turismo. El pequeño negocio privado, administrado en familia, dio en clavo y en estos momentos atrae el interés de los visitantes que llegan a la Isla y no desean ir a las áreas de playa.

Una o dos habitaciones bien preparadas y excelentes atenciones en el servicio conforman el hostal, pero los precios están muy lejos de los bolsillos de la gente común. La segregación también existe aquí. Hay hostales para extranjeros y para cubanos. Y son caros, demasiado caros.

En el caso de aquellos que abren sus puertas a los clientes nacionales, la hora cuesta, como promedio y dependiendo del lugar, entre 25 y 40 pesos (el salario medio del cubano ronda los 20 pesos diarios). Y únicamente por el alquiler de la habitación. El consumo de bebidas y alimentos es aparte (una cerveza, por ejemplo, vale ¡30 pesos!). Los resultados numéricos, después de tanto sumar, meten miedo. Mejor no salir de casa. O corre el riesgo de quedarse desnudo o en calzoncillos.

Las parejas jóvenes y de mediana edad sufren, día a día, la ausencia de espacios adecuados para establecer relaciones íntimas. En los hogares conviven varias generaciones y la privacidad es inexistente. Los hostales podrían ser la puerta de salida para los que guardan algún dinerito y desean un instante de placer. Pero, ¡con tantas penurias económicas! ¿Quién se atreve? O se come, o se goza. Una de dos.

Si alguien viaja largas distancias por motivos médicos, tiene que alojarse en la casa de un amigo o pariente. Y eso implica molestias y complicaciones para todos. Un catre por allí y otro por acá. La mochila repleta de plátanos y viandas, pues nadie debe llegar con las manos vacías. El niño que llora y la vieja que grita. El espectáculo más triste del mundo. En vivo y en directo.

El empresario que venda casas de campaña en Cuba se hace millonario. Negocio redondo. Cada cual con su casita a cuestas y que caiga el diluvio. Estilo caracol. Las calles y los parques repletos de nuevos inquilinos. Terminaron los problemas de la vivienda, de los hoteles, y de los hostales. Mañana la prensa oficial publicará extensos reportajes sobre la siembra de yuca en los campos cubanos. ¡Mamá mía! Vivir para ver.