A estas alturas se deben haber publicado cien millones de artículos sobre el peje gordo de Donald Trump, opinando y diciéndole de todo, que va a ser bueno, malo, regular o pésimo, y  hasta le han calificado de barriga verde. Así  que este va a ser el cien millones uno, porque no vamos a quedar señalados como la excepción.  Sobre quien seria mejor de los dos candidatos, la verdad creemos que importa poco, porque gane quien gane la Casa Blanca, siempre es América Latina la que acaba perdiendo, y la historia de los doscientos últimos anos esta ahí para corroborarlo, pregúntenselo dos veces  a nuestra República Dominicana, a Haití, a Nicaragua, a Panamá, a Cuba, a Granada y a tantos otros paisitos donde la cuchara gringa se ha metido dentro de la sopa.

Es muy posible que a los gringos y a los del Rio Bravo para abajo nos hubiera ido mejor, o menos mal, con la Hilary, pero ahora, al ser derrotada, esto queda en el campo de la pura especulación.  El hecho es que ya tenemos al Trump como presidente, y decimos ‘’ tenemos’’ porque  por la hegemonía mundial de los Estados Unidos, sus máximos mandatarios lo son también de otros muchas naciones, sobre todo si son cercanas, débiles y dependientes, como la nuestra. Lo que suceda en lo adelante tiene dos posibles vectores principales, primero, que  el Trump cumpla sus delirantes y esperpénticas propuestas de campaña, y acabemos todo el planeta enfadados, a galleta limpia, o a cañonazo sucio, o segundo, que  éstas hayan sido fruto de una estrategia  tipo  ’’aria y radical’’ para seducir  a una amplia clientela, principalmente blanca, obrera y rural, bastante extremista, pobre y frustrada, que aspira a lograr una nación más pura racialmente, fuerte y dominadora, y que la realidad le lleve a tener que actuar dentro de una normalidad que impone contexto social, político y económico, tanto interno como externo.

De toda la parafernalia electoral montada hasta el momento y vistos sus resultados, tenemos que señalar, tres hechos que pueden constituir lecciones que aprender para el futuro. La primera, es  la importancia de la estricta conducta moral y la ética que había imperado respecto a los presidentes americanos hasta el momento, se ha roto en mil pedazos. A gran parte del electorado ya le importa un pito la vida privada o pública de los aspirantes a la silla de alfileres que decía Balaguer. Trump es un magnate que fascina por el deslumbrante poder del dinero, del dinero a montones,  y como la mayoría de ellos, es un tramposo con los negocios y con el fisco, reconocido por el mismo. Un chulo, prepotente, egocéntrico, atrevido y descarado con el sexo femenino, y un burlador de las personas y colectivos más desfavorecidos, como los emigrantes ilegales o legales, cristianos o musulmanes. Sobre su mujer actual, la tercera oficial en su vida, de orígenes y formación pedestres de pasarela y modas, y tan generosa en escotes que ya sabemos bien como luce, con y sin ropa. En resumen, en los E.E.U.U ya un ‘’loco’’ y una  ‘’encueratriz’’,  pueden aspirar al más importante puesto político del planeta, y lo que es mucho peor, ganarlo.

La segunda  lección es que  las encuestas se pueden equivocar, raramente  en la actualidad, pero se equivocan, no ha sido la primera vez ni será la última. Las predicciones son eso, predicciones, y no la certeza absoluta, por eso se dan márgenes de error, y en esta ocasión los resultados finales han estado prácticamente entre esos límites. En este caso concreto, el tirarse los trastos a la cabeza, sacar los trapos sucios al sol,  de insultarse y descalificarse a cada momento, el tú esto, y tú lo otro, y tú más,  y tú peor,  han actuado como factores de desequilibrio e influencia que han inclinado al final la balanza de  muchos indecisos de un lado Hiilarysta, al otro Trumpista. El que le FBI volviese a cuestionar los correos privados de Hilary cinco días antes , y la ‘’ absolviese’’ de culpa  un día antes de las elecciones, es una muestra de ello.

La tercera lección  es que todos los imperios decaen y se derrumban y surgen otros en su lugar. Pueden durar casi mil años  como el  romano o varios siglos como el inglés o español, pero al final todos acaban, dejando un espacio geopolítico para la formación de otros. La historia lo ha demostrado en numerosas ocasiones. Los gringos llevan algo más de doscientos años de independencia y  ciento y pico de imperio,  aplicando desde las cañoneras amenazantes,  las invasiones, las anexiones territoriales, hasta el modernísimo sistema de dominio a través de  la tecnología virtual, pero a pesar de su fortaleza ya se ven vestigios  de declive. Que una de las democracias más fuertes del planeta apruebe con su voto a un señor que se las da de anti demócrata y hasta dictadorcillo, es uno de ellos. China y Rusia está al acecho para quedarse con la supremacía global, y según parece serán los primeros  en conseguirlo. El gran gigante amarillo dormido está ya muy despierto, y el gran gigante gringo siempre despierto se está durmiendo.  Aprendamos lo que podamos de todo este lío político, y aprendamos también el mandarín, si no nosotros que peinamos canas y perros viejos no podemos con trucos nuevos, si nuestros nietos, que les va a hacer buena falta.