Ayer salían publicadas en un prestigioso diario matutino de la capital tres noticias en una misma página que nos parecieron interesantes comentar, porque dos de ellas reflejan lo que es la sociedad dominicana en términos de dejadez y de corrupción, y una tercera, leve y más corta, que nos sirve para hacer una pequeña humorada.

La primera noticia es que la OMSA reparará 150 guaguas, las cuales están arrumbadas por averías y cuya reparación costará 55 millones de pesos. Uno, aunque no es un experto de materia de transporte deduce que 150 unidades sin funcionar son muchas unidades sin dar servicio, pónganse a contar, una, dos ,tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho… y aún faltan 142.

Si cada guagua mide unos 12 o 13 metros de longitud, puestas una detrás de otra, formarían una caravana tipo chorizo de casi dos kilómetros de longitud.

Uno se pregunta si tal como está de deficiente el transporte urbano en la ciudad había que esperar a tener tantos vehículos arrumbados y deteriorados para comenzar a repararlos. Los 55 milloncitos de costo que se necesitan no creemos que esta sea la causa, pues eso es “pecata minuta” para un gobierno que suelta tantos cuartos en las visitas meteóricas del primer mandatario para que cualquier campito recóndito de nuestro país comience a producir.

Más bien se debe pensar en la tradicional dejadez e ineficiencia históricas de las autoridades dominicanas que se dan en casi todas las áreas de gobierno, y que van almacenando los problemas hasta que por su volumen o importancia, revientan y salen a la luz pública.

Sería bueno que el Presidente hiciera una de esas apariciones montándose con su gabinete de palacio en una guagua de la OMSA, se sorprendería de lo escasas que son y de lo que tardarían en llegar a su despachos, y tal vez así le asignara a dedo esos milloncitos tan necesarios que ayudarían a mejorar en algo ese importantísimo servicio público, el cual constituye una muestra más de las deficiencias que exhibimos públicamente todos los días.

La segunda noticia se requiere a que el 40% de las tarjetas Bonogás está en manos de los choferes retirados, es decir en los bolsillos de los que no manejan los taxis, en detrimento de los que se pasan diez o doce horas fajados sirviendo al público y que sí las necesitan, y esto aquí donde se roba con tanta naturalidad desde una verja de hierro hasta un avión, tal vez suena a broma o chiste, pero en otros sitios donde hay seriedad en la administración de los recursos del Estado, se llama corrupción.

Ahí van las preguntas que se silencian en el tiempo y el olvido. ¿Desde cuándo sucede? ¿A cuántos millones asciende “lo desviado”? ¿Alguien, como ya es costumbre, se ha beneficiado por la izquierda? ¿Había que esperar a que casi la mitad de los usuarios se aprovecharan de ellas para detectar el fraude? ¿Acaso no se lleva un censo de los que ya dejan de conducir un taxi?

Dice la directora del Intrant, quien por lo menos ha tenido el valor de hacer la denuncia, que retirarán esas tarjetas de manos de quienes no les corresponde. Este es el país de los “retirarán”, “multarán”, “apresarán”, “perseguirán”, “investigarán”, “escarmentarán” “sancionarán? y todos los “rán” todo a futuro que uno pueda imaginarse. Por algo es que hasta la Odebrech escogió nuestro país como sede oficial de su imperio de sobornos en todo el mundo.

La tercera especie es que Bienes Nacionales ha subastado más de seis millones en chatarras y hierro. ¿Estarían entre ellas tantos funcionarios y políticos oxidados y retorcidos que hace tiempo están para el desguace? Falta hace.