[En la “Gramática española” de Joaquín Añorga y “La gramática castellana” de Amado Alonso y Pedro Henríquez Ureña (década de los cincuenta), el alumno se enriquecía aprendiendo, además de gramática, poesía y buena prosa, así como lo que Roberto Vilches Acuña llama “curiosidades literarias y malabarismos de la lengua”, amén de “la importancia de los insignificantes signos de puntuación”.

Sobre este tema recuerdo el deslumbramiento que me causó el hallazgo, en las páginas del Manual de Añorga, de una de las más grandes hazañas literarias de las que tengo memoria. Se trata de una décima en cuatro versiones titulada “Tres bellas que bellas son”. Las palabras del texto son las mismas en todas las versiones, lo que cambia en cada caso, es la insignificante puntuación y con ello todo el sentido del mismo.

Añorga lo pone de ejemplo precisamente para demostrar  la importancia de la puntuación. Y desde luego, hay que ponerlo de ejemplo como obra maestra de ingeniería poética. PCS]

Soledad Julia e Irene, tres hermanas bastante lindas y jóvenes, eran visitadas con mucha frecuencia por un caballero muy culto, elegante y buen mozo. Era tan sabio este señor y

tan simpático, que conquistó el corazón de las tres hermanas sin haberse declarado a ninguna de ellas , y llegó a tal grado el entusiasmo de las pobres hermosas, que todo era entre las mismas disputas y discusiones, amenazando turbar la paz de familia y convertir la casa en un infierno .

Para salir de esta situación penosa exigieron del joven que se declarase, y acosado y comprometido ofreció consignar en una décima el estado de su corazón con respecto a ellas; pero con la condición precisa de que no había de estar puntuada, y autorizando a cada una de las tres hermanas para que la puntuase a su manera.

Esta es la décima:

Tres bellas que bellas son /

me han exigido las tres /

que diga de ellas cual es /

la que ama mi corazón /

si obedecer es razón /

digo que amo a Soledad /

no a Julia cuya bondad /

persona humana no tiene /

no aspira mi amor a Irene /

que no es poca su beldad

 

Soledad, que abrió la carta, la leyó para sí y dijo a sus hermanas: Hijas mías, la preferida soy yo, o si no oíd.

Y leyó la décima con la siguiente puntuación:

Tres bellas, ¡qué bellas son!, /

me han exigido las tres /

que diga de ellas cuál es /

la que ama mi corazón. /

Si obedecer es razón, /

digo que amo a Soledad; /

no a Julia, cuya bondad /

persona humana no tiene; /

no aspira mi amor a Irene, /

que no es poca su beldad.

 

-Siento mucho desvanecer esa ilusión, hermana mía, dijo la hermosa Julia ; pero yo soy la preferida, y en prueba de

ello escuchad:

Tres bellas, ¡qué bellas son!, /

me han exigido las tres /

que diga de ellas cuál es /

la que ama mi corazón. /

Si obedecer es razón, /

¿Digo que amo a Soledad? /

No. A Julia, cuya bondad /

persona humana no tiene. /

No aspira mi amor a Irene, /

que no es poca su beldad.

 

Las dos estáis engañadas, dijo Irene, y el amor propio os ofusca, pues es indudable que la que el ama, de las tres, soy yo. Veamos:

Tres bellas, ¡qué bellas son!, /

me han exigido las tres /

que diga de ellas cuál es /

la que ama mi corazón. /

Si obedecer es razón, /

¿Digo que amo a Soledad? /

No. ¿A Julia, cuya bondad /

persona humana no tiene? /

No. Aspira mi amor a Irene, /

que no es poca su beldad.

Quedaron en la misma duda, en la misma confusión y determinaron salir de la incertidumbre exigiendo al joven la puntuación de la décima, el cual les escribió una copia puntuada de esta manera:

Tres bellas, ¡qué bellas son!, /

me han exigido las tres /

que diga de ellas cuál es /

la que ama mi corazón. /

Si obedecer es razón, /

¿Digo que amo a Soledad? /

No. ¿A Julia, cuya bondad /

persona humana no tiene? /

No. ¿Aspira mi amor a Irene? /

¡Qué!… ¡No!… Es poca su beldad.

Queda demostrado que cambiando el sentido de la puntuación se cambia totalmente el sentido de las expresiones.

NOTA: En un artículo publicado en el Boletín de la Academia Dominicana de la lengua, que aquí se reproduce parcialmente,  Francisco Rosario, identifica a Baltazar del Alcázar como autor de la célebre pieza literaria, un nombre que por cierto nunca aparece en las infinitas citas del poema:

¿Quién escribió “tres bellas que bellas son”?

¿Quién escribió “tres bellas que bellas son”? Desde hace muchos años hemos escuchado los jocosos versos de una estrofa cuyo autor desconocemos. Los versos son los siguientes: “Tres cosas me tienen preso/ de amores el corazón: / la bella Inés, y jamón, / y berenjenas con queso”. ¿Sabe usted quién es el autor?

BRC A FRANCISCO ROSARIO,  17 DE JUNIO DE 2011

Confieso que pregunté a muchos versados en letras y nadie conocía el nombre del autor de tan ocurrentes versos.

Justamente, en el mes de mayo del presente año (2011) me hallaba en San Lorenzo de El Escorial, de la comunidad de Madrid, en cuyo escenario celebrábamos el IV Congreso Internacional del Interiorismo. En uno de sus comentarios, el poeta español José Nicás tiró al desgaire los citados versos de “Tres bellas que bellas son”.  Entonces alerté mis orejas, interrumpí al poeta y le pedí que me dijera el nombre del autor en cuestión. Sin titubear dijo el nombre del susodicho poeta: BALTAZAR DEL ALCÁZAR.

Al día siguiente, busqué los datos biográficos de Baltazar del Alcázar y me enteré que era un poeta oriundo de Sevilla (1530-1606), cultor de poesía religiosa y amorosa, pero su fama se debe a sus piezas satíricas y poemas festivos, entre los cuales tiene amplia difusión “Cena jocosa”, poema escrito en redondillas (Cfr. Francisco Rico, Mil años de poesía española, Barcelona, Planeta, 2009, p. 429).

Me complace dar con tan singular nombre y satisfacer esta curiosidad literaria que, durante mucho tiempo, fue también mía.