El día 25 de diciembre se celebra la Navidad, en conmemoración del nacimiento de Jesús de Nazaret, una de las más significativas y solemnes festividades del cristianismo.
Durante la celebración de la Navidad, que es la festividad más conocida del mundo cristiano, todas las demás actividades, incluyendo la política, pasan a un segundo plano, motivo por el cual ha sido una tradición, sin importar que el año sea electoral o no, que las organizaciones políticas dominicanas tomen una tregua, durante su incesante lucha por el poder político, hasta el 6 de enero, Día de los Santos Reyes Magos.
Sin embargo, a causa de los acontecimiento extraordinarios producidos con posterioridad a la caída de la sangrienta dictadura de Trujillo, las primeras elecciones democráticas fueron celebradas, por disposición del gobernante Consejo de Estado, el 20 de diciembre de 1962, cinco días antes de la Navidad.
A partir de las referidas elecciones, en las que resultó elegido como presidente el profesor Juan Bosch, las festividades navideñas han sido utilizadas por los partidos políticos y los candidatos a cargos de elección popular para la realización de actividades clientelistas, mediante las cuales les donan alimentos, bebidas y dineros a los electores.
En ese sentido, quienes más provecho suelen obtener de las prácticas políticas clientelares de las navidades son los candidatos de los partidos gobernantes y los que disponen para tales fines de recursos propios o de contribuciones privadas.
Las fundas y las cajas de alimentos, lo mismo que el indignante y humillante método de entrega de las mismas, formaron parte de las navidades dominicanas, desde el primer gobierno de Joaquín Balaguer, que se inició el primero de julio de 1966, hasta el último del presidente Danilo Medina, que concluyó el pasado día 16 de agosto.
Con relación a lo anterior, el presidente Luis Abinader tomó la sabia decisión de sustituir las funditas y las cajitas de alimentos por tarjetas, con lo cual eliminó para siempre las indignantes escenas de las filas interminables y las desgarradoras luchas de los más necesitados buscando conseguir los míseros alimentos proporcionados por el Estado en Navidad.
Tanto la implementación del referido método de entrega de tarjeta electrónica, que evitó además una mayor propagación del contagioso coronavirus, como el comportamiento ejemplar del liderazgo político, que por primera vez aplazó voluntariamente el debate político durante las festividades navideñas, constituyen dos acontecimientos sobresalientes de las navidades del 2020.
Para cerrar el año en sintonía con la búsqueda del bienestar del pueblo, tanto a los partidos políticos como a sus líderes solo les resta procurar que sus afiliados y simpatizantes cumplan con las medidas requeridas para evitar la propagación del COVID-19 durante las fiestas de Navidad y Año Nuevo.
Finalmente, no debemos olvidar que estas fiestas de Navidad y Año Nuevo corresponden al año de la pandemia del COVID-19, la cual ha hecho colapsar los sistemas sanitarios del mundo, ha quebrado la economía global y, como consecuencia de esto, ha puesto de rodilla al planeta, por lo que todo el que se considere buen ciudadano debe cumplir con la obligación de tomar las medidas de precaución necesarias para evitar contribuir con la propagación de la implacable enfermedad y, libre de culpa, poder decir: ¡Feliz Navidad!