En la travesía lineal, cronológica, material y cultural, la historia del arte occidental y oriental obedece a una visión dialógica y recesiva donde las imágenes artísticas están ligadas muchas veces a la historia de los saberes especiales y generales. Todo lo cual significa que la creación artística localizada en tiempo, espacio o producción, cobra valor, adquiere categoría interdisciplinaria mediante estructuras y funciones de representación artística y contexto en una determinada coyuntura cultural, etnográfica, económica, religiosa y simbólica, entre otras.
Es por eso que la cristiandad occidental y sus vertientes han conocido y representado senderos, visiones extáticas y ritmos humanos a través de símbolos, alegorías y tópicos visuales. La mirada y el quehacer artístico del sujeto histórico y cultural han desarrollado, “dentro de la historia”, categorías y fórmulas de creación vigentes como tema, respuesta, técnica y concepción.(Ver, en este sentido, algunas consideraciones en AAVV: Orientes-Occidentes. El arte y la mirada del otro, en, XXVII Coloquio Internacional de Historia del Arte, Eds. UNAM, México, 2007).
Así las cosas, el arte de la alta cristiandad y la baja cristiandad se ha apoyado en dominios tradicionales del conocimiento: matemáticas, geometría, astrología, geología, cartografía, filosofía, meteorología, geografía y otros saberes que encontramos en las obras de arquitectos, pintores, escultores, urbanistas, ingenieros y proyectistas.
Profesiones que en la época del humanismo y en el alto y bajo Renacimiento dieron lugar a una cultura de los signos, hicieron posible y guiaron la primera modernidad en el contexto social europeo.
Todo lo que en este sentido ocurrió y se creó como producto de la indagatoria histórica y social formó parte de una realidad artística y de un trayecto sociocultural que involucró a artistas, científicos, poetas, literatos, viajeros, historiadores, viajeros y otros que fomentaron todo un espacio-tiempo cultural, donde el arte influyó como práctica sensible y filosófica.
Se podría decir que la memoria localizada en tiempo y espacio fue reconocida y divulgada en los grandes centros, escuelas, universidades que se hicieron eco y espacio de la creación artística en los inicios de la modernidad, haciendo que la proyección de artistas se reconociera como un modo de vivir y de reflejar el mundo.
Los diferentes manuales de artistas, diarios, historias, indagatorias y biografías se convirtieron en fuentes para el estudio y la investigación de los diversos oficios y modos de vida artísticos en el alto y bajo occidente. Todo lo cual fue necesario para la legitimación de las profesiones artísticas, los quehaceres artesanales y liberales.
La noción de modelo y estado de representación implica también la noción de estilo y de forma que veremos en la pintura, la escultura, la arquitectura o el diseño-proyección.
Esto quiere decir que el concepto de representación será hasta el siglo XIX, un criterio lineal, numérico y referencial donde la creación artística estará signada por el artista, su lenguaje y su modo especial de plasmar los objetos, las fases, las imágenes y las visiones artísticas.
Todo lo anterior se fundamenta en el concepto de modelo, investigación, tipo, ley y canon. Lo que quiere decir que el arte presenta formas, funciones y soluciones plausibles, debido a que el estatuto de la creación artística hizo y aun hace posible el tipo de creación y el tipo de función estético-artística justificada en el orden cultural moderno; todo lo cual indica una especie de trabajo sensible y hasta una fusión de los sentidos, en contextos y formas de producción.