Tanto decir que el amor, la compasión, el afecto y el respeto es utopía, que así no funciona la “realidad del mundo”; como si las guerras, la explotación, la discriminación y el abuso nos estuvieran dando un buen resultado.
Es cada vez más urgente generar un cambio. Siento que estamos en una trampa. Tenemos que crear alternativas para lograr el mundo mejor, que es posible; O nos tragará el mundo peor, que también es posible. Y no, no es pesimismo, es una voz de “alarma”, es un llamado de atención, es la comprensión de que el camino que estamos recorriendo es muy peligroso.
Estoy viviendo en un país que ha perdido la capacidad de asombro. Que ha entronizado una “racionalidad” permeada por la valoración vinculada al poder que da el dinero y al dinero que da el poder. Estamos validando la cultura del “na e na” y del “todo el mundo roba, si tiene la ocasión”. No podemos seguir permitiendo que la clase “dirigente” desbarate el país en su estrategia corrompida y corruptora.
Insisto en que la educación debe ser usada para la transformación. Es urgente que los procesos educativos dejen de ser una vía de uso de la jerarquía como medio para el abuso de poder. Tenemos que trabajar en la instauración de una pedagogía crítica que invite a construir una sociedad que actúe en su cotidianidad desde el respeto, la consideración y el reconocimiento de la legitimidad de todas las personas. Que se encamine hacia la transformación social necesaria y pertinente para un mundo de iguales en derechos.
Paulo Freire sigue siendo un buen referente con su educación como práctica de libertad, sus pedagogías (del oprimido, crítica, de la esperanza, de la investigación, del diálogo y el conflicto, de la autonomía, de la indignación), y sus propuestas de educación popular; pues nos invita a despertar la conciencia sobre las posibilidades para que en lugar de “conformarnos” frente al avasallamiento, construyamos libertad.
Morín y sus Saberes Necesarios para la Educación del Futuro es también una magnífica oportunidad, pues como afirma este autor, si queremos transformarnos tenemos que afrontar nuestras deficiencias y superarlas. Es necesario unir inteligencia y afectividad en la búsqueda de una nueva razón que sea capaz de contextualizar saberes y experiencias para la generación de responsabilidad y solidaridad.
Necesitamos realizar una ruptura con todo lo que impida la realización personal desde la libertad. Así que también recomiendo que asumamos las propuestas de la pedagogía feminista que apuesta a erradicar los mandatos de género que asignan el centro de la vida a lo masculino. A reconocer la existencia de múltiples sujetos experienciales sin jerarquizar, ni convertir en algo dicotómico sus saberes.
Construyamos un “discurso para la acción” hacia un mundo incluyente, igual y libre. Construyamos un lenguaje que reflexione sobre la realidad y que asuma la interseccionalidad de la identidad social. Desde ahí, abordemos todas las dimensiones identitarias (sexo, clase, etnia, raza, como construcción cultural…) y creemos entornos de visibilización de todas las realidades humanas; que necesariamente implica anular el discurso de la neutralidad y responsabilizarnos de la identificación de las discriminaciones e incluir a todo el mundo en el universo.
En definitiva, se trata de subvertir un orden que funciona sobre la base de asumir como inalterables los privilegios y desigualdades; para construir uno donde cumplamos lo que hemos escrito en tantas convenciones internacionales y en las Constituciones, sobre garantías y respeto a los derechos.
Salir del doble discurso que permite que las personas signadas como exitosas son las tienen muchísimo dinero y lo ostentan (ya sea, exhibiendo sus bienes o aparentando mucha “generosidad” pero explotando a su personal a niveles infrahumanos). Hagamos que el éxito se mida por la posibilidad de vivir en libertad.
Y si, yo se que quienes educamos somos las mismas personas que estamos metidas en la trampa que necesitamos subvertir. Pero tenemos que encontrar las formas. ¿Como podemos lograrlo?