Cualquier parte de tu existencia que no te agrade la puedes cambiar, lo mismo aplica para las cosas del mundo que no te agraden, pero en ambas necesitas pensar y actuar.
Los humanos actuamos como pensamos, si entendemos que la mayor parte de los problemas mundiales están vinculados a que simplemente “no nos estamos portando bien”, habría que considerar que no estamos pensando como deberíamos.
Para eliminar un árbol, si te limitas a cortar sus ramas, normalmente logras soluciones temporales, pero si en cambio eliminas la raíz, el árbol desaparecería, usualmente las verdaderas raíces de nuestros conflictos están en nuestra mente, lo que resuelvas afuera es temporal. No nos damos cuenta, pero los problemas humanos se tienden a analizar sin tener en cuenta al ser humano. Nos limitamos a los fenómenos sociales, olvidando que son la sumatoria de situaciones individuales. Las personas saben qué les molesta, pero pocas veces se detienen a analizar por qué les molesta, el hacerlo normalmente simplifica las acciones requeridas para sentirnos mejor.
Un atardecer no es visto de la misma forma por una pareja enamorada que por alguien perdido en la selva, la cruz en el imperio romano producía un efecto muy diferente al que produce entre los cristianos. Como nuestra conciencia es la que regula la forma en que percibimos e interpretamos al mundo, obviamente será la responsable de nuestros actos.
Es preciso qué analicemos cómo desarrollamos nuestra conciencia o cómo adquirimos los valores que nos servirán de referencias. Así tenemos la formación familiar, pero sabemos que en la actualidad el contacto padres-hijos es bastante limitado por nuestros absorbentes estilos de vida. Otra vía es la escuela, pero aunque antiguamente formaba en valores y buenas costumbres, ahora los maestros dicen que solamente tienen que enseñar las asignaturas que les corresponden y que es en la casa donde deben educarse los niños. Además, asignaturas como la Moral y Cívica muchos entienden que nada les aportan a los jóvenes actuales. La enseñanza religiosa, que siempre ha sido la base principal de los principios éticos, se ha considerado obsoleta por programas educativos y su carencia se está evidenciando de mala manera en nuestras sociedades. La pregunta sería: ¿dónde entiendes que las generaciones actuales fundamentarán sus valores? ¿o acaso consideras que los valores son un estorbo para el progreso? Si los valores nos impiden avanzar, el camino en el que vamos es muy cuestionable.
El arte y los medios de comunicación también pueden contribuir a la formación en valores, pero evidentemente estamos viendo agresiones habituales tanto a la ética como a la estética, algunos lo consideran gracioso y otros opinan que la tolerancia a la pluralidad exige aceptar que un inadaptado denigre públicamente los valores de nuestra sociedad, aunque eso suponga una mala influencia para las mentes débiles (que lamentablemente abundan). Ahora vemos canciones que promueven abiertamente la violencia, delincuencia, la traición, irresponsabilidad, depravación sexual, el irrespeto a aquello que para otros es sagrado, etc., pero se nos ha dicho que el expresar antivalores públicamente es libertad y que el oponerse es atraso. Es necesario saber hacia dónde vamos, para poder entender por qué es atraso. La ciencia nos advierte que nuestra especie avanza hacia su propia extinción y si queremos hacer las cosas diferentes, tendríamos que pensar de forma diferente. No debemos confundirnos, el paisaje podrá ser diferente, pero el camino es el mismo.
Cuando usamos la inteligencia para resolver problemas sociales, lo conocemos como Intervención Social, mediante ésta analizamos un problema en algún grupo humano, determinamos las causas y emprendemos acciones dirigidas a controlar esos factores causales. En estas intervenciones es de mucha utilidad la psicología comunitaria que incentiva la labor de líderes comunitarios, organizaciones barriales e iglesias, convendría que cada psicólogo esté consciente de su compromiso comunitario. Las políticas o iniciativas sociales tanto del sector público como privado, para que sean realmente eficaces necesitan tener en cuenta la forma de pensar de la población. Sólo si comprendes como piensa el que te escucha, podrá entenderte cuando le hables.
La conciencia de la sociedad y nuestra conciencia individual funcionan de forma idéntica. Necesitamos comprender cuáles son las razones que nos fuerzan a hacer lo que no nos conviene.
Podemos profundizar en nuestra conciencia como una “flecha descendente”, procurando descubrir creencias limitantes cada vez más profundas. A veces el corregir las ideas erradas sobre las que hemos construido nuestra visión de la realidad, automáticamente reestructura favorablemente nuestros patrones conductuales.
Mantenernos pasivos esperando que “algo pase”, quejándonos o criticando la humanidad porque nadie hace lo que creemos que hay que hacer, no es el propósito de nuestra existencia.
Sólo en la medida en que seamos capaces de comprender e intervenir positivamente en nuestros propios procesos mentales, estaremos en la capacidad de coordinar intervenciones sociales favorables para los demás. Si sacamos la paja que empaña la visión de nuestro ojo, estaremos más capacitados para sacar la paja del ojo de nuestros hermanos.