El nombre del presente artículo corresponde al título del libro que escribimos junto a la Dra. Altagracia Guzmán Marcelino y que fue puesto a circular en días pasados en la biblioteca de la Universidad Católica Santo Domingo.
Con respecto al prólogo, escrito por el Dr. Alejandro Uribe, director de Salud Mental del Ministerio de Salud, citamos, “Quien no vivió el proceso de cambio en la gestión pública de la salud mental podría interpretar la prosa de este histórico documento como un idealismo con intenciones políticas; pero quienes sí le dimos seguimiento desde el principio, podemos testificar que en su contenido no cabían sueños ni falsedades”.
Efectivamente, es un documento que dice de manera clara, no sólo bajo qué premisas conceptuales (enfoque en salud mental comunitaria y respeto por los derechos de las personas), se elaboró el plan de transformación, sino cómo se realizó, paso a paso; algo no habitual en nuestro medio. Se hizo más, se planteó el alcance logrado en las diferentes etapas en base a datos objetivos e informes de credibilidad incuestionables. Nos muestran tanto lo novedoso como lo útil del libro.
Abordamos por qué la salud mental en sentido general y la condición mental, en lo particular, corresponden a la sumatoria de los sujetos que son parte del entramado social y su organización, y por lo tanto, a la corresponsabilidad de todas las necesidades que se deriven para uno de sus componentes o para un grupo social determinado; es decir, se convierte en una necesidad y una responsabilidad colectiva.
Inducimos a practicar la ética social, que no es más que la forma en cómo la sociedad, es decir, todos nosotros, enfrentamos la locura. Y ésta se enfrenta al identificar a las personas con alguna condición mental en riesgo de exclusión social: desarraigo familiar y social, pobreza severa, desempleo, deterioro personal y social, abandono. Se muestra al estigma, es decir, al desprecio, como la gran barrera invisible y coloca al modelo de intervención comunitaria como promotor de la salud mental y medio para vencer los prejuicios y la falta de oportunidades. Porque en definitiva, somos civilizados cuando ayudamos al otro, y nos convertimos en ciudadanos cuando la educación nos induce a cumplir nuestros deberes.
Nos dice que el modelo manicomial colapsó, por ser un sistema asilar y custodial que no garantizaba el respeto de los derechos de las personas. No puede haber salud mental sin libertad, como tampoco puede haber atención eficiente fuera del contexto social donde se produce la enfermedad.
Se plantea que el hospital es un lugar de paso, donde se realiza una intervención muy puntual y certera: mitigar una crisis. Tan pronto se controla, la persona va al seno de su hogar. Hay que alejar el eje de la atención hospitalaria a la atención primaria (preventiva y promotora de salud), que trabaja coordinada al sistema de salud, que integra y acerca los servicios a la población y además realiza el trabajo comunitario.
El libro nos habla de que el hogar, la familia, la comunidad y los servicios instalados en esa comunidad (unidades de atención primaria, centros de salud mental comunitarios, hospital de día, otros dispositivos comunitarios), son fundamentales para completar la sanidad, la educación, la rehabilitación y la reinserción de los usuarios. Nos demuestra que esa visión integradora: salud mental dentro del sistema de salud, desde el primer nivel y hasta el más complejo de los servicios, sumado a los demás dispositivos, articulados al enfoque comunitario, son la clave para revertir la situación de la salud mental en nuestro país.
Se demuestra que la continuidad de los procesos dentro de las políticas públicas son pilares donde se asienta el desarrollo y el buen hacer. Nos plantea que además de los planes y proyectos, se requieren fondos para poder ejecutarlos. Queda en evidencia que el pírrico y vergonzante presupuesto asignado a las tareas de salud mental, es insuficiente.
Este libro nos habla de logros y buenas prácticas. También nos dice que no podemos perder el sentido de la solidaridad y de la compasión al garantizar la preservación de los derechos de las personas para poder disminuir las desigualdades, sean estas de servicios o de relación. Nos invita a que todos participemos para que el proceso de transformación iniciado en 2015 no se detenga y por el contrario, a partir de la zapata colocada, se prosiga montando el andamiaje de nuestros anhelos, en sintonía con la magnitud de las necesidades de la población en condición de salud mental.