EL INFORME DE LA OEA semeja una trampa para ratones. El queso es el reconocimiento de que la República Dominicana tiene el pleno derecho soberano de establecer su política migratoria. La trampa se cierra luego, cuando en las conclusiones plantea que la aplicación de esa política sea fruto de un acuerdo, vía diálogo, con Haití. Sin dudas, una evidente y hasta maliciosa contradicción, que no ingenua tratándose de gente que sabe lo que hace.
Más aún: no reclama en lo absoluto de Haití frenar la campaña de descrédito e insultos contra el país, el más reciente, acusarnos de “torturadores” ni la ofensiva alevosa llevada adelante en el seno inclusive de la propia OEA por el gobierno vecino, en base a todo género de falacias.
El gobierno tiene toda la razón cuando sostiene que no necesitamos intermediarios para el diálogo, de hecho ya hacía tiempo que sin intermediarios se venían sosteniendo conversaciones y logrado avances entre ambos gobiernos sobre los temas más diversos de común interés. El país siempre ha estado abierto al diálogo con la lógica exclusión de aquellas áreas que son de su exclusiva competencia, como es el fijar su política migratoria. Bastaría pues, que las autoridades haitianas fueran al mismo en un plano de absoluta sinceridad. En todo caso, si hiciese falta un intermediario, nunca podría ser la parcializada y prejuiciada OEA.
Sin caer en extremismos patrioteros, hay varias realidades que no pueden ignorarse. Veamos.
Hasta ahora las repatriaciones no se han iniciado; lo que ha estado ocurriendo es el retorno voluntario de quienes no pudieron acogerse al Plan de Regularización porque su gobierno no les entregó sus documentos de identidad, como es más que notorio y sabido. Ese retorno se ha efectuado observando los más exigentes patrones de respeto a la dignidad humana, sin atropellos y con las mayores facilidades otorgadas por el gobierno dominicano, desde transporte personal hasta el de los ajuares.
E incierto que ese retorno voluntario esté provocando una crisis humanitaria regional, como demagógicamente quiso dramatizar el Presidente Michel Martelly y repitió en la OEA, el canciller Evans Paul. El más categórico desmentido provino de una fuente que en modo alguno puede considerarse pro-dominicana o anti-haitiana, como es la embajadora estadounidense en Haití, Pamela Ann White, después de haber visitado la frontera y apreciado la situación por sí misma sobre el terreno.
Es del todo falso que los nacionales haitianos en el país estén siendo perseguidos ni maltratados, como han testimoniado los 56 ministros haitianos de la Conferencia Episcopal que trabajan con la comunidad de sus nacionales residentes aquí y reconoció también, de manera categórica, en su carta al Presidente Martelly, su ex embajador en el país, Daniel Supplice, destituido por rendir honor a la verdad.
La reanudación del diálogo, siempre y cuando no se pretenda imponer normas migratorias al país, reiteramos que solo será posible y fructífero cuando la parte haitiana acuda a él en un honesto plano de honestidad “sin que se estén pasando cartas falsas por debajo de la mesa”, como advierte con sobrada razón el presidente de la Asociación de Industrias, Campos de Moya.
Lo cierto y esto es lo que le faltó decir al informe de la OEA es que en todo momento, la República Dominicana ha mantenido una posición y un lenguaje oficial respetuoso para la contraparte haitiana. No ha sido ese por el contrario, el comportamiento de las autoridades haitianas que han apelado a todas las formas de retaliación contra el país, desde establecer veda unilateral a la entrada de productos dominicanos a su mercado violando las reglas de comercio como señala el ex embajador del país en Estados Unidos, Flavio Darío Espinal e incumplir el compromiso de proteger a los camioneros dominicanos que transportan mercancías al otro lado de la frontera agredidos y despojados de sus cargas por turbas con la tolerancia o indiferencia de sus autoridades, hasta apelar a las más burdas mentiras como la de afirmar su Canciller en el seno del propio organismo internacional, con un desenfado increíble, que no había jóvenes haitianos estudiando en nuestras universidades, cuando representan el 66 por ciento del total de alumnos extranjeros registrados en las mismas.
Somos partidarios no solo del diálogo, sino de ir mucho más allá. Como apunta con muy buen juicio el ex embajador Supplice en su carta a Martelly, la geografía nos obliga a compartir el mismo territorio y nos impone mantener las mejores relaciones de vecindad, amistad y cooperación en beneficio de nuestros mutuos pueblos. Una buena demostración es el ambicioso proyecto del Consejo Económico Binacional para Quisqueya. Pero insistimos que ese propósito, que es el ideal por el que hay que trabajar, solo será posible sobre una base de absoluta sinceridad y no ha sido esa hasta ahora la actitud del muy cuestionado y desacreditado gobierno de Michel Martelly. ¿Podrá cambiar? Lamentablemente no luce que esté en esa disposición.