Las conductas actuales de muchos de los que otrora fueran radicales defensores de las libertades, el bien común y el sueño de una quimérica sociedad de iguales, parece validar nueva vez la sabiduría popular sobre aquello de que no hay peor cosa que un comunista o izquierdista arrepentido.
En nuestro medio social son innumerables los ejemplos de conocidos hombres de izquierda que han terminado sometidos a los peores vicios de nuestra actual sociedad democrática. Hay que diferenciar. La defensa a ultranza de los valores democráticos parece aceptable como resultado de un proceso natural de reconversión filosófica que parte del examen “objetivo” de los indecibles crímenes y evidentes fracasos materiales de los principales ensayos del socialismo ortodoxo. Es decir, de la valoración fría de algunos aciagos balances del socialismo funcional que, como atractivo modelo sociopolítico y económico en su tiempo, conquistó el corazón de millones de seres humanos.
Estas “reconversiones”, enraizadas en amargas y lacerantes decepciones, nos parecen a nosotros absolutamente naturales y aceptables. Otra cosa es pasar a la traición de los valores, que suponemos inamovibles, negando el bien común, la lealtad personal y el apoyo incondicional a las causas válidas de millones, adoptando miserables conductas públicas que niegan el trabajo honesto como único factor explicativo aceptable del bienestar personal y familiar.
No es lo mismo negar los sueños de redención social pasados que vender al mejor postor las convicciones propias, los valores, las posiciones políticas y la valoración crítica y edificante de la realidad social en toda su dinámica y compleja configuración. De la reconversión lógica ideológica a la traición inaceptable; de la filantropía comunitaria a las actitudes mercenarias que priorizan el interés absolutamente pecuniario sin escatimar medios, incluido con frecuencia el crimen; del esfuerzo de emancipación de la conciencia social de sus estigmas al sometimiento desvergonzado a ellos.
¡Qué desconcertante! A muchos de nuestros antiguos insurrectos lo vemos hoy desfilar de la mano con los peores delincuentes de la política, con los más excelsos estafadores de las legítimas intenciones de millones, absortos en sus delirios de grandeza y poder. No solo eso: traicionan al mejor amigo con la misma soltura y eficiencia con que proclamaban el advenimiento de una sociedad de iguales y de luces, de libertades y perfección humana integral.
El caso de Lenín Moreno, actual presidente de Ecuador, miembro en sus tiempos juveniles del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) y también más tarde del Partido Populista de Izquierda, conocedor del marxismo y de sus tesis decisivas, es uno de los casos conocidos de traición política más abominable de la historia reciente de América Latina.
Luego de darle las espaldas a Rafael Correa, su principal mentor, y orquestando contra él una infame persecución política, nos deja entrever su verdadera identidad maligna en el caso de Julian Assange. Cumplidos siete años de penosa reclusión de este periodista en la embajada ecuatoriana en Londres, Moreno retiró el asilo del que gozaba el fundador del famoso portal WikiLeaks, que no es más que una instancia global reveladora de crímenes de Estado, componendas políticas ilícitas, corrupción y abusos de derechos humanos a gran escala.
No es verdad que, conocida la lealtad a sus convicciones y por el simple hecho de conservar el asilo concedido por Ecuador en el que estaba muriendo, Assange convendría en negociar su silencio ante los fuertes indicios de corrupción agravada que involucran a Lenín Moreno.
INA Papers resume una contundente revelación de hechos que vinculan al ex camarada Moreno en una serie de actividades corruptas que han resultado en un millonario enriquecimiento para el mandatario y su familia. Como era de esperarse, estas filtraciones no tardaron en “merecer” la represalia del retiro de asilo bajo el argumento de que la embajada ecuatoriana en Londres se había convertido en un “centro de espionaje”.
A lo de Ina_Papers se añade ahora el préstamo de 4 mil 700 millones de USD del FMI cuya condicionalidad principal, se dice, fue permitir el arresto brutal y desconsiderado de Assange que conmovió al mundo. A todas estas legítimas sospechas se suma la promesa del ex camarada de permitir que Chevron perfore en busca de petróleo en uno de los parques nacionales más importantes de Ecuador.
Esta estafa política de turno que es Lenín Moreno me recuerda con mucha fuerza el lugar reservado por Dante a los traidores.
El prominente poeta italiano de rango universal asigna a los traidores el Circulo número 9: el lugar donde permanece atrapado Satanás o Lucifer. Allí, en dos categorías de ese Círculo, debería perseverar por los siglos de los siglos Moreno: en la Antenora, donde son castigados los que traicionaron a su Patria, y en la Judeca, donde son mortificados los que vendieron a sus amos y benefactores.
Seguramente se tropezará con Bruto y Casio, Judas y otras figuras clásicas de la traición. Mientras, aquí en la Tierra, oleadas de ángeles de carne y hueso iniciaron en estos días una portentosa jornada reivindicativa, exigiendo al ex camarada rendición de cuentas sobre sus actos pecaminosos. Los días de su felonía incalificable están contados.