Las protestas en Líbano se llevaron al gobierno tras la grave explosión ocurrida en su capital, Beirut. Donde 2,750 toneladas de nitrato de amonio, un material usado en fertilizantes agrícolas y explosivos, estuvieron por años en el puerto y estallaron de repente arrasando el centro de la ciudad y dejando más de 160 muertos, 6,000 heridos y cientos de miles de personas sin hogar.
En el año 1995 fue atacada en Oklahoma la oficina del Departamento de Estado de los Estados Unidos por una organización de extrema derecha utilizando explosivos caseros, cuyo principal ingrediente era nitrato de amonio. Los resultados de aquella explosión son muy parecidos a los de la explosión en Beirut que destruyó el puerto y expone a los libaneses al desabastecimiento de alimentos y otros recursos importantes. A la gran grave crisis económica y política que ya aquejaba este país, se le sumó el lanzamiento del pueblo a las calles para denunciar corrupción, pedir cambios y la dimisión del Gobierno, el cual efectivamente renuncio este lunes.
Este nuevo escenario despeja las vías a unas nuevas elecciones anticipadas a la que ya el renunciante primer ministro Hassan Diab había hecho un llamado el pasado sábado en la tarde. Este gobierno apenas ha durado unos 6 meses, bajo las denuncias de no haber llevado a cabo las reformas necesarias para evitar que el país colapse. Si bien, la Comunidad Internacional ha prometido ayudar.
Haremos algunas precisiones. En primer lugar, estamos ante hechos muy dolorosos. En tal sentido lamentamos tantas muertes y nos solidarizamos con las víctimas y en general con el pueblo libanés por la tragedia que vive. Es importante señalar que las investigaciones recién han iniciado y hasta ahora solo se manejan hipótesis, algunas con mucha y otras con pocas posibilidades de confirmación.
La hipótesis de un ataque o sabotaje de Israel a Hezbolá es descartable. A pesar de los rumores que han circulado por la vinculación de Hezbolá con Irán y la guerra de guerrilla librada con Israel en los años 80 y la guerra del 2006. Desde el enfrentamiento del 2006, tanto Israel como Hezbolá tratan de repelerse uno a otro, pero limitando los golpes que ambos se dan. Un golpe como respuesta a otro golpe, pero de manera proporcional al recibido para no originar una escalada. A ninguno de los dos le interesa embarcarse en una guerra abierta.
Un factor es que, en Líbano, Hezbolá es considerada la fuerza de resistencia. La única con capacidad material de disuadir a Israel y como hemos dicho toda vez que recibe un ataque o bajas por los bombardeos israelíes ha decidido devolver el golpe para mantener ese estado de disuasión. Para ellos, dejar de hacerlo rompería el delicado equilibrio mantenido desde el 2006. Lo que queremos puntualizar es que, si las explosiones en Beirut resultaran de un ataque israelí, podrían rápidamente activarse las hostilidades al estilo del 2006
Es por ello que las autoridades del Líbano y el mismo Hezbolá se han cuidado de no responsabilizar a Israel. Si Israel fuera el responsable, el gobierno libanés y Hezbolá no es verdad que lo ocultarían. Se apresurarían a denunciar y exponer al gobierno del primer ministro Benjamín Netanyahu ante la Comunidad Internacional, por la terrible pérdida de vidas humanas y el gran daño material que ese potencial ataque habría causado, lo que significaría un costo político demasiado alto para Bibi Netanyahu.
De ahí que, al parecer, el gobierno libanés se está inclinando hacia otra hipótesis: negligencia de las autoridades. Es que la explosión ocurrió en unas bodegas que guardaban cerca de 2,750 toneladas de nitrato de amonio, un material químico altamente explosivo empleado como fertilizante, pero también para preparar explosivos y que había sido incautado unos 6 años atrás y mantenido en esas bodegas.
Ha salido a la luz que desde 2013 los gobiernos habían recibido advertencia sobre estos químicos en el puerto. Mientras se efectúa una investigación 20 funcionarios del puerto han sido detenidos. Un informe sobre las causas que condujeron a la explosión, preparado por la Dirección General de Seguridad del Estado, refiere a una carta privada enviada al presidente Michael Aoun y al primer ministro Hassan Diab el 20 de julio de este año.
Entonces ¿A quién pertenecían las bodegas? ¿Por qué ese material peligroso estuvo tanto tiempo en esa parte estratégica de la ciudad? ¿Cuál fue la negligencia de las autoridades? ¿Quiénes lo sabían? ¿Hubo corrupción de por medio? Y otra gran pregunta ¿Qué hay de los múltiples depósitos de armas y explosivos que en distintas partes del Líbano y en zonas urbanas guarda y almacena el Hezbolá de Hassan Nasrallah?
De por sí ya Líbano venía complicado. El año pasado se generó una serie de protestas sociales cuyas demandas aún no han sido resueltas. La crisis financiera y económica que padecía se ha acrecentado con la pandemia. Al país le ha costado mucho establecer las bases de una estabilidad relativa. Además, Líbano es el Estado que más refugiados ha recibido desde que en Siria estalló la guerra civil en el año 2011.
Ojalá que la solidaridad internacional además de la ayuda a la reconstrucción de Líbano se manifieste en la contribución a la paz y estabilidad de la región que es asegurar la paz y seguridad internacional.