La cultura es diacronía y sincronía, por tanto se mantiene y cambia. Esto la define como un ente mutante, dinámico, constante y mutante a la vez. Todo este enfoque se traslada al estudio del carnaval como expresión viva de la cultura. El cambio y la tradición, sin inherentes al carnaval, lo cual se traduce también en una dicotomía y a veces en un conflicto si no se analiza correctamente el hecho cultural.
La tradición hace que el carnaval se acompañe de expresiones culturales propias y reiteradas. También lo es tradicional cuando se hace representar por expresiones carnavalescas comunes, con formatos ya establecidos y normadas por cánones culturales creadas y ejecutadas por determinados grupos, que las crean, las mantienen y las hacen constantes cada vez más y asiduas en el tiempo.
Lo tradicional, es también la manera de manejar determinados iconos culturales en el vestuario, los parlamentos que hacen pantomímico la animación de una comparsa y por lo tanto, se identifican con ella, sus cantos, coros y estructura temática. A ello se suma, toda la parafernalia que rodea estas comparsas tradicionales, motivos de múltiples comentarios entre carnavaleros y estudiosos a decir si el carnaval debe privilegiar o no estas estructuras carnavaleros como signos de primer orden del carnaval o si puede abrirse el camino a otras expresiones e inventiva que den al carnaval, una naturaleza creativa y libre a la vez.
En la acera de enfrente, para decirlo de alguna manera, toma fuerza la fantasía, tanto como comparsa, como creatividad y como ingeniosa mirada del carnaval, que, aunque partiendo a veces de lo tradicional, evoluciona hacia la ruptura del patrón cultural común. Sin violentar la tradición, se abre camino al imaginario, al talento popular, a la estética popular y al desarrollo artístico del pueblo.
Lo extraño es que hay una tendencia de los portadores del carnaval, de inclinarse por la fantasía como comparsa, justificada en el hecho de tener mayores posibilidades en la premiación, factor este que ha causado una sobre presentación del tema de la fantasía como parte del carnaval.
Podría pensarse que es más complejo el reto para un carnavalero, pensar cada vez, cómo hacerse representar en un carnaval que es más exigente en el tiempo. Pero igualmente desafiante es para un carnavalero tradicional impresionar cada año, a partir de lo que lo identifica en cada desfile del carnaval. Traje e innovación, sin romper la tradición, es también un problema para los carnavaleros que deben evitar repetirse y no se repiten los trajes, ni se comunican los trajes hasta que salen el día de carnaval.
De no salir con nuevo traje o algo que lo innove, prefiere el carnavalero no salir al carnaval, pues a pesar del costo de cada traje, el juego seductor radica en cómo impacta el portador del carnaval. Cada traje es diacronía y sincronía, constante y cambiante al mismo tiempo, por tanto, si bien no es una ruptura absoluta con la tradición, la repetición tampoco e s una norma, pues la repetición no es mecánica y por tanto, sus expresiones engalanan el carnaval, dan vistosidad, colorido y creatividad, aun dentro de la tradición.
Lo extraño es que hay una tendencia de los portadores del carnaval, de inclinarse por la fantasía como comparsa, justificada en el hecho de tener mayores posibilidades en la premiación, factor este que ha causado una sobre presentación del tema de la fantasía como parte del carnaval.
Así mismo se valora como negativo entre carnavaleros y estudiosos que esta escogencia, va en desmedro de la fortaleza de la esencia y rasgos identitarios que dan testimonio y fundamentación identitaria al mismo.
Sin embargo, hemos afirmado que sin fantasía no hay carnaval, lo contrario lo condenaría a la repetición, la monotonía y el conformismo creativo. Si bien admitimos que cada carnavaleros se esfuerza en innovar su propio traje, la fantasía deslumbra las fronteras creativas y da rienda sueltas a la creación y al imaginario, dinamizando y actualizando su puesta en valor como patrimonio cultural dominicano, con la agilidad de que su movilidad creativa, despierte interés de muchos otros públicos, como los jóvenes, artistas, y otras personas que de otra manera no sentirían entusiasmo en su participación.
Tradición y fantasía son en sus contextos, retos y desafíos permanente para que nuestro carnaval sea parte de una propuesta de industria creativa, se apertura hacia el sector turístico y las nuevas generaciones. Sólo así se mantiene, sólo así da nuestro carnaval un salto necesario y sólo así podemos hablar de un carnaval competitivo, creativo, cambiante y a la vez signo identitario de nuestro país. Tradición y fantasía son piezas de un mismo engranaje.