Recientemente se celebróel díaInternacional de las Trabajadoras sexuales. En el país las trabajadoras sexuales asociadas en MODEMU reiteraron la necesidad de que se respeten sus derechos y se legisle sobre el trabajo sexual.
Esta necesidad está vinculada a las frecuentes situaciones de riesgos a que están sometidas las y los trabajadoras/es sexuales en el ámbito del espacio público y en los lugares nocturnos donde ofrecen sus servicios.
Violaciones sexuales, violencia verbal, física y psicológica, humillaciones e imposición de prácticas sexuales basadas en consumo de drogas son algunas de las innumerables situaciones a las que están expuestas las y los trabajadoras/es sexuales de distintas opciones sexuales.
La oferta de trabajo sexual incluye a: hombres, mujeres y transexuales que se insertan en el trabajo sexual por factores socio-económicos y culturales desde la pobreza, vulnerabilidad, abuso sexual, prácticas culturales asociadas a la sexualidad y “favores sexuales” con intercambio monetario y no-monetario.
Se hace necesario la legislación y la preservación de derechos de la población que se dedica al trabajo sexual
En la oferta tenemos estratos pobres, medios y altos. Las fronteras entre trabajo sexual formal y trabajo sexual espontáneo, ocasional, informal y transaccional son difusas e incluyen a todos los estratos sociales.
La demanda de trabajo sexual proviene de: hombres, mujeres y transexuales que buscan placer sexual a cambio de transacciones económicas que pueden ser ocasionales, temporales o fijas.
El trabajo sexual trasciende el escenario-calle y está presente en múltiples lugares que incluyen: bares, casinos, discotecas, restaurantes, car-wash, cafeterías, cadenas hoteleras de una-cinco estrellas, casas de citas, lugares de baile exótico, supuestos “centros de masajes”, una gama amplia de espacios turísticos y de diversión.
En muchos lugares del país se mezcla el trabajo sexual con redes de explotación sexual-comercial, trata y tráfico de menores vinculadas a sectores de poder que deben ser investigadas y erradicadas en su ámbito nacional y transnacional.
El trabajo sexual está enraizado en nuestra cultura desde una lógica sistémica, estructural y de relaciones desiguales de género en la oferta y demanda. Su presencia se remonta a los inicios de nuestra formación como nación y como sociedad.
En la actualidad no contamos en el país con un registro estadístico del trabajo sexual desde sus distintas modalidades, población y territorio. Esta invisibilidad del trabajo sexual dificulta la intervención en la preservación de derechos y la prevención de violencia y abuso desde sus distintas prácticas.
Se hace necesario la legislación y la preservación de derechos de la población que se dedica al trabajo sexual. Mantener el trabajo sexual como una actividad invisible y prohibida no garantiza su erradicación ni disminución, por el contrario aumenta las condiciones de riesgos y excluye de derechos a la población que se dedica a la misma.
Este artículo fue publicado originalmente en el periódico HOY