“Conócete, acéptate y supérate”
(San Agustín)
Niños y jóvenes que proyectan una imagen por presión de su grupo, con inseguridad, con dificultad para esforzarse o enfrentar dificultades, errores y fracasos y que valoran más el tener que el ser. Nuestro rol es fundamental en las creencias que tienen nuestros hijos y estudiantes sobre si mismos. Desde que nacen reciben de las personas que les rodean información y mensajes sobre sus características, cualidades y habilidades. Cada uno tiene su temperamento y su composición genética pero los padres y educadores contribuimos a la formación de su autoimagen. Nuestras expectativas son poderosas.
Al hablar de autoestima, nos referimos al sentimiento de amor o valor propio y parece algo fácil de lograr. Sin embargo, enfrentamos dificultades al intentar ayudar a hijos y a estudiantes a desarrollarla de manera sana. No siempre tenemos las herramientas para hacerlo e incluso nosotros mismos, los adultos, necesitamos ayuda con nuestra propia autoestima.
Desde hace muchos años ofrezco charlas sobre el tema de autoestima y he identificado los errores y mitos que no contribuyen con el sano desarrollo de nuestros hijos y estudiantes. Hay una gran necesidad de comprensión, de estrategias y herramientas para ayudarlos, pero es necesario comenzar por nosotros los adultos. En el año 2011 publiqué un libro sobre el desarrollo de una sana autoestima en la edad temprana en el cual ofrezco orientaciones a padres y educadores.
Autoestima no consiste en ser el mejor o considerarse superior. Todo lo contrario. El complejo de superioridad es un mecanismo inconsciente del ser humano para tratar de compensar el sentimiento de inferioridad. Pone en evidencia una necesidad de aprobación, de reconocimiento y de ser visto con gran esfuerzo. Uno de los espacios donde esto se pone en práctica es en las redes sociales. Niños y jóvenes las utilizan para ser aceptados y reconocidos a toda costa. Esto sucede si los padres son castrantes y no han aceptado y valorado a sus hijos por lo que son, sino que los han comparado, presionado, criticado o atacado.
Muchas veces se usa una mascara para ocultar la inseguridad y para sentirse por encima de los demás, tratando de destacarse minimizando a los otros. En estos casos no se reconocen las faltas y siempre se quiere tener la razón. Es importante estar alerta ante estos comportamientos y tener cuidado de no promover el sentimiento de superioridad ya que este es una falsa autoestima.
El complejo de inferioridad es el otro extremo. Sucede cuando los padres o educadores tienen expectativas tan altas que el niño o joven nunca las pueden alcanzar. Exigir demasiado, ridiculizar o minimizar son algunos de los comportamientos de los adultos que causan este complejo. Se termina compensando de manera inadecuada por no cumplir las expectativas.
La autoestima puede ser general o por área. No es estática, ya que varía en distintas etapas. Abarca la autoimagen, la autoeficacia y autodignidad. La autoimagen tiene que ver con como me veo como ser humano, mis cualidades y capacidades. La autoeficacia consiste en contar con herramientas y habilidades para desenvolverme con seguridad. La autodignidad tiene que ver con el sentimiento de merecer por mi esfuerzo y trabajo. Produce una sensación de logro.
En un estudio realizado por un grupo de australianos se puso en alerta que es contraproducente ignorar como los niños se sienten consigo mismos y con lo que hacen, enfocándose sólo en lo bien que lo están haciendo. Sin embrago, en muchos hogares y en muchos centros educativos continuamos viendo una presión a niños y jóvenes para que “lo hagan bien” sin importar como se sienten. Se evidencia a menudo un enfoque en sobresalir a toda costa. Olvidamos al ser humano, sus necesidades reales y sus emociones.
No es apropiado que el niño piense que tiene que “ganarse” el sentirse bien consigo mismo. Las investigaciones demuestran que la condicionalidad es una receta para la disfuncionalidad. Lamentablemente, es común que niños y jóvenes sean víctimas de la crianza que promueve este tipo de autoestima.
Es fundamental comprender como se siente el niño o el joven consigo mismo para poder apoyarlo de manera adecuada a lograr la valoración propia, no la arrogancia. El punto de partida para el desarrollo de una sana autoestima es el amor incondicional y la aceptación, sabiendo que un evento no lo define como persona. Si no lo hace bien, no significa que es un fracasado, sino que tiene una oportunidad para aprender y crecer.
La mejor receta: el amor
Los niños y jóvenes no solo necesitan ser amados, sino que deben saber que nada de lo que hagan va a cambiar el hecho de que son amados.