"Soy inseguro, me cuesta trabajo terminar las cosas, desde que murió mi madre ando detenido en la vida".
"Me cuesta decir que no y me da rabia que mis compañeras de trabajo se aprovechen de mi y no sé cómo decirles, no me atrevo, es que tengo una autoestima muy baja".
"Mi madre nunca me puso caso, todo era para mi hermano, el más lindo, el más inteligente y yo me lo creí, siento que no sirvo para nada".
"Me pierdo en el trabajo, no salgo a ningún sitio, me cuesta exponerme. Sé que ando evadiendo un episodio doloroso desde mis 18 años que no me deja continuar".
"Necesito trabajar mi seguridad, todo me da miedo, temo lanzarme".
Todas estas historias son reales, mujeres y hombres adultos que tienen la misma demanda: trabajar la autoestima después de grandes. Con la información tan a la mano que, gracias a la tecnología tiene la gente, es fácil identificarse y hasta llegar a un diagnóstico como si fuesen peritos en Psicología. Y me encanta que esto ocurra, pues refleja sensibilidad para mirarse y comenzar a hacer algo. Es como si llegaran hasta el consultorio con el QUÉ en la mano a la búsqueda del CÓMO. Esto acorta el proceso a la mitad y me animo a recibirles desde la conciencia de que las personas son dueñas de su camino, pues si no están listas para avanzar nada pasará. Ya están en el umbral de un hermoso, aunque doloroso proceso de cambio, que les llevará a entender porqué actúan de ese modo y cómo aprender nuevas formas de mirarse, mirar a los demás y actuar en consecuencia.
Como siempre les digo a mis pacientes, no hay varita mágica, se logra a través del esfuerzo y la constancia para cambiar el miedo por el deseo cada día de reconocerse como nuevas personas y recibir la dicha que pueden construir para sí mismas.
El primer paso del camino es ir a ese doloroso pasado donde se crearon las barreras; mirarlo desde el niño o niña que lo vivió, con las emociones que provocó y que persisten hasta hoy. Aceptar que pasó y que es parte de la historia vivida. Expresar la rabia, el dolor, hacer preguntas, revisar recuerdos, consultar personas, hurgar los detalles para poder recolocar las emociones que dejó cada episodio.
Luego, adquirir una nueva mirada de los adultos de aquel momento pero con los ojos del adulto que se es hoy. Quitarle poder a esas figuras, destronarlas y ponerse en primer lugar, pues hoy ya se tiene el poder de decidir qué hacer y cómo hacerlo en su propia vida.
Esto en palabras concretas quiere decir: proponerse cada día hacerlo diferente y estimularse cada vez por ello, lo cual dará una nueva imagen de sí mismo. Atreverse a vencer el miedo y en cada momento hacer lo que no se atrevía a hacer en el pasado. Esto con cada acción, con cada persona y poco a poco la vida va cambiando. Aprender a poner límites, expresar lo que se quiere, decir NO y validarse en las cosas que realmente le gusta es parte del proceso. Preguntarse ante cada situación lo que realmente quiere hacer y acostumbrarse a dialogar consigo mismo, antes que con todos los demás.
Papá y mamá son las figuras centrales de la vida emocional de los humanos, ellos o los adultos a cargo, construyen la persona, la autoestima, las inseguridades. Por supuesto, en la mayoría de los casos, sin la intención premeditada de hacerlo, sino por ignorancia y falta de recursos. Esto es lo rescatable de todas las historias, les necesitan para continuar, pero ya no dependen de ellos. Hoy se tiene el poder de reconstruir esa historia con nuevos paradigmas, pensamientos y acciones, que ya de adultos dependen solo de sí mismos.
Quedarse atados al pasado solo es posible en lealtad a esos padres de los cuales se quejan y son declarados culpables. En las familias regularmente no hay culpables, sino responsables con capacidad siempre de conversar y volver a empezar.
Este es el poder de la familia, el amor que siempre está ahí para tomarle y alimentar cada momento difícil sin importar el tiempo que haya pasado y si los padres viven o no.
¿Qué NO sirve? Negar, evadir, culpar y maltratar.
Por supuesto el tiempo de reconstrucción de cada persona y de cada historia es individual de acuerdo a los recursos personales con que se cuente. La clave es que la persona esté lista para profundizar, llegar al fondo y levantarse airosa sobre su propia historia para ser feliz.
Esto lo he visto innumerables veces en el consultorio, por eso cada día que pasa siento un mayor respeto y admiración por los seres humanos y las familias que vencen el miedo y el dolor para continuar hacia adelante.