Una tripleta triunfal ha coronado un éxito editorial necesario y esperado. La unión de Dennis R. Simó Torres, presidente de la directiva de la Sociedad Dominicana de Bibliófilos, de Juan Daniel Barcácel presidente de la Comisión Permanente de Efemérides Patria y la consagración de Guillermo Piña Conteras, destacado escritor, que ha producido no solo la edición física del libro, sino que su prólogo es una obra maestra en el sentido de que llena todos los requisitos para este tipo de sub-género literario, ha producido un par volúmenes que inaugura una forma distinta de presentación de textos, con las Obras Completas de Tomás Hernández Franco, 2019.

En efecto, este libro, impecablemente impreso por Editora Búho, con arte y diseño de Zéjel Media Group y el sello de la Colección de Cultura Dominicana Segunda Época de la Sociedad Dominicana de Bibliófilos, contiene noticias desconocidas, además de todos los textos del gran escritor que han podido encontrar, con un total de 1,300 páginas.

Indicamos que el prólogo de Guillermo hace historia, ya que, sin tratarse de una relevante figura política, sino casi totalmente literaria, no deja nada fuera de contexto. Ha sido una paciente y laboriosa investigación. Elegante, precisa y  minuciosa.

Portada interior del Primer Tomo

No conocíamos a Tomás personal ni literariamente; la primera noticia que oímos su nombre fue precisamente en 1945, en Altamira.

El Juzgado de Paz  (o Alcaldía, como se decía entonces), donde mi padre era el juez y en las vacaciones iba a copiar las sentencias, estaba en la planta baja del local del Partido Dominicano que ocupaba la segunda, y un muchacho muy activo, amigo mío de juventud, llamado Alicinio Peña Rivera, que era el conserje (aunque era menor de edad), me llamó para enseñarme en la última edición de Los Cuadernos Dominicanos de Cultura lo que para él era un poema extraordinario: Se trataba de Yelidá. A mí se me  quedaron por dentro para toda la vida aquellos versos de una cadencia extraña, un ritmo que no había escuchado, a pesar de mis limitadas lectura poéticas de esos años, pero parecía mecerme cuando decía: “Erick el muchacho noruego que tenía/ alma de fiord y corazón de niebla…” Tenía 15 años, cursaba el segundo de bachillerato y ya ensuciaba páginas con malos versos, pero nadie había pronunciado el largo nombre del autor en nuestra presencia. Días después me mostró los cuentos.

Alguien dijo delante de mí en Santiago, que era Tomasito. No sé por qué. Ya que era un nombre de un físico imponente.

El caso es que leyendo este libro, aunque hay un artículo mío aparecido en la revista ‘Mythos’ (julio del 2010), al que había autorizado la inclusión, no se me preguntó por otros donde lo citaba en Isla Abierta, comenzando sus poemas en el periódico Patria de Américo Lugo, o  lo que dijo Pedro René Contín Aybar en el Primer Coloquio de Literatura Dominicana de 1969, en la entonces UCAMAIMA, donde se inventó lo de la “Generación del 40”, ni lo que aparece en mi Postumismo y vedrinismo primeras vanguardias dominicanas, Editora Nacional, 2011, página 482, donde reproduzco un artículo de Andrés Avelino titulado ‘Rezos Bohemios’, aparecido en la revista L… del 12 de junio de 1921 que concluía con esta frase: “Creo que si cambia su Pegaso por un caballito rucio podrá escalar la sierra Samba”. Una invitación a que dejara el modernismo y escribiera sobre lo criollo o siguiera al postumismo.

Una crítica dura a un muchacho como era Tomás, duele, pero ayuda muchísimo.

De modo que no todo lo que se ha escrito a favor o en contra de una personalidad literaria del bagaje de Hernández Franco, puede estar en la Obra Completa, porque realmente, podría señalarse en una como esta, por ejemplo, que bastaría con la inclusión de todas las obras producidas por ese escritor, aunque quedarán cartas, artículos, memorias sueltas. Nada de eso desmerita el esfuerzo hecho y la realidad magnífica que es un libro sin disfraces como este, donde aparece el autor de cuerpo entero, como político de ideología fascista que aprendió con su admirado Rafael Estrella Ureña que la trajo desde Roma cuando fue embajador allí, y como literato y periodista.

Solo el conocimiento de la ideología que en Santiago echó más raíces que en ninguna otra parte entre los criollos (Joaquín Balaguer, verbo y gracia), puede explicar el trujillismo de Tomás. La Revolución más bella de América, puede ser leída ahora con el mismo fervor con el cual fue escrita. Y sin embargo, mientras otros, por mera afiliación o algunas loas al dictador, se les acusa de todo y se les soslaya, como al banilejo modernista Arquímedes Cruz  Álvarez, que al final abjuró de su trujillismo, él es tan grande, que todo se le perdona y nada lo afecta ni lo rebaja.

La lápida en el cementerio de Tamboril

 

Unas anécdotas

Nosotros cuando vamos a Tamboril, que ya está unido a la ciudad de Santiago, pero en sus tiempos era “un viaje” ir hasta allá en tren, en coche, en carro o a caballo, nos detenemos bajo los samanes donde él departía y tomaba ron Bermúdez, y luego, al cementerio. De una de esas visitas es la tarja que reproducimos. Se nos ha dicho que hay una tumba nueva, que bien merece por todas las razones del mundo, trataremos de visitarla.

La primera de estas cuatro anécdotas fue una confesión de Genaro Pérez, el inolvidable y querido Yoryi Pérez, que nos contó, que siendo él mensajero de la Sociedad Amantes de la Luz cuando estaba en la calle 30 de Marzo frente a la Catedral, fue a Tamboril en bicicleta a llevarle una comunicación a Tomás, a quien encontró bajo sus samanes en franca bohemia pueblerina. Era la confirmación de la fecha para una conferencia que iba a dar él, de la cual, tampoco vi noticias. Es posible que la improvisara.

Se apareció en un brioso caballo (no en el caballito rucio de Avelino), vestido con ropa de montar y así expuso sus ideas esa noche.

Otro amigo, aquí en Santo Domingo, nos contó que Tomás iba a una representación a un encuentro a equis país, no recuerdo cuál, y que Trujillo le había dado el dinero, y él se lo había bebido. Antes de la fecha fue donde el Jefe y le dijo a las francas en qué lo había gastado, y Trujillo le repuso los viáticos.

Si famosa es esta, otra suya con los Bermúdez, ya que era fiel al 1852 de esa casa. De modo que cuando Brugal de Puerto Plata presentó el jingle “Brugal, el mejor ron del país, da la hora”, que traía locos a los de Santiago, sus amigos fueron con un par de cajas a donde Tomás para que les escribiera uno que superara el de la oposición. Después de unos tragos y prometerles el envío regular de su bebida favorita, les dijo:  “Sea cual sea la hora que marque el reloj, Bermúdez toman todos, Bermúdez tomo yo”, que durante años escuchamos por la radio.

La más famosa de todas, que no ha sido confirmada, fue la que supuestamente improvisó en las Bodegas de Domecq en Jerez de la Frontera, donde dicen que está enmarcada: “Las bodegas de Domecq son lo más grande que he visto. / No son tales, no son tales/ sino inmensas catedrales / llenas de sangre de Cristo.”

Finalmente, la opinión de este libro

Señores, cada vez que se rescata la obra de uno de nuestros escritores principales, deberían repicar campanas a gloria. Como están en pdf para la impresión, deberían pasar al servicio del pueblo a través de la difusión en la Web. No importa lo que costara la impresión, lo importante es la difusión nacional e internacional.

Roberto Cassá director del  Archivo General de la Nación nos informó que Andrés Blanco (que de seguro ayudó para la recuperación de parte del material) estaba reuniendo todo lo de Vigil Díaz para publicar su obra completa. Nosotros aprovechamos para decirle que la de Domingo Moreno Jimenes no se había hecho. De sus dos primeros libros faltaron 63 poemas en lo que como tal se editó con el título Del gemido a la fragua en 1975, y que sus prosas y las críticas a favor y en contra, estaban dispersas.

Ojalá el próximo gobierno continúe el rescate de las de los escritores importantes del país que se inició con la colección de la Biblioteca Dominicana Básica (BDB) en el Ministerio de Cultura, dirigida por Pedro Vergés hace dos años.

O, igual que se apoye el esfuerzo de otras instituciones del país, como las Academias y esta venerable y no gubernamental de los Bibliófilos, que tan gallardamente se ha mantenido a través de los años haciendo una labor sin parangones en la historia nacional.

Después del enjundioso prólogo de Guillermo Piña Contreras, hay un compendio de críticas y comentarios de diversas personalidades dominicanas y extranjeras. Apareciendo en el centro, al principio y al final del primer tomo su obra poética completa.

En el segundo, más extenso, hay estudios críticos de Diógenes Céspedes y Andrés L. Mateo a manera de prólogo. Luego su obra completa en prosa, cuentos, discursos, ensayos, conferencias y panfletos políticos trujillistas y contra enemigos de su Jefe, y otras misceláneas como su solicitud de afiliación al partido trujillista.

Poder analizar y comentar en el futuro la obra de un escritor importante como Tomás Hernández Franco, es un hermoso regalo que las instituciones citadas y el editor, han hecho a la cultura y a la literatura nacionales.