Este lunes tuvo lugar en Nueva York una nueva Cumbre sobre el Cambio Climático, convocado por las Naciones Unidas. Su secretario general, Antonio Guterres, al invitar a los líderes de las naciones participantes les urgió a que llevasen planes concretos y realistas a fin de mejorar sus contribuciones al programa contra el calentamiento global. El evento no solo reunió gobiernos. En el participaron también representantes del sector privado, la sociedad civil y organizaciones internacionales involucradas en la campaña. Notoria la ausencia de los Estados Unidos, cuyo gobierno se retiró del llamado “Acuerdo de París”.
El registro de los efectos del cambio climático en estos últimos cuatro años no pueden ser mas alertadores de la gravedad del problema. Los dominicanos hemos tenido que soportar los veranos mas calurosos, en tanto las temperaturas árticas han aumentado tres grados desde 1990.
Los niveles del mar continúan subiendo en tanto desaparecen los arrecifes de coral. Y ya algunas ciudades costeras como Miami hay adoptado previsoramente regulaciones para elevar la altura de inicio de las nuevas construcciones a partir del suelo. En nuestro caso, la importante industria turística pudiera resultar seriamente afectada al invadir las aguas y reducir parte del litoral playero, que es uno de los atractivos que ofrece el sector hotelero.
Los efectos negativos se han comenzado a extender y se agudizarán en la salud de la población a consecuencia de la contaminación del aire, las olas de creciente calor, los daños a la agricultura, y por consiguiente, afectando la producción de alimentos que demanda la población mundial en continuo aumento y gran número de países cada vez con mayores expectativas de vida, gracias a los avances de la Ciencia Médica, la prevención, los tratamientos curativos y el desarrollo de medicamentos cada vez mas potentes y efectivos.
El pasado año la adolescente sueca de apenas quince, Greta Thunberg se paró frente al Parlamento de su país portando una pancarta para reclamar acciones más aceleradas y eficaces a fin de enfrentar el desafío del cambio climático y lanzando la idea de una movilización mundial bajo la consigna de un “Viernes por el futuro”.
La propuesta encontró pronto y amplio eco. Atendiendo a su llamado este pasado viernes millones de personas en más de cinco mil localidades de 137 países llevaron a cabo una vigilia reclamando acciones más enérgicas y aceleradas para enfrentar el problema y prevenir sus efectos, o al menos reducir su impacto.
La joven estudiante sueca, cuya adolescente figura ya ha cobrado renombre internacional, estuvo presente en el inicio de la Cumbre, ocupando la tribuna desde la cual dirigió una admonitoria alocución a los participantes, advirtiéndoles “No les permitiremos salir de esto. Este es el momento en que trazamos el límite”.
¿Qué repercusión tuvo entre nosotros que figuramos en la lista de diez países que corremos mayor riesgo de resultar afectados, la convocatoria al “Viernes por el futuro”? Apenas unas pocas decenas de jóvenes en Santiago se sumaron a la campaña, en tanto en la capital y el resto del país nadie se dio por enterado. La misma sexta versión del evento organizado por la Unión Europea, varias embajadas extranjeras , Aro y Pedal y el INTRANT exhortando al uso de medios alternativos de transporte para reducir las emanaciones de los vehículos de motor, apenas reunió unas escasas docenas de ciclistas y no tuvo mayor repercusión.
Cierto que por otra parte con relativa frecuencia, personal voluntario de empresas e instituciones llevan a cabo jornadas de reforestación y que existen grupos organizados que muestran una celosa preocupación por el medio ambiente. Pero se trata de esfuerzos aislados, en tanto todavía estamos muy lejos de haber tomado conciencia colectiva sobre la necesidad de controlar las emisiones nocivas a la capa de ozono, y de llevar a cabo una estrategia consistente de acciones permanentes que normen el comportamiento ciudadano para preservar nuestros recursos naturales y hacer uso racional de los mismos.
Así no cuidamos las fuentes acuíferas, pero además hacemos uso dispendioso del agua. Seguimos con la quema y el desmonte de áreas protegidas para hacer carbón, desarrollar sembrados y criar ganado. Contaminamos y secamos ríos y arroyos. Ensuciamos playas y balnearios obligando a periódicas jornadas masivas de limpieza como este pasado sábado. Las aguas del Isabela y Ozama arrastran y suman a su paso toneladas de basura. Las numerosas industrias que los contaminan con sus vertidos y desperdicios químicos se burlan impunemente de la obligación de instalar filtros y plantas de tratamiento. Y convertimos la entrada al puerto en un gigantesco basurero de desperdicios plásticos. A lo anterior sumamos casi cuatrocientos vertederos a cielo abierto contaminando el aire que respiramos.
La conclusión es que en tanto el cambio climático sigue avanzando no marchamos al mismo paso de advertir el riesgo de los sobradamente advertidos perjuicios que trae aparejados, mientras en cambio todavía mostramos un preocupante retraso en asumir el mucho mayor grado de conciencia que exige prevenir sus efectos, agravados en nuestro caso por el lamentable estado de depredación natural que exhibe el territorio al otro lado de la isla.